JOSÉ MAZUELOS, NUEVO OBISPO DE CANARIAS | ANÁLISIS DE ONCE AÑOS DE EPISCOPADO EN JEREZ

Pese a todo, vocación por el Camino

  • Once años ha durado el ministerio de Mazuelos, mucho menos de lo que se esperaba

  • Su elección por apoyarse en la senda neocatecumenal ha sido punto de fricción de su episcopado

Once años de episcopado. En 2009 fue nombrado obispo de Jerez. Coincidió con el día de su onomástica en marzo. Tres meses después fue consagrado obispo y se hizo cargo de la seo jerezana. Amante de la caza, hombre de campo, amante del oloroso, cercano, amigo y buena gente. Justamente cuando la diócesis cumple cuarenta años le llega el relevo para ir a una tierra que ya conoce, pues fue profesor del Máster de Bioética de la Universidad de Canarias.

Ha sido el tercer prelado que asumió la gestión de la Asidonense-Jerezana. Su procedencia sevillana vaticinaba un buen entendimiento y comprensión con la cultura católica de la ciudad, del mismo modo que sucedió con Del Río, sustentada en gran medida en el colectivo cofrade y rociero como expresión más populosa y popular. Se encontró con un clero de edad educado más en la tradición que en las nuevas corrientes católicas y un pueblo cristiano en su gran mayoría más en sintonía con ese clero.

Ha manejado su educación cofrade para que no fuera incompatible con su clara preferencia hacia el movimiento neocatecumenal que ha caracterizado una parte destacada de su ministerio en Jerez. Una buena muestra de ello es el constante flujo de presbíteros adheridos al movimiento de Kiko Argüello, que trajo a la diócesis procedentes principalmente de Colombia.

Este aspecto de su episcopado es lo más contestado por el clero ‘tradicional’, que no ha llevado nada bien el ‘cariño’ del prelado hacia los de ese movimiento frente a los otros. Tal vez estemos ante el punto de fricción más sobresaliente que, soto voce, se genera en los ‘pasillos’. Hay quien expresa que este distanciamiento de los ‘tradicionales’ ha sido y es una espina en el ánimo de Mazuelos que, dicen, ha sentido como una traición.

Ese entendimiento con el seminario neocatecumenal de Medellín, usando el denominado fidei donum, que es una colaboración por la fe propiciando esa ‘importación’ de curas nacidos en el Camino. Entre tanto, a curas locales ante este giro pastoral, se les invitaba a irse, algo parecido a un ‘bulling’ eclesiástico. Este relevo no ha dejado indiferente a nadie, ha sido esperado por unos y lamentado por otros.

Otro envite que tuvo que lidiar fue la marcha de órdenes religiosas, algunas de secular presencia en la ciudad como franciscanos y jesuitas. ¿Pudo haber hecho algo más para impedir el adiós? En el territorio de las órdenes, a juicio de observadores, ha llevado ha cabo una acción demasiado endeble.

José Mazuelos ha sido cercano con una actitud muy campechana. En ese aspecto no se le puede achacar nada, tanto que ya dicen que nos arrepentiremos de haber perdido un obispo con ese carácter. Su presencia ha sido constante en los actos y citas cofrades y rocieras -gran devoto de la Reina de las Marismas-, ha sostenido una estrecha la vigilancia al colectivo, con alguna solución a conflictos cuya intervención ha sonado más a baculazo que a concordia, con decisiones muy discutibles. En cualquier caso, tuvo a las hermandades como un gran valor para la Iglesia.

Mazuelos teme y respeta a los medios de comunicación. Su relación con éstos ha sido cordial pero guardando distancias. Siempre muy atento, rozando la obsesión, con la imagen pública de la Iglesia local. De gran formación académica como médico, además de los estudios eclesiásticos, la vocación le llegó con una edad ya avanzada a lo común. Esta preparación es una fortaleza personal que garantizaba la capacidad del prelado para la gestión pese a que, como se suele decir, no dudaba en pisar todos los ‘charcos’ ya fuera bueno o malo o inoportuno. Desde los adentros de la Iglesia local también se le critica la elección de su curia, de su equipo de gobierno, sobre el que se considera ha cargado de demasiadas responsabilidades. Quien mucho aprieta poco abarca, dice el refrán, tal vez aplicable a lo que ha sido el recorrido de su curia, que ha dado mucho más del ciento por ciento.

Su implicación en el patrimonio de la Iglesia local lo encauzó bien pero su desarrollo pudo ser mejor. No fue cobarde en el momento de lanzarse a proyectos en los que se involucró como en un reto contra todos los elementos. El caso de la restauración de Santiago es el más palpable, cuyo resultado ahí está. Esta acción ha sido bandera de su episcopado hasta tal punto que la ha intentado rentabilizar socialmente y políticamente. Sí, políticamente porque la ha practicado de forma subliminal y de ‘pasillo’ con una tendencia que se le ha visto a la distancia. Al fin y al cabo esa implicación podría decirse que le ha servido para enseñar a todos la existencia de una Iglesia fuerte capaz de apoyar a Jerez mucho más allá de lo espiritual y capaz de influir en los que mandan.

El terreno de lo turístico fue donde ancló algunas iniciativas como ésta y otras museísticas en la Catedral como pieza primordial de la red que le hubiera gustado establecer en toda la ciudad como un recurso de primer orden. Turismo y caridad.

Cáritas ha sido su gran baluarte desde donde ha defendido a esa Iglesia que cuida al prójimo, la que ejerce la caridad sin fotografías pese a que sí ha aprovechado su acción entre los más pobres como ‘balones’ al área fáciles para marcar goles en forma de grandes titulares que beneficiaron a la Iglesia local. Ha sido su gran escudo. También ha sido defensor a ultranza de la Iglesia misionera entre los más necesitados y evangelizadora con su ejemplo. Aún tiene abierta la gran herida del caso del párroco de San Rafael, un daño que tardará en sanar, ya que el encausado forma parte de esa apuesta por las nuevas formas que tanto aprecia.

En este análisis otra clave es la pastoral. El clero autóctono se ha visto superado, salvo un grupo muy reducido, en una acción pastoral en la ha primado lo que se entiende como de nueva evangelización propia de los nuevos movimientos como el Camino, frente a la que sería una pastoral de mantenimiento propia de una cristiandad más acostumbrada a la ortodoxia. Esta opción claramente no es acertada en parroquias con una población más conservadora en cuanto a los feligreses.

Once años ha durado su etapa en Jerez, más corta de lo que se aventuraba e incluso él mismo esperaba. Le quedaba mucha tarea por hacer en distintos frentes así como haber satisfecho alguna que otra aspiración cofrade de coronación canónica o alguna nueva cofradía que ansiaba alcanzar ese estatus.

Ha escrito una nueva página en Asidonia-Jerez, ministerio que ha sido distinto al ejercido por sus dos predecesores. ¿Mejor o peor? Más bien desigual porque cada obispo, como persona con sus talentos y defectos, ha tratado de seguir dando forma y contundencia a la diócesis.

El que llegue tendrá que elegir el camino a seguir. Mientras que unos presbíteros hierven en expectación, otros lamentan el adiós. Errar o caer es de humanos y levantarse es de cristianos, frase del recordado periodista Manolo Yélamo.

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