Jerez

Obras singulares en el río Guadalete

  • Arriba, vista del acueducto atirantado, junto a la Barca; abajo, sifón sobre el río Guadalete visto desde el que se levanta sobre el Majaceite.

ENTRE las obras construidas para la conducción de aguas en la provincia de Cádiz durante el pasado siglo, dos destacan por su singularidad. Se trata de los sifones ubicados en la Junta de los Ríos, en el límite entre los términos municipales de Arcos y Jerez, y el acueducto atirantado sobre el río Guadalete, situado junto a La Barca de la Florida. Construidas en el primer tercio del siglo XX, constituyen sendos ejemplos de estructuras avanzadas y demostrativas de la altura técnica de que disponía la ingeniería española ya en aquella época.

Los dos sifones gemelos, uno sobre el río Guadalete y el otro sobre el río Majaceite, ubicados a escasos metros aguas arriba del lugar de encuentro de ambos ríos, fueron concebidos como la mejor solución para trasvasar el agua conducida por el canal procedente del embalse de Guadalcacín (en aquél momento en construcción) que discurriría por la margen izquierda del Majaceite. Ello resultaba imprescindible para poder llevar el agua de riego a las miles de hectáreas que se pretendían transformar en tierras de regadío en la margen derecha del Guadalete.

Descartada la construcción de un único sifón que salvara el cauce del Guadalete aguas abajo de la unión de ambos ríos, dada la inestabilidad del terreno que hubiera hecho a la obra más vulnerable ante las avenidas, y el mayor volumen necesario para la misma, el ingeniero Pedro González Quijano (autor también del proyecto del embalse del Guadalcacín) presentó en 1915 el proyecto, comenzando las obras al año siguiente. Sin embargo, las dificultades experimentadas en los años posteriores para el suministro de cemento y hierro, debido a las perturbaciones causadas por la Primera Guerra Mundial, provocaron un retraso de tres años. Finalmente, en 1922 los sifones entraron en servicio y todavía hoy mantienen su uso, conservándose en buen estado.

La peculiaridad de estos sifones es que -a diferencia de los construidos hasta entonces en España- no salvan el cauce de los ríos apoyando las tuberías en un puente, sino que por el contrario, la tubería describe un arco de gran luz, que tiene la peculiaridad de ser autoportante. La gran tubería de hormigón, con 2,5 m. de diámetro interior, salva por dos veces (una sobre el Majaceite y otra sobre el Guadalete), a manera de arco, una luz de unos 40 metros; discurriendo en su interior un caudal de 7 metros cúbicos de agua por segundo. Con su altura sobre el cauce superior a los 20 metros, ambos arcos se elevan por encima del dosel de copas del bosque de ribera que los rodea, ofreciéndonos una singular estampa en el llano paisaje de la campiña.

Por su parte, el acueducto atirantado sobre el río Guadalete (o 'acueducto de Tempul'), ubicado a escasos metros del Puente de la Florida, ocupa un lugar destacado entre los acueductos realizados en Andalucía en el siglo XX. La obra se realizó para sustituir al puente que se construyó en este mismo paraje en 1868, sobre el que descansaba la tubería de abastecimiento de las aguas del manantial de Tempul a Jerez; puente que fue arrastrado por una extraordinaria avenida del río en marzo de 1917.

Esta construcción constituye una de las principales obras en Andalucía proyectada por Eduardo Torroja Miret (1899-1961), el ingeniero español más notable y conocido del siglo XX, célebre por sus estructuras en hormigón armado. Torroja proyectó y ejecutó el acueducto de Tempul con la colaboración desde Jerez del ingeniero Francisco Ruiz Martínez.

El acueducto tiene una estructura formada en sección por un cajón de hormigón armado, en cuyo interior se apoya una tubería de fundición de 42 cm. de diámetro para el transporte del agua.

Aunque inicialmente el acueducto se concibió como una obra sencilla, formada por vigas que salvaban vanos iguales de 20 metros de luz, al efectuar los reconocimientos geotécnicos hubo que introducir modificaciones. Así, la mala calidad del terreno de cimentación en el lecho del río, que hubiera obligado a cimentar las pilas centrales a una notable profundidad con el consiguiente aumento del coste, aconsejó evitar la construcción de los dos pilares asentados en el cauce.

Torroja propuso entonces salvar el cauce del río mediante un gran vano central de 57 m. de luz, eliminando los dos pilares intermedios que inicialmente se habían proyectado. Para sustituir la función de los pilares que iban a situarse en el lecho del río, Torroja dispuso desde los extremos unos tirantes de acero, que actuaban como apoyos elásticos.

Una vez que, con ayuda de gatos hidráulicos, se logró introducir la tensión deseada en los cables, estos se revistieron de hormigón para asegurar su protección frente a la corrosión. Proyectada en 1925, la obra se construyó a lo largo de 1926, terminándose en enero de 1927.

El acueducto atirantado de Tempul es una obra equilibrada de gran belleza formal y un ejemplo del ideario funcionalista que inspiró el diseño de obras civiles en nuestro país durante las primeras décadas del siglo XX. Tras un largo período de progresivo deterioro, en el año 2008 la empresa municipal Aguas de Jerez acometió su restauración integral, con la que ha quedado asegurada su conservación durante muchos años y su permanencia como testimonio vivo del notable esfuerzo realizado durante casi 150 años para garantizar el abastecimiento de agua a nuestra ciudad.

La singularidad de estas dos obras, los sifones de la Junta de los Ríos y el acueducto atirantado de la Barca de la Florida, las ha hecho merecedoras de estar catalogadas como parte integrante del Patrimonio Hidráulico Andaluz.

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