"Laboralmente, me encuentro mal, muy mal; me siento inútil"
· "Te jubilan como al que no sirve, te tiran a la papelera" · "Me bloquearon el ordenador y cortaron el teléfono. Fueron mezquinos" · "¿Es que de pronto no sirvo para nada?"
- ¿Cómo se encuentra?
- Pues desde el punto de vista estrictamente personal estoy bien porque no tengo horarios, no tengo nada que me coarte mi actividad, me levanto a la hora que me parece conveniente, veo películas, leo libros, montones de novelas y libros que tenía ahí pendientes los últimos años. Hago entre una hora y media y dos horas de paseo todos los días, pero paseo andando un poco deprisa para que el corazón se mueva. Desde el punto de vista que yo denominaría social, pues la verdad es que me encuentro mal, muy mal, por una razón: Me siento inútil. Cuando uno lleva 45 años dedicado a una profesión como ésta, primero de abogado y luego de juez, en la que estás realizando actividades permanentemente y entrando y saliendo de conflictos y con una tensión bastante grande en algunos momentos, imagínate. Yo estuve durante 11 años en un juzgado de Instrucción de Vitoria-Gasteiz, en los años 93, 94, fueron años terroríficos donde no sabías si ibas a llegar a mañana o no ibas a llegar. Y de pronto llega el 15 de septiembre del 2010 y te dicen: 'Mire usted, a partir de mañana no sirve, lo tiramos a la papelera.' Pero, oiga, si yo ayer podía mandar a un menor ocho años a un centro y podía hacer muchas actividades. ¿De pronto no sirvo para nada, se me ha olvidado todo lo que sabía? Entonces la sensación de ser un inútil total aumenta cuando además pasas por la sede de los Juzgados, hablo con mi mujer y me lo cuenta porque ella es funcionaria de un Penal, y ves que los compañeros están hasta arriba de papeles, que en los juzgados ya no caben más, que no sé cómo esto se va a mantener porque la situación es explosiva. Estamos viendo que los juzgados de lo Social están señalando los juicios para el 2014, pero ayer me decía mi mujer que en el Penal, donde ella trabaja, los asuntos que entran ahora ya tienen año y medio para celebrar juicio. Y mientras, tú estas mirando y piensas: ¿No podría yo echar una mano?
- ¿Cree que su salida como juez se hizo, digamos, de malas maneras?
- Lo que sí me sentó mal y me pareció una escasa delicadeza por parte de la Junta de Andalucía, fue que el día 16 de septiembre, un día después de la jubilación, fui por los Juzgados a recoger mis cosas, intenté abrir el ordenador y ya no podía entrar y me cortaron el teléfono. Fue una cosa mezquina, desagradable. Yo llamé a Sevilla para saber qué pasaba y me dijeron: 'Es que usted ha causado baja por jubilación'. Pero bueno, dije, yo tengo un montón de cosas en el despacho que me tengo que llevar y hasta que venga el nuevo, que va a tardar 20 días o un mes me gustaría seguir aquí solventando algunos trámites, sin tomar grandes decisiones para no comprometer a nadie pero un poco para normalizar la situación. Entonces mandé unos escritos al Tribunal Superior de Justicia y al Consejo, diciendo que me ofrecía en las condiciones que fuera a desempeñar el trabajo que fuese necesario y me contestaron escuetamente diciendo que el artículo no sé cuántos de la ley no sé cuántos dice que a la calle.
- ¿No pudo pedir una prolongación de actividad?
- Bueno eso fue lo que pedí, que me permitieran seguir trabajando, pero nada. Hay un argumento que a veces se maneja en este sentido que es: Hombre, hay que sacar a los que están muy arriba para dejar sitio libre para los que vienen. Bien, eso en determinadas situaciones o en determinadas circunstancias pero en este caso el argumento decae, porque tenemos una media de jueces por habitantes que no llega a la media europea, es decir, necesitamos 1.200 o 1.300 jueces. No tanto nuevos juzgados, sino jueces que se dediquen a resolver sin necesidad de tener detrás un montón de personas que están trabajando en trámites procesales, la mayoría de los cuales son completamente inútiles. El problema es que si tú pudieses fabricar mil jueces en tres meses, pues efectivamente habría que dejar sitio a todos esos jóvenes que vienen ahora, pero resulta que es imposible fabricar un juez en tres meses, ni en seis ni en un año. Hasta que nos acerquemos a la proporción de Alemania, de 18 jueces por cada 100.000 habitantes y no de diez como tenemos aquí y además las retribuciones sean similares a las de los compañeros de la Unión Europea, no cabe ese argumento. Y los que utilizan el argumento de decir que la edad media de vida ha subido y por tanto vamos a aumentar la fecha para la jubilación, pues ese mismo argumento sirve para decir que no me quiten de trabajar a los 65 años o a los 70, porque hace diez años a esa edad se era un viejecito, pero ahora soy como mucho de la tercera edad. Me parece un despilfarro que personas que nos dedicamos a una actividad intelectual nos tengamos que jubilar forzosamente.
- ¿Echa entonces de menos su profesión?
- La verdad que sí, son tantos años metido en este lío, que me siento vacío porque me gusta. Fui 25 años abogado en Madrid en momentos también muy difíciles. En el año 68 debuté en el Tribunal de Orden Público defendiendo a la dirección del Partido Comunista de España marxista leninista pensamiento Mao Tse-Tung, los que se llamaban los pro chinos. En el 90 entré en la carrera judicial por el cuarto turno como jurista de reconocido prestigio, según dice un real decreto que tengo guardado una copia y me fui diez años al País Vasco, donde estuve como juez de Instrucción primero y de lo Penal, después. Y luego ya decidimos volver a la patria y nos vinimos para acá. Como resulta que mi familia procede de Sanlúcar pensamos que Jerez era un sitio estratégicamente interesante.
- ¿Cuál es el peor momento que usted recuerda de su estancia en Jerez bien como juez de lo Contencioso o en el Juzgado de Menores?
- Bueno, mi peor etapa en Jerez fue el tiempo que estuve en el Contencioso.
- Durante los conflictos con la Gerencia de Urbanismo, ¿no?
- Cuando el Ayuntamiento decidió que yo era una persona indeseable y que tenía una animadversión contra el equipo de gobierno y la ciudad de Jerez, algo sorprendente porque se puede tener enemistad con una persona o con mil, pero con toda una ciudad me pareció un poco exagerado. Fue un tiempo terrible, no tanto por la recusación misma sino por circunstancias que hubo alrededor. La recusación era un fraude tan evidente que lo que no entendí nunca es que quien tuvo que resolverla lo pensara tres veces. La ley es clarísima: tú puedes recusar a un juez porque tiene amistad o enemistad manifiesta con uno de los litigantes, intereses en el asunto, pero tú no puedes recusar, como a mí se me hizo, a perpetuidad para todos los asuntos.
- Molestaba, en definitiva.
- Claro, ¿qué se pretendía? Paralizar el Juzgado, como se consiguió. Pero hubo algo que fue peor que eso, porque esto era una cuestión que yo sabía que era una barbaridad y estaba seguro de que quien lo resolviera lo haría a mi favor, que desestimaría la recusación. Lo peor fue durante ese tiempo, cuando yo salía del juzgado e iba al bar de enfrente, pedía un café y había unos abogados y les decía: 'Hola, buenos días, cómo estáis, os invito a un café' y me contestaban: '¡Perdona, es que tengo prisa!'. Y se iban todos corriendo. No había nadie en esta ciudad que quisiera ser visto conmigo, como si yo tuviese la lepra. Sólo hubo una persona, que en aquel momento era el presidente del Consejo Regulador, Luis García Ruiz, que es una bellísima persona, que me llamó nada más enterarse y me dijo: 'Quiero invitarte a comer y, además, al restaurante donde haya más gente'. Cuando estaba en Vitoria viví una situación similar. Yo condené a una serie de policías por maltratar y causar lesiones a detenidos y esto motivó la reacción del señor Rojo, hoy presidente del Senado, que era entonces primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Vitoria. Este señor me denunció al Consejo y al Tribunal Superior y a la prensa y a todo el mundo diciendo que si había algún ataque a las Fuerzas del Orden Público en la provincia de Álava se consideraría que el autor intelectual era yo. Otra barbaridad, pero esto se difundió a todo el mundo y se consideraba que yo estaba trabajando para los terroristas. Naturalmente, intervino el señor alcalde, que era del PNV en aquel momento, convocó a la prensa y dijo que la única persona que representaba al Ayuntamiento de Vitoria era él y que, en ese momento, retiraba su confianza al señor Rojo. Es más, en las fiestas de Vitoria me encontré al alcalde y me invitó a los toros, tomamos café y cuando yo le dije que igual no era oportuno que nos viesen juntos, me contestó lo mismo que Luis unos años después: que quería que nos viese la gente. Yo a esas dos personas les agradeceré siempre el detalle que tuvieron conmigo.
- Se ha 'librado' de esta avalancha de denuncias de niños robados. ¿Qué opinión tiene?
- Bueno, si es que son robados, por que todavía no se sabe. Habría primero que investigarlo, pero entonces ocurren dos cosas: en algunos casos, el delito habría prescrito y claro es muy lamentable, pero si ha prescrito ha prescrito. Y en aquellos que no hubiese habido prescripción el problema es la investigación. Es que es muy difícil. ¿Quiénes son los responsables?, ¿a quién podemos acusar? Es muy complicado, con un coste enorme. Y resulta llamativo y sintomático que han pasado años que nadie ha denunciado, nadie ha dicho nada y de pronto hay una avalancha y dices: bueno, esto ¿a qué se debe? Yo comprendo que la gente no entienda que si hay un delito no se pueda investigar porque hay prescripción, pero es que, mire usted, la Justicia tiene unas normas.
- La gente pide una Ley del menor distinta, más dura.
- La ley del menor puede ser dura o no dura pero depende con qué mimbres estemos actuando, qué tipo de persona es el menor, qué relación tiene con su familia. En los juzgados de Menores se estudia todo, cuando imponemos una medida no nos fiamos sólo del hecho delictivo, el juez de Menores tiene en cuenta otras circunstancias y además tenemos la potestad de modificar la sentencia si la situación cambia y en vista de la evolución del menor.
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