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Jerez: Sebi, un bisabuelo y Virgilio

Alfa: ¿Parece a simple vista una (rasa) contradicción releer a Rimbaud en plena Cuaresma? ¿Se trata de una subsidiaria singladura de la afición lectora? ¿De una dispersión extemporánea? ¿De una interior lucha de contrarios? Nones. No existen estaciones del año reservadas en exclusividad para la revisita de autores con nombres y apellidos. La lectura es una heterodoxa letanía de ciertos fenómenos de convergencia que finalmente deriva en la experimentación propia a costa de la redacción ajena. Al margen de épocas del año. Bajo la espuma de la sintaxis encontramos la cárdena línea de pensamiento de quien puede asentarnos o desdibujarnos sobre tesis propias. Lo reza el viejo refranero: con sus libros, los muertos abren los ojos a los vivos. Tal es el ejemplo, el asidero, el recodo de Arthur Rimbaud. La prosa poética y/o la prosa surrealista nunca serán una falsilla en sordina: sino una musculación de la propia indagatoria del saber. Si en clave metafórica decimos que “la antigua comedia prosigue sus acordes y divide sus idilios”, entonces entendemos que la literatura también sirve para definir o para redefinir todo cuanto aluda al ser humano. La lectura libera, oxigena, nos hace fluir.

Beta: Eusebio Castañeda, una de las cabezas mejor amuebladas de la Semana Santa de Jerez, me traslada la semanal aseveración cofrade de premio al quince a propósito de las mudables Carreras Oficiales, el quimérico engranaje de los horarios e itinerarios y otras batidas al duelo en el O.K. Corral -por expresarlo en términos de título cinematográfico con escenas falsas rodadas en el Fort Bravo de los mentideros de acá y acullá-. Dice el sensato de Sebi: “Las soluciones de nuestras cofradías, en sus horarios e itinerarios, comienzan por el replanteamiento general del tiempo de paso”. Ahí quedó este zanco sobre el mármol de la verdad del barquero con conocimiento de causa. Lástima que Sebi no se prodigue más en según qué tribunas públicas. En él la formación -cofrade, religiosa, humana, humanista- nunca es un débito.

Gamma: Salto al acecho de la noticia. Novedad literaria a babor. Imprimátur. Fernando Sánchez Dragó -ese guerrero ácrata- publica ‘Santiago Abascal. España vertebrada’. Dragó -que se debate entre lo apolíneo y lo dionisiaco- juega en casa -el libro se prefabricó en Castilfrío de la Sierra. O sea: en su morada de anarquía y tecleo- con cartas ajenas (la conversación sostenida por “Santi” durante tres intensos pero no intonsos días). Dragó procuró llegar al líder político -contactar con él- por la traversa vía. Por la directa todos sus gozos cayeron en los pozos de lo infructuoso. Bertín Orborne ha sido más efectivo (al menos en el número de intentonas). Este libro no es una entrevista, sino una conversación. No es apología ni invectiva. Sino relato que retrata: los lectores y electores tienen que saber quién es Abascal. Sin apuntes subjuntivos. La charla entre el autor y el político se desarrolla a tumba abierta. Estas páginas -por actuales- tienen recorrido. Para quienes cataloguen al líder de Vox como reformista y para quienes como un revolucionario de extrema derecha. “Él no pretende llegar a la Moncloa, sino que sus ideas lleguen a la Moncloa”. Lo dice Fernando, la mano escritora de ‘El camino hacia Ítaca’. Fuera de cualquier moralina ideológica -o no-, esta obra promete literatura periodística en estado de emergencia. Pronto nos zambulliremos en su lectura. En su vertebrada lectura.

Delta: Asisto a la misa aplicada en San Francisco por el alma de José Guerra Díaz, quien falleció el pasado 22 marzo a la edad de 102 años. En las ‘Églogas de Virgilio’ se lee aquello de “fortunate senex!”. Afortunado anciano fue este simpaticón padre, abuelo y bisabuelo de toda una estirpe de jerezanos y no jerezanos que anteponen el valor de la familia a cualquier otro accidental postulado mundano. ¿Verdad que sí, Jose Quesada?

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