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IVÁN COTE BENÍTEZ | CAPELLAN DE LA GUARDIA REAL

“Dios me pide que ejerza mi ‘cura de almas’ como un ministerio de paz entre las armas”

  • “El mundo militar y la pastoral castrense es muy desconocida tanto dentro como fuera de la Iglesia”

  • “Dios ha permitido que como Capellán de la Guardia Real sea también el Consiliario de la castiza Congregación del Cristo de los Alabarderos”

—Hace un año que usted salió de la Diócesis de Asidonia-Jerez para incorporarse en la Archidiócesis Castrense de España ¿Hubo algún motivo destacable para una decisión de esta índole?

—Cuando decidí a mis 29 años hacerme sacerdote, siempre tuve claro que me consagraba por entero a la misión de Cristo para la Iglesia universal, allí donde me necesitasen. Primero trabajé pastoralmente en mi diócesis de origen Asidonia-Jerez donde crecí en la fe y a la que le estoy muy agradecida. Luego la divina providencia quiso que fuera llamado a prestar un servicio pastoral a otra Iglesia Particular como es  Arzobispado Castrense de España, caracterizado por su peculiaridad de presencia y acompañamiento espiritual a los hombres y mujeres que están dispuesto a entregar su vida, si fuera necesario, en defensa de la seguridad, libertad, independencia y paz de los españoles, estos son nuestros militares, guardias civiles y policías que como diría san Juan Pablo II, ellos son “los centinelas de la paz“.  Además, tengo que añadir que los obispos españoles son sensibles a las necesidades pastorales en las Fuerzas Armadas y Cuerpos de Seguridad del Estado y suelen proponer candidatos que creen adecuados a tal realidad, de hecho, a parte de los incardinados en el Arzobispado hay casi un 50% de los capellanes que provienen de más de 30 diócesis. 

—Su labor en Algodonales, donde ocupó usted el puesto de párroco, aún se recuerda entre los creyentes y no creyentes.

—Le puedo asegurar que las personas de Algodonales, como usted dice, creyentes y no creyentes, viviremos hasta nuestro último día con el fascinante recuerdo de lo acontecido durante esos dos años. La sana convivencia entre Parroquia y Ayuntamiento donde sobresalía el respeto y mutuo apoyo, las ganas de crecer que pudimos contemplar en la escolanía de niños y monaguillos, coro parroquial, agrupación musical, cofradías, grupo de visita a los enfermos y diferentes grupos de formación de todas las edades, han configurado junto con la piadosa vida sacramental de un pueblo sencillo, un modelo de parroquia ejemplar. Nunca pensé que la vida de párroco me pudiera acercar tanto a Dios a través de sus quehaceres cotidianos.    

—Se incorpora usted a las órdenes del arzobispo castrense, Juan del Río Martín y su primer destino fue León. Cuéntenos su experiencia en esta primera toma de contacto con el Ejército Español.

—¡Dios mío donde me has mandado!  Es la primera expresión que se vino a mí mente cuando me vi vestido con la uniformidad de árido en un campamento de formación militar para los aspirantes a la Academia Básica del Aire. Pero un rasgo característico del militar es actuar conforme a su preparación, y eso mismo hice yo. Podríamos decir que el celo pastoral de un recién llegado párroco de pueblo convirtió en menos de un año a la Academia Básica del Aire en una parroquia  mientras que la vocación militar de una muy nutrida porción del ejército del aire convirtió al sacerdote de pueblo en “pater”.

—Para muchos ciudadanos puede incluso sonar contradictorio que un sacerdote pueda prestar su servicio a la tropa ¿Fundamentalmente cuál es el sentido de un cura castrense?

—En este tiempo he percibido que el mundo militar y la pastoral castrense es muy desconocida tanto dentro como fuera de la Iglesia. Luego vienen los consabidos tópicos y uno de ellos es el que usted señala. Lo primero que se debería saber es la relación de Jesucristo con los militares romanos que ocupaban entonces Palestina. Por poner algunos ejemplos, recuérdese como Jesús curó al criado del Centurión y como en la mismo Calvario es un soldado el que hace la primera profesión de fe: “Verdaderamente este hombre era Hijos de Dios”. Luego la tradición de la Iglesia ha sido constante en acompañar a los hombres que iban al frente para que no le faltase el consuelo de los auxilios espirituales. Ahora bien, decir milicia no es decir guerra sino afirmar seguridad, libertad y garantía de nuestros derechos como ciudadanos y como país. Aquellos que se le encomienda esta misión constitucional tienen el derecho de ser asistidos espiritualmente en tiempos de paz o de conflictos. Esto no es concesión de ningún color político, sino es un derecho fundamental que deviene del principio de libertad religiosa. Todos los países democráticos tienen un Servicio de Asistencia Religiosa en sus ejércitos. Soy consciente de que Dios me pide ahora que ejerza mi “cura de almas” como un: ministerio de paz entre las armas.

—Acaba usted de tomar posesión de su nuevo destino en el Palacio Real como capellán de este cuerpo tan unido a la Corona Española ¿Cuáles van a ser sus proyectos y sus intenciones entre los miembros del cuerpo real?

—¡Lo tengo claro! Dejar que Dios me instruya en el amor a todos los miembros de la Guardia Real para así poder servir junto a ellos en la amplia gama de servicios que este cuerpo presta a toda la sociedad española. Quien me conoce sabe muy bien que estas palabras van mucho más allá de una simple teoría.   

¡Lo tengo claro! Dejar que Dios me instruya en el amor a todos los miembros de la Guardia Real

—¿Hay jerezanos en la Guardia Real?

—Gracias a Dios hay Jerezanos por todo el mundo. El arte bondadoso y cercano con que nuestra tierra enriquece la identidad de sus habitantes ayuda a engrandecer la variedad de culturas en las que ellos habitan. Ejemplo de ello es la Guardia Real, donde desde las escalas más bajas y pasando por el Pater para llegar a los cargos de mayor rango y responsabilidad como puede ser el caso del secretario de la Reina, no olvidemos que J. Manuel Zuleta es jerezano, gozamos de un muy buen reconocimiento. 

—Usted es también un cura cofrade. Su vocación se gesta dentro de la hermandad del Soberano Poder ¿Echa de menos un sacerdote jerezano su tierra y, sobre todo, sus cofradías?

—Muchísimo. Una familia muy humilde junto con la fe de los sencillos que encontramos en la religiosidad popular y donde el Soberano Poder ocupar un lugar muy especial, han hecho que la nostalgia de volver a mi tierra se convierta en un bastión para mi fe. No haber orientado el rumbo de mi ministerio por aspiraciones personales ha tenido como consecuencia vivir una constante presencia de Dios en mi ministerio. Entre mis limitaciones y dones, aciertos y errores puedo afirmar que me encuentro en las manos del Señor, y es ese mismo Dios el que ha hecho, para que no olvide mis raíces, que como Capellán de la Guardia Real sea también el Consiliario de la castiza Congregación del Cristo de los Alabarderos.

—No sé si querrá usted pronunciarse, pero la Diócesis de Asidonia-Jerez se encuentra a la espera de un nuevo obispo ¿Qué pastor necesita esta demarcación eclesiástica que es tan inherente a sus propias singularidades?

—¿Por qué no? La respuesta la tenemos en la carta de Pedro: “Sed pastores del rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, gobernándolo no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con generosidad; no como déspotas sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño. Y cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.” (1 Pedro 5, 1-4).

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