Máriam Guerra, la historia de una voz
Música
La soprano jerezana debutará en el Villamarta, este jueves, 22 de diciembre, con 'Carmina Burana', junto al coro del Teatro
Jerez/Hace algunos años, una niña de la barriada de La Granja, en Jerez, se enamoró de la música sin saberlo. Desde muy pequeña la había sentido muy de cerca en su familia, su padre tocaba la guitarra y era presentador de un par de programas de radio local, donde ponía música de los 70/80/90’s… y en los que esa niña solía participar y presentar canciones, o simplemente iba porque le encantaba asistir de público, sólo por ver a su padre transmitiendo en directo y poniendo su música favorita, a través de un cristal.
Cuando no estaba en el colegio, pasaba el tiempo en su habitación cantando por Mariah Carey, Whitney Houston, Céline Dion... Su pasión era tan grande que su vida giraba siempre en torno a la música, sin que ella fuera consciente. Los fines de semana, cuando iba al campo, solía jugar a imitar el canto de los pájaros y cuando visitaba la casa de sus abuelos maternos, su abuelito, que cantaba por Antonio Molina y lo adoraba, se metía con ella de manera juguetona, porque decía que nunca haría los gorgoritos de Antonio Molina. Aquella niña le sonreía y le respondía al abuelo que Antonio Molina era único y que un día él la vería a ella haciendo sus propios gorgoritos en algún sitio "chulo".
Pasaba el tiempo y aquella pasión iba madurando, hasta el punto que deseaba conocer más. Quería cantar, necesitaba cantar todo el rato, era como si el espíritu de su voz tuviese hambre de nuevas canciones, nuevos retos, nuevas aventuras. El padre le dijo que si quería estudiar Música, que en la escuela municipal tenían un coro, siempre que estudiara otro instrumento. Así que ella empezó a estudiar piano, pero sólo para participar en el coro de la escuela. Pero la niña sentía que no era su lugar y lo dejó al poco tiempo. Ella quería cantar.
Pasaron los meses, los años, y su hambre de música se incrementaba. Tenía la bonita e inocente edad de 15 años. Una tarde, así como quien no quiere la cosa, estando la niña en su habitación, entra el padre y le dice: "prepárate que tienes una audición". "¿Una qué?", preguntó confundida. "Una prueba, cariño", respondió él. A lo que la madre añadió de forma burlona: "una prueba para un grupo de rock". La niña con mala cara, le dice a la madre: "mamá, no me veo yo sacudiendo la cabeza así… "(imitando el movimiento de un rockero en todo su éxtasis). Así que se vistió, de negro impoluto, para hacer aquello que decían de una "audición".
Se montó en el coche, sin saber dónde iba, sin saber qué tenía que hacer… Nada. El padre la llevó hasta el lateral de un teatro. "Hemos llegado, cariño. Tienes que entrar por esa puerta gris, que es la puerta de artistas, pregunta por la audición para el coro y allí te guiarán". La niña se quedó ojiplática. Miró hacía la inmensa puerta gris y se giró hacía el padre con voz incrédula y nerviosa: "pero, papá, ¡¡es el Villamarta!! ¿¿Qué voy a hacer aquí??". "Cariño, vas a cantar, hazlo como lo haces en casa y todo saldrá bien".
La niña, temblorosa, llamó al timbre de la puerta y le abrieron. Pensaba en miles de cosas a la vez, sin tener tiempo de reaccionar, ni de ser consciente de que aquel momento iba a significar un antes y un después en su vida, le indicaron amablemente que la audición iba a ser en la sala de coro. Le dieron instrucciones para llegar. Estaba tan nerviosa que se confundió de planta, luego de puerta… Y así hasta que finalmente llegó.
Entró en una sala que precedía a la llamada sala de coro, vio un mobiliario que sólo había visto en películas. Toda la sala giraba en torno a una fila inmensa de tocadores. Cuando llegó a la puerta de la sala de coro, se dio cuenta de que no era la única que estaba esperando para la audición, había un joven muy alto y que fue simpático con ella. El joven entró primero a hacer la audición. Ella aprovechó para escuchar muy atentamente en qué consistía la prueba. Escuchó cómo al joven le hacían cantar una serie de ejercicios vocales y luego un trozo de alguna canción que ella desconocía. La niña estaba impresionadísima. El joven tenía una preciosa voz de barítono. Abrieron la puerta. "¿Estás lista?", preguntaron. La niña respondió con timidez y nervios un "sí" que sonó más a "¡socorro!" que a otra cosa.
La sala era inmensa, sobre todo, para una niña. A la derecha, y situado en el centro, había un piano vertical y sentado a él, un hombre que respondió a los nervios de la niña con mucho cariño. "Hola. Mi nombre es Ángel y soy el director del coro. ¿Qué me vas a cantar?". "Yo… No sé, nunca he cantado ópera". "Bien, si te parece, vamos a vocalizar un poco y vemos tu tipo de voz", le tranquilizó él.
La niña empezó a vocalizar por primera vez. Curiosa y maravillada de cómo iba sonando su instrumento, cada grupo de notas que emitía le hacían perder el miedo y los nervios y extrañamente se empezaba a sentir más y más cómoda. Tal y como le dijo el padre: canta cómo lo haces en casa. Su voz volaba, se sentía libre y sí, se sentía en casa. Después de tanta búsqueda, había encontrado su camino para seguir creciendo y desarrollando su amor por el Canto.
El director del coro paró el ejercicio: "vaya, has hecho un gran Do sobreagudo. Eres soprano y vas a ser una gran soprano, con mucho futuro".
La chica se sentía feliz, pletórica, se fue de la sala, siendo ya miembro de la cuerda de sopranos I, del Coro del Teatro Villamarta, amando la lírica, habiendo definido su sueño y con una nueva pasión. Desde entonces, ha seguido alimentando sus ganas de saber, sus ganas de cantar como los grandes cantantes de antes, con una meta fija, cumplir un sueño de niñez: debutar en el Villamarta con un papel importante.
Para ello, invirtió años y años de su vida para conocer más sobre su pasión, para formarse, estudiar. Se mudó a Madrid. Fueron años muy complicados. Pero, al final se adaptó, y siguió aprendiendo. Todo sacrificio le valió la pena, porque le acercaba cada vez más a su sueño. Ella no quería cantar de cualquier manera en su tierra. Quería que su primera vez en el Teatro fuera con algo especial, algo por lo que le hubiese valido la pena todo lo vivido, algo para recordara y llevarse consigo. Además, debía cumplir su palabra para con su abuelo y, aunque tuvo la gran fortuna de poder trabajar en lo que ella amaba y cantar en teatros muy importantes, tenía la espinita de no poderlo hacer en su tierra, en el lugar donde comenzó todo, su sueño. Así que esperó y siguió trabajando, siguió creciendo, hasta que por fin, pasó.
Máriam Guerra, aquella niña, hoy mujer, debutará en su tierra, Jerez, y en el Teatro Villamarta, tal como deseó. Y lo hará este jueves, día de la Lotería, 22 de diciembre, a las 20 horas, donde interpretará 'Carmina Burana'. Estará acompañada por el contratenor Jorge Enrique García y el barítono Andrés Merino.
"Creo que no hay mejor manera de debutar en mi tierra que al lado del Coro del Teatro Villamarta, donde empezó esta aventura. Con esta obra, que adoro cantarla, con el teatro prácticamente lleno a pocos días de la función y al lado de los míos. No estará físicamente mi abuelo, pero en cada uno de los lugares que he cantado, al finalizar la representación y saludar, siempre un beso se lo lanzo al cielo, donde de seguro observa orgulloso, no por lo que esté o no esté consiguiendo, sino por todo lo que he luchado y he sacrificado para ello".
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