Manuel Garrucho, el boticario fiel

Primer farmacéutico en La Constancia , dice que "la barriada nació con vida y con ella saldrá"

Manuel Garrucho, el boticario fiel
Manuel Garrucho, el boticario fiel
Juan P. Simó Jerez

13 de julio 2015 - 07:18

A falta de cura, maestro o camarero, ahí siempre estará el boticario. La verdad es que son muy parecidos. Escuchan con paciencia de Job, pisa un tío el local y ya saben de lo que va y, regla absoluta, la del silencio.

Los boticarios, los modernos farmacéuticos, también deben hacer votos por la discrecionalidad. Valen más por lo que callan que por lo que cuentan, lo cual es muy normal y correcto. Bueno, pues me he citado con este hombre que araña segundos ante los inexorables 84 años. ¿Quién no conoce a Manuel Garrucho Rivero? Natural de Espera, desde 1956, Manolo fue el boticario de la barriada de La Constancia. Que se dice que su padre era funcionario municipal y que supo por lo bajini que la Junta Fomento del Hogar iba a levantar una nueva barriada. Y allí se instaló. Aquel 'mago' hacía jarabes para la cura de todo mal, también los cataplasmas en su negocio de la calle Manolete, que con los años tuvo que trasladar... Era una autoridad, un hombre sabio y de respeto a los ojos de todo el vecindario. Dio de mano después de cerca de cincuenta años detrás del mostrador. El progreso le desbordó a Manuel: "Esto -decía- ha dado un vuelco en años y ¡pum!, y donde era una cosa ahora es otra..." Y ahora anda jubilado viendo tranquilamente pasar la vida. Una de sus hijas le ha seguido en el negocio.

Bueno, y a su vera está otro personaje: José Saborido Mera, Pepito, que fue el 'niño de la farmacia' pero que ahora tiene 70 años. Compadres, Pepe y Manuel han sido siempre grandísimos amigos . Juntos trabajaron en aquella farmacia cuarenta años, con sus días y sus noches, y sin una palabra más alta que otra. Dos memorias juntas que acumulan años y años. Esto es lo que veían y vivían desde el mostrador de la antigua farmacia de la calle Manolete.

Manuel es otro 'hijo de La Constancia', la modélica barriada que puso en pie Fernando de la Cuadra en 1956, el mismo año en que abre la botica. Allí vivió durante años frente al local, que pasó por ser el primer local del barrio con teléfono. Un día le llamó Onofre Lorente: 'Tengo una buena oferta para ti -le dijo-. ¿Te hace falta un empleado?' 'A mí me hace un gran favor', le contestó Manuel.

Onofre le explicó que le encantaría que el empleado siguiera con él, que demostraba buenas cualidades, pero que la verdad era que en su negocio tendría poco porvenir. 'Pero como tú eres mi amigo y sé cómo lo vas a tratar, te lo cedo'. Entonces, Pepe Saborido entró a trabajar con Garrucho. Y sembraron una amistad que aún persiste hoy día tras ocho lustros.

Y afloran recuerdos y más recuerdos. En 1956, se entregaron aquellos pisos a familias que procedían de una casa de vecinos. La mayoría de los inquilinos trabajaban en las bodegas. Los pisos de Fomento del Hogar eran idénticos. Por eso, en los primeros días, en la plazoleta que había detrás de la farmacia resonaban voces. '¿Mari!, -gritaba alguien-, ¿cuál es la casa?'. La botica era siempre punto de reunión. Un asiduo, Andrés Vivero, por ejemplo, fue persona muy viva. Hombre trabajador, cobraba de todo: el recibo de 'El Ocaso', el de la parroquia... llegó un buen día a la farmacia y le dijo a Manolo: 'Para mí, es imprescindible tener un chupete. Si me falta el chupete, estaría dispuesto a meterme un tiro'. Esa fue la primera condición que puso a Manolo. Después le dijo: 'No le pagaré al momento, ¡pero sí lo haré cuando cobre la extra de Navidad y la del 18 de julio!' Y así fue, hasta que el pobre tuvo que decir adiós. Andrés era gracioso: Vendía a don Manuel una botella de vino por una peseta.

-¿Y tú qué haces con una peseta?

-Me voy a la plaza Santa Rosa, donde puedo divertirme con ese dinero.

Después afloraron los bares en la barriada: 'La Constancia'o 'El Chirri' cuando Juan Flor ya levantaba 'El Tendido 6'. Todo era alegría, era trabajo, trabajo y trabajo. Los vecinos de La Constancia fueron gente muy modesta, pero trabajadores... los primeros. Algunas figuras salieron de ese laberinto de viviendas. Villanueva es un buen ejemplo. Su hijo llegó a convertirse en gran ciclista hasta tomar parte en el Tour.

Tres años después abrió el 'Bar Manolete', orgullo de la barriada. El 'Manolete' lo frecuentaban toreros de altura que se preparaban en la plaza de toros, un bar muy torero, que día a día arremolinaba a maestros, aficionados y curiosos. ¡El tío hacía hasta cien cafés y cien copas de cognac cada mañana! Casi todo el mundo acudía en bicicleta al bar. Si salían de La Asunción, cogían por La Vid, luego El Pelirón hasta llegar al 'Manolete'. "La primera bodega que encontraban era una de González Byass que vendía bizcochos; luego Williams y , por fin, la de Garvey".

Pero el automóvil se impuso y, con él, el Seíta. Muerte a la bicicleta. Ya casi nadie paraba en el 'Manolete'.

La vida continuó. Se abrieron los primeros comercios, entre ellos 'Vallejo'. Bueno, ¿y cómo no recordar a Julián Gómez, el cartero? Un bohemio apasionado del teatro, que montaba sus obras y que ¡hasta hablaba inglés! "La Feria de mayo proporcionaba también mucho dinero, trabajo y vida a la barriada. Y luego vino lo espiritual: Antonio Mateos Mancilla y todos aportamos una colaboración económica para levantar la parroquia, que tuvo muchísimo movimiento y por donde pasaron unos buenos curas, como aquel que era muy futbolero, muy culé, al que llamaban 'el cura penalty".

La farmacia era un confesionario. Todos acudían a pedir consuelo. "Y se han salvado muchas vidas, quizás por falta de cultura" dice Manuel. "Muchos vecinos iban al médico y volvían luego a preguntar al boticario. El doctor Ruiz Badanelli era un hombre sabio y muy ameno, pero tenía un defecto: Era tartajoso. Tartajoso hasta para escribir la recetas. Aquello no se entendía. Un día vino José Luis Vega, de Sanlúcar, con una de esas recetas ilegibles. Llamé a Badanelli: 'Don José, ¿usted qué ha puesto aquí?' 'Pues ni yo lo sé', contestaba.

Así se forjó 'La Constancia', y ahora sigue la vida, el movimiento en un lugar en el que todos se conocen y ayudan y forman una gran familia. "Por eso, amigo Paco Flores, como diría Pemán, quiero decirte que la barriada no es una barriada de luto; es una barriada de gracia y de sol".

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