Muere Miguel Rubio Caballero

Obituario

Decano de los periodistas deportivos jerezanos durante muchos años, fue colaborador de Diario de Jerez escribiendo de fútbol y de filatelia, sus grandes pasiones

Miguel Rubio Caballero.
Miguel Rubio Caballero.

30 de octubre 2021 - 09:38

Miguel Rubio Caballero, decano de los periodistas deportivos jerezanos durante muchos años, falleció ayer viernes a los 92 años de edad. Las exequias de Miguel Rubio Caballero, viudo de María Luisa Vázquez García y padre de María Luisa, José Miguel y Fuensanta, se celebrarán mañana domingo en la parroquia de Nuestra Señora de las Nieves a las diez de la mañana.

La Asociación de la Prensa de Jerez ha lamentado el fallecimiento a través de sus redes sociales: "Con tristeza tenemos que despedir a Miguel Rubio. Docente de profesión, fue un histórico del periodismo deportivo. Corresponsal de Efe, colaboró en ABC, La Voz del Sur, Radio Popular, Información Jerez y Viva Jerez. Nuestro más cálido abrazo a su familia y amigos. Descanse en paz".

Nacido en Villacarrillo (Jaén), Miguel Rubio Caballero también colaboró con Diario de Jerez, con una columna semanal de sus 'Burbujitas', como él las llamaba, donde analizaba la jornada futbolística haciendo gala de su sentido del humor y que firmaba con el seudónimo de Myruk. También firmó en el periódico numerosos artículos de filatelia, su otra gran pasión que le llevó a ser presidente del Club Filatélico Jerezano durante muchos años.

Escribía Marco A. Velo de Miguel Rubio Caballero que "hace gala de su segundo apellido. Siempre se me antojó una persona harto entrañable. Caballero lo es raudales: un catón en carne y hueso de los modales paradigmáticos. Saber ser, saber estar. Un señor de cinco letras que rechaza de raíz los aspavientos de lo ampulosamente histriónico. La voz: tenue como el susurro rítmico de una cascada en lontananza. La amabilidad: como un verso que siempre encuentra la concatenación de la rima. La piel: plegada por la tonsura de los años. La mirada: derramada entre la retina a medio gas y la cristalina divisoria óptica de una nostalgia que ni siquiera el semblante risueño esconde. Por él no pasan los años -esa carretera secundaria de la autobiografía- pero sí la imprecación de la remembranza. Estreché amistad con Miguel a medio camino entre la calle San Agustín y la calle Córdoba. Esto es: entre los micrófonos radiofónicos y los teclados de la redacción de periódico con olor contiguo a linotipia. Pongamos que hablamos de finales de la década de los noventa. Leías sus sueltos futbolísticos en papel prensa y enseguida sentías la intiquita sensación con letrilla del tardío Camilo Sesto: mola mazo. Sí: "mola mazo ser como soy porque no quiero ser huérfano de personalidad ni alguien que controlan los demás". Ahora suelo topármelo jamás de bruces por los pagos de la Plaza del Caballo. De súbito nos reencontramos. Miguel parece conservado en formol. A paso quedo, más silente que de costumbre. Imperturbablemente acariciando entre las manos su pasional afición filatélica: "Aquí llevo unos sellitos que he intercambiado. Sigo con mis sellos. Algo habrá que hacer, ¿verdad?". Cuando me despido de su sencillez -impoluta- mis labios se ciernen como el verso del poeta: "con la más indulgente abreviatura del mutismo".

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