Jerez abrió en las playas de San Telmo a finales del XIX un balneario para ricos y pobres

JEREZ TIEMPOS PASADOS

El balneario de aguas mineromedicinales fue abierto a instancias del Marqués de Bonanza y editaba un anuario y una revista mensual, llegando a alcanzar una bien ganada fama, hasta su cierre, siendo posteriormente convertido en preventorio municipal y destruido en los años setenta

Juan De La Plata

16 de septiembre 2013 - 01:00

LA idea fue del marqués de Bonanza, don Manuel Críspulo González Soto, de la familia bodeguera de los González. Contando con unos terrenos de treinta y tres mil metros cuadrados, en las antiguas Playas de San Telmo, cerca de las estribaciones de la sierra de San Cristóbal, quiso levantar allí un balneario, en el que tanto pudieran ser asistidos enfermos ricos, como pobres, utilizando para tal fin las aguas mineromedicinales cloruradas - sódicas - sulfurosas de un pozo, o manantial, existente en la zona conocida como Llanos de la Brea. El balneario constaría de dos edificios paralelos y bien delimitados; uno para atender a los enfermos de pago y otro, a los que no pudieran permitirse el lujo de 'tomar las aguas', como se decía entonces, a los que se atendería gratuitamente.

Unas aguas medicinales que ya en el siglo XIX los ricos de esta ciudad habían podido tomar en otros dos balnearios, localizados en el término de Jerez: en el castillo de Gigonza y en la Rosa Celeste. El primero de ellos, algo más alejado de la población, pero el segundo a la salida de la misma, como quien dice ahí al lado, frente al parque del Retiro. Los dos contaban con aguas mineromedicinales, si bien parece que muy distintas a las de San Telmo.

El castillo de Gigonza era una fortificación militar medieval, situada en el camino de Medina a Arcos, a 12 kms de Paterna, en la que se dice estuvo la ciudad de Saguntia, fundada por los turdetanos, que más tarde sería romana, y que perteneció a don Alonso Enríquez, almirante mayor de Castilla. A mediados del siglo XIX es cuando se funda, en dicho histórico lugar, el balneario de 'Los Baños de Gigonza' por iniciativa de Francisco Ponce de León, marqués del Valle de Sidueña, título otorgado en 1694 por el rey Carlos I de castilla. Al fallecimiento del marqués, el castillo y los baños pasarían a su hijo Diego Ponce de León y Carrizosa, a cuya muerte, en la guerra civil, el balneario deja de funcionar.

Otro Ponce de León (Manuel), sería quien adquiriera la finca Rosa Celeste, enclavada en donde hoy está, más o menos, el campus de la Universidad, quien tras descubrirse en dicho lugar otro manantial de aguas medicinales, y consultar con varios prestigiosos médicos de nuestra ciudad, decidió crear el balneario de la Rosa Celeste, montándolo con cierto lujo y buen gusto, poniendo como director al frente del mismo al Dr. Domingo Grondona, médico de la Beneficencia Municipal y especialista en la materia.

Cuando el marqués de Bonanza abre el balneario de San Telmo, ya no existía ninguno de estos otros dos balnearios, anteriormente citados, por lo que el primer paso que daría no fue otro que conseguir la declaración oficial por el Estado, mediante la oportuna Real Orden, de la "utilidad pública" de las aguas de su manantial, la cual fue publicada en la Gaceta de Madrid, con fecha 29 de julio de 1899.

El Balneario de San Telmo consta de dos edificios, uno, más lujoso, con restaurante incluido, para las consultas de pago; y otro, similar en su construcción, más modesto y sobrio, para las consultas gratuitas. La construcción sería dirigida por el arquitecto jerezano Miguel Palacios. El balneario constaría de baños, fuentes, vestuarios y duchas. Todo, montado con los más modernos sistemas de la época. El comedor del restaurante tenía unos quince metros de fondo por quince de ancho, donde hasta se llegaron a celebrar animadas fiestas de la buena sociedad jerezana.

Todo el complejo estaba rodeado por jardines y paseo para carruajes, por los que se accedía a las zonas más altas de las instalaciones. Su director fue el destacado oftalmólogo doctor Joaquín María Aleixandre y Aparici. En 1903 comenzaron a embotellarse las aguas de San Telmo, en botellas de un litro que se vendían al público al precio de una peseta, y fuera de Jerez, un real más cara. Al ponerse de moda en España los baños de mar, el uso de los balnearios empezaría a decaer, por lo que el de San Telmo se vería obligado a cerrar sus puertas en 1911. Ya hacía siete años que el marqués de Bonanza había hipotecado la finca y cuatro de su venta a Manuel Guinea Baranda, conde de Guinea. En 1908, Aleixandre abandonaría la dirección médica del balneario, por lo que este se vio abocado a su cierre forzoso.

Pasaron los años y en 1939 se registra un intento de reapertura del balneario, que fracasa totalmente. El Ayuntamiento, siendo alcalde Sebastián Carrasco Ruiz, se hace cargo de las instalaciones, para convertirlas en preventorio municipal y asilo de indigentes, así como de familias pobres de solemnidad; alojando en ellas, incluso, en tiempos del alcalde García Figueras, a numerosos damnificados por inundaciones del río Guadalete. La totalidad de la construcción fue derribada en los años setenta, aunque todavía se pueden ver algunos vestigios de las ruinas de la misma.

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