Juegos ecuestres en la Plaza del Arenal (y II)

Jerez, tiempos pasados Historias, curiosidades, recuerdos y anécdotas

Se celebraron festejos de toros y de cañas y alcancías, en honor de los Reyes Católicos. José Cándido lidió y mató, él solo, tres corridas de diez toros cada una, más un sobrero, a beneficio del Hospital de San Juan de Dios Caballeros encerrando una corrida de toros, en las Reales Carnicerías de la plaza del Arenal, según una pintura del siglo XVII. ARCHIVO DEL AUTOR

Juegos ecuestres en la Plaza del Arenal (y II)
Juegos ecuestres en la Plaza del Arenal (y II)

30 de mayo 2011 - 01:00

LOS juegos ecuestres en la plaza del Arenal datan desde tiempo inmemorial. En ella se forjaban los caballeros de la nobleza jerezana, para las continuas escaramuzas que mantenían contra los moros, a todo lo largo de nuestra frontera; estando así preparados, además, para cualquier acción de guerra a la que eran llamados por los reyes de Castilla. Desde que el Arenal dejara de ser arrabal musulmán, en el siglo XI, hasta el siglo XIX, aquí se celebraron justas y torneos caballerescos, fiestas de toros y alcancías y no solo celebraciones lúdicas, con juegos de escaramuza a la jineta y gestas taurinas, como primitiva plaza de toros - la más importante quizás que haya tenido Jerez -, sino también hubo tiempos en que fuera escenario de ejecuciones en la primitiva picota, donde tantos reos fueran ajusticiados. Pero ciñéndonos a los juegos ecuestres, quizás lo más notable de todo fueran aquellos que se atenían a las normas y reglamento del famoso libro de vueltas de escaramuza, de gala, a la jineta, compuestas por don Bruno Joseph de Morla Melgarejo, señor de la Alcázar y torre de Melgarejo, que se publicaron en 1737 y que se practicaron en el siglo XVIII por los más notables caballeros. Un libro, nos permitimos recordar, que no fuera tenido en cuenta, para nada, cuando se creó la moderna Real Escuela del Arte Ecuestre, ni para sus mudanzas ni para la vestimenta de los caballeros, ya que el traje que se usó y aún se sigue utilizando parece más bien de bandoleros que de verdadera gala. Con lo que el vestuario actual deja mucho que desear, ya que no responde para nada a la tradición caballeresca jerezana que hubiera sido un verdadero lujo.

Esa tradición es la que haría exclamar al historiador P. Rallón que "si se perdiera la jineta, que la busquen en Xerez", porque aquí "no se críe ningún hombre en ella, que dende muchacho no sepa poner a caballo, aunque sea de la gente más ordinaria, porque la necesidad les hace que apriendan a tenerse en él (…) cuando en lo restante de España estaba tan perdida, en Xerez está tan entera que los forasteros que ven los regocijos ordinarios de la Ciudad se admiran".

Y eso que, ya en el siglo XVII los jerezanos se lamentaban y lloraban la caída de la jineta, que venía siendo reemplazada por el uso de los coches tirados por mulas, cosa que se tenía por afeminada, ya que era más propia de eclesiásticos y mujeres; pues hasta entonces no había caballeros que con sus escuderos no pasearan por la ciudad a caballo, especialmente por la plaza del Arenal, en la que un siglo más tarde todavía podían deleitarse nuestros antepasados con las vueltas de escaramuza, con los juegos de cañas y lanzas, y los de alcancía y otros acontecimientos ecuestres; todos ellos de singular arraigo jerezano

Y ya los caballos andaluces bailaban al son de la música de grandes orquestas, formadas por numerosos profesores, como dejamos dicho en nuestro anterior artículo sobre el tema. Siendo el mayor espectáculo que jamás vieron los jerezanos, el que reseñábamos en tal ocasión, con motivo de festejar la ciudad el feliz alumbramiento de los infantes gemelos por su alteza serenísima la Princesa de Asturias, doña María Luisa de Borbón., en el año de gracia de 1784, y que fuera presenciado por una multitud de más de cuarenta mil espectadores.

Toda la ciudad quedó completamente vacía al volcarse en el Arenal, donde durante tres días hubo festejos ecuestres del mayor lucimiento, en los que los caballeros hicieron gala de sus habilidades, agrupados en cuadrillas; sobre caballos de pura raza española, y vestidos a la usanza más antigua, con colores rojo y blanco, bandas de seda, plumas de colores, espadas, joyas y fastuosos aderezos. Complemento de toda clase de juegos, desde el siglo XV, los caballeros también alanceaban toros bravos y nacía en el Arenal el toreo a pie, convirtiéndose la plaza en el primer gran circo taurino del sur de España.

Y en presencia de los Reyes Católicos aquí se lidiaron toros y se jugaron cañas rostro a rostro, según otra vieja tradición jerezana que durara hasta el siglo XIX. Y aquí, también, el caballero don Francisco de Estupiñán y otros de la nobleza, festejaron por San Juan del 1568, en su onomástica, al señor don Juan de Austria, en memorable jornada taurina, en la que los nobles alancearon una corrida de doce toros.

Alanceadores de pro serían, durante dos siglos, los más valientes caballeros de las nobles familias de los Ponce de León, los Spínolas, los Zurita, los Dávila, los Morlas y los Villavicencio, entre otros linajudos apellidos; jugándose también toros en los festejos menores, llamados de golilla. Como se ve, durante varios siglos, la plaza del Arenal sería el palenque más apropiado para las fiestas de toros, en la que también mostrarían sus habilidades los primeros diestros profesionales que tuvo el toreo a pie, como Pedro Romero, Pepe-Hillo, Costillares y el célebre José Cándido, que mató él solo, en julio de 1767, treinta toros y un sobrero, a beneficio del primitivo Hospital de San Juan de Dios, de cuya hazaña se habló largamente en toda España, y hasta en la propia Corte.

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