Jerez milagroso para Alfonso XIII

Cuarto de muestras. Vino y salud

Se prepara la nueva Ley del Alcohol: carnes abiertas en el Marco Glosario para la ministra Mato de los beneficios, virtudes y excelencias del consumo moderado de jerez

Jerez milagroso para Alfonso XIII
Jerez milagroso para Alfonso XIII
Juan P. Simó

20 de julio 2014 - 01:00

Ya circula por todos los mentideros el borrador de la nueva Ley del Alcohol de la ministra Ana Mato y ya andamos por aquí que no nos entra la corbata. De principio, la ministra ya la ha liado parda: Los bodegueros se han lanzado de uñas y dientes a criticar que la nueva norma oculta los beneficios del vino, que restringe su publicidad en la tele y en las vallas publicitarias y que no quieren ni hablar de la "mala imagen" que puede sufrir el producto.

Y como nosotros no podemos quedar al margen, le recordaremos a la autoridad las virtudes del vino de Jerez, las tenga en consideración y todos contentos. ¿Qué mejor publicidad, a coste cero, para el jerez que enumerar sus grandes milagros?

Conocíamos muy bien en Jerez el milagroso caso del pequeño Manuel María González-Gordon, marqués de Bonanza, el MM que le llama Begoña, que contando con muy pocos años logró superar una enfermedad incurable gracias a las cucharaditas de jerez que le proporcionaba su madre María Nicolasa Gordon. Tan efectivo tuvo que ser el remedio, que el autor de la 'Biblia del vino' gozó de una vida saludable y una plácida senectud hasta encontrarse con la muerte a los 94 años. Pues si impresionante fue lo de MM, más curioso y poco conocido fue el tratamiento que se dispensó al niño Alfonso XIII cuando contaba con solo cuatro años de edad. José Luis Jiménez ha tenido la santa paciencia de escudriñar en la prensa de la época, enero de 1890, sobre el estado de salud del Borbón. Alfonso XIII debió de ser de naturaleza enfermiza. Ya desde muy pequeño, le atiborraban de caldos, leche y vino de Jerez para combatir sus desvanecimientos, fiebre y debilidad, que se le suministraba continuamente, hasta en horas de madrugada. Y, a base de jerez, aquel hombrecito logró salir adelante.

Otro 'superviviente' que debe su vida al jerez fue aquel soldado del segundo escuadrón de caballería de Santiago, que en 1854 andaba el hombre hecho una ruina, con una neumonía que le complicó la existencia. Le suministraron de todo y, como remate, el médico ordenó se tomase cada tres horas un bizcocho empapado en vino de Jerez seco. El hombre fue mejorando y un mes después abandonó la clínica por su propio pie.

Nuestros remedios

Pero bueno, ¿qué hay que decir de las bondades y virtudes del jerez que no sepamos? Por ejemplo: ¿Conoce nuestra ministra el remedio casero del candié, esa copa de jerez dulce con una yema de huevo que era infalible contra la gripe y el resfriado? El candié, como ya sabréis, es una 'derivación' muy sui géneris en Jerez para llamar al término inglés candy eggs (huevos dulces). En Jerez, donde hemos mamado cultura inglesa de por años, hay infinidad de términos 'adaptados'. Recordad al viejo doctor irlandés O'Brian, hombre que debió ser listísimo y del que dicen además que era tuerto. Fue director de las minas de Riotinto y exhibía tantos conocimientos que se le quedó aquello de 'sabe más que Briján' para siempre'. De O'Brian, Briján. El washinnein, el guiri, dicen que procede realmente del inglés 'what´s your name?', el saludo con el que los gaditanos recibían a los ingleses que desembarcaban en los muelles. En Jerez, cuando alguien nos habla de la bodega 'Uvilla', sabemos que se refiere a Willliams. Y así, infinitos. Ahora defienden algo más retorcido: que el vocablo castellano 'chiribitas' procede de los ingleses sherry y bitter, una bebida que consumían los británicos y que les ponía los ojos de idem.

Pero no nos desviemos. Hablábamos del saber popular. Del candié, pero ¿quién no ha oído hablar del remedio de medio vaso de jerez con dos huevos para combatir la anemia?, ¿nadie ha escuchado tampoco aquello de que el 'Río Viejo' mata los bishitos de la gripe?

Y, por si lo anterior fuera poco, después existen millones de razones que constatan eruditos, historiadores, médicos, investigadores y organizaciones de la salud durante los siglos de los siglos y que concluyen en este simple enunciado: el consumo moderado de vino es bueno para la salud.

Desde el longevo Noé -que al parecer se las cogía del quince- hasta nuestros días todo son excelencias y virtudes hacia el vino. San Mateo aconsejaba a su discípulo Timoteo que "en adelante, no bebiera agua, sino un poco de vino por causa del estómago y tus continuas enfermedades". O Hipócrates, que debió ser también un gran amante de la 'barra libre', lo defendió como remedio ideal para la fiebre del combatiente mientras Homero decía que aumentaba la fuerza.

En la farmacopea clásica, el vino de Jerez está registrado con el nombre de Vinum Xericum, lo que bien habla de sus virtudes tónicas y terapéuticas. Y el grandísimo cirujano y político Fermín Aranda, padre de nuestra recordada 'reina del vinagre', Pilar Aranda, el primero del mundo en realizar una operación a corazón abierto, era tajante cuando decía que los vinos jerezanos "son, con razón, vinos llamados de vida, porque contienen hierro, nitrógeno y vitamina y una cantidad de alcohol como antitérmica".

Jerez como alimento

Pero hay más argumentos: Pasteur, que inventó la fermentación alcohólica del vino, hablaba de éste como "la más sana e higiénica de las bebidas" y el mismísimo descubridor de la penicilina, sir Alexander Fleming, que estuvo por Jerez en 1948 para inaugurar la antigua Clínica Girón (hoy, Moncloíta) dijo sin tapujos que "este vino resucita a los muertos". Otro médico, José Luis Ruiz Badanelli, echó por tierra la falsa leyenda de que el jerez, bebido sin excesos, fuera el causante de la cirrosis y en su lección de la Cátedra del Vino lo dejó muy clarito: "El vino de Jerez tiene cualidades sorprendentes. No irrita el estómago con compuestos ácidos, taninos y tartratos, como ocurre con otros vinos. Es un excelente alimento y poderoso reconstituyente que, administrado en un momento adecuado al enfermo, fortalece su músculo cardíaco, anima su moral y acelera su metabolismo".

Me gusta eso del vino como alimento. No hace tantos años, cuando la gusa apretaba, trabajadores de las bodegas distraían alguna que otra botella durante su jornada en la bodega. El vino quita el hambre y, por lo tanto, a falta de pan, bienvenido sea el vino. Colón el descubridor, póngase por ejemplo, se avitualló de botas de jerez como sustitutivo del alimento para su travesía a América porque jamás sabría dónde comenzaba el Nuevo Mundo. Y así hay noventa mil casos.

"Tónico vivificador"

Leed cómo llamaba al jerez nuestro gran bibliófilo José de Soto Molina: "El tónico vivificador por excelencia", mientras Benito Pérez Galdós lo definió como "vivífico" y muchas de sus obras están impregnadas en esa preocupación por exaltar las virtudes medicinales del jerez. En el pasado más reciente, un Nobel, Martin Rodall, vino a Jerez para respaldar el trabajo de la familia Estévez sobre la reducción de histaminas en el jerez y no pudo más que alabar nuestros vinos como "una bebida saludable". Como Severo Ochoa, el científico más prestigioso que ha dado España, que pisó González Byass y no dudó en deshacerse en elogios sobre las aportaciones del jerez a nuestra salud.

Habrá que tener en cuenta además lo dicho por otro médico y científico de relumbrón, el madrileño Gregorio Marañón, protagonista -como sabréis- de la primera lección de la Cátedra del Vino de la Fiesta de la Vendimia en 1955. Su discurso fue concluyente defendiendo el consumo moderado: Rechacemos los supuestos peligros del vino en la salud. "Yo he visto -decía-, a conciencia, con las historias clínicas, minuciosas, redactadas por mí o por mis colaboradores, cerca de cien mil enfermos de todas las lesiones y sufrimientos. Y puedo decir que el número de enfermedades que, con seguridad, he podido atribuir directamente al alcoholismo es muy pequeño". Marañón mantenía que, sin excesos, el vino es inofensivo y, muchas veces, útil", y daba con la regla para separar lo útil y permitido de lo dañino: "El vino es bueno mientras lo bebemos bajo el dominio de nuestra voluntad, mientras pueda el bebedor dejar de beber cuando quiera. En cuanto la voluntad se doblega y no nos podemos pasar sin nuestro vino, es que hemos entrado en la zona de la esclavitud".

Bueno, y si hablamos de sus cualidades como antioxidante para combatir el cáncer o la vejez ya es el remate del tomate. En los jereces, el antioxidante es cien veces más efectivo que la vitamina C y 25 veces mejor que la vitamina E. Estos antioxidantes son conocidos como polifenoles, atacan a los radicales libres y combaten los efectos del envejecimiento.

Una larga vida

Porque otra cosa no, pero longevidad, lo que se dice longevidad, en Jerez nos sobra. Pongamos sobre la mesa un solo ejemplo familiar: Pensad de nuevo en Manuel María, que alcanzó los 94 años después de que los médicos le desahuciaran siendo un bebé. O su propio padre, el gran Pedro Nolasco, que se nos fue con 97. Y su padre, el fundador del negocio, Manuel María González Ángel -que reconocía que el jerez le salvó de una hemoptisis que sufrió de joven-, que llegó a los 75, demasiado para la época. Y, para rematar, su recordado bisnieto Mauricio, que nos dejó el año pasado a los ¡90 años! "Los bodegueros de Jerez nos han enseñado a llegar a viejos", decía un jefe de compras de Hamburgo.

Y ya para poner punto final, recordamos al jiennense Manuel Salido de la Cal, empresario de artes gráficas y padre de Antonio Salido Paz, fundador de 'Jerez Industrial', que al cumplir el centenario declaró en varias entrevistas cómo había logrado llegar a esa edad. "Todos los días me tomo un vasito de vino antes de almorzar: Una copa de oloroso para entonarme y una o dos de fino si se tercia. Me sienta estupendamente".

Pues ya lo sabéis. Y es que en Jerez, el que no se consuela es porque no quiere o es que es tonto.

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