Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

El Rebusco

Oficios de la vid y el vino

  • De viñas y bodegas

  • Lo rural y urbano del jerez

Manuel Morales, enólogo de Sánchez Romate.

Manuel Morales, enólogo de Sánchez Romate.

Escritorio de las bodegas Manuel Guerrero. Escritorio de las bodegas Manuel Guerrero.

Escritorio de las bodegas Manuel Guerrero.

La reciente huelga del sector de vid en el Marco de Jerez nos ha traído a la memoria los años duros de la reconversión en la década de los 80. Pero esta vez resuelta de forma más rápida y menos dramática.

Un periodo crítico que el veterano sindicalista de Jerez, Manuel Fernández, cuenta en su libro ‘La fuerza de la razón. Memorias furtivas de un sindicalista de la vid’ (2020): ‘En 1991, unas 3.000 personas se contabilizaban en el sector de las bodegas, ahora, en el 2021, trabajan unas 800’. Añorando esos enormes cascos de bodega que estaban dentro de la ciudad perfumando la ciudad.

Grabado Vendimia en Jerez (1898) de Fernando Fernández Mota. Grabado Vendimia en Jerez (1898) de Fernando Fernández Mota.

Grabado Vendimia en Jerez (1898) de Fernando Fernández Mota.

Unos recuerdos que se entroncan con los que dejó escrito en 1925 Manuel Paz Guerrero en su folleto titulado ‘La viña de Jerez por un obrero’. Estos, menos reivindicativos y más descriptivos, nos permiten tener una visión comparativa de la situación vivida en los dos periodos de tiempo.

Desde la segunda mitad del XIX, los trabajadores de esta actividad, tan crucial para la ciudad, pudieron disponer de medios de comunicación, como el estudiado por los jóvenes historiadores locales, Pablo Collado y Miriam Orozco: ‘Periódico El martillo: el espejo de la lucha de los toneleros jerezano’ (2021).

Antigua tonelería de una bodega jerezana. Antigua tonelería de una bodega jerezana.

Antigua tonelería de una bodega jerezana.

El martillo ‘fue un instrumento esencial en el ejercicio por la lucha obrera y sindical de los trabajadores jerezanos del sector vitivinícola. Este semanario, financiado por el gremio de toneleros de la ciudad, estimuló la unión proletaria a nivel local y regional, convirtiéndose en un referente de excepcional valor para la investigación de la prensa asociacionista y, más concretamente, en un reflejo de los deseos, preocupaciones y motivaciones de este sector.

En el monumento dedicado al arrumbador, encargado por las bodegas González Byass al escultor jerezano Paco Pinto Berraquero, hay una placa con este texto: ‘Monumento El arrumbador. González Byass en su CL aniversario dedicó ese monumento a la ciudad de Jerez en homenaje a los hombres y mujeres que hicieron y hacen posible día a día el milagro del vino de Jerez, 1992’.

Francisco Muñoz, capataz de Williams&Humbert, foto de John Tarlton. Francisco Muñoz, capataz de Williams&Humbert, foto de John Tarlton.

Francisco Muñoz, capataz de Williams&Humbert, foto de John Tarlton.

Tanto el libro del ‘Jerez-Xérès-Sherry’ (1935), de Manuel María González-Gordon, como el de Julián Pemartín, ‘Diccionario del Vino’ (1965), son obras indispensables para el asunto que tratamos, que con los fondos fotográficos de las bodegas Tradición (colección Pereiras), y los de González Byass, forman un conjunto indispensable a la hora de estudiar las actividades generadas en las viñas y bodegas de la comarca.Con este breve acercamiento a algunos de los oficios más importantes desarrollado en las viñas y las bodegas del Marco, queremos recordar a los miles de hombres y mujeres, que, por generaciones, dedicaron sus esfuerzos a desarrollar esta industria.

El jerez urbano y bodeguero

Trabajadores embarcando botas en un camión. Trabajadores embarcando botas en un camión.

Trabajadores embarcando botas en un camión.

‘Apresuradamente, como en los tiempos que llegaba tarde a la escuela, entró Fermín Montenegro en el escritorio de la casa Dupont, la primera bodega de Jerez, conocida en toda España; «Dupont Hermanos», dueños del famoso vino de Marchamalo, y fabricantes del cognac cuyos méritos se pregonan en la cuarta plana de los periódicos, en los rótulos multicolores de las estaciones de ferrocarril, en los muros de las casas viejas destinados a anuncios y hasta en el fondo de las garrafas de agua de los cafés.Era lunes, y el joven empleado llegaba al escritorio con una hora de retraso. Sus compañeros apenas levantaron la vista de los papeles cuando él entró, como si temieran hacerse cómplices con un gesto, con una palabra, de esta falta inaudita de puntualidad. Fermín miró con inquietud el vasto salón del escritorio y se fijó después en un despacho contiguo, donde en medio de la soledad alzábase majestuoso un bureau de lustrosa madera americana. «El amo» no había llegado aún. Y el joven, más tranquilo ya, sentose ante su mesa y comenzó a clasificar los papeles, ordenando el trabajo del día’.

De esta forma inicia el escritor valenciano, Vicente Blasco Ibáñez, su polémica novela de denuncia social ‘La bodega’ (1905).

La literatura como la prensa, tanto nacional como local, nos proporciona una información clave a la hora de conocer aspectos de los distintos trabajos y oficios: jornaleros, gañanes, capataces, arrumbadores, toneleros, químicos, enólogos, escribientes, etiquetadoras, embotelladores, etc.

Arrumbadores, por Belmonte. Arrumbadores, por Belmonte.

Arrumbadores, por Belmonte.

Y, claro, también los ricos propietarios bodegueros, como Don Tomás, descrito por los hermanos De las Cuevas en ‘La bodega entrañable’ (1957): ‘Don Tomás bajaba por la tonelería, atravesaba el jardín, cruzaba las enormes bodegas entornadas y se detenía, por último, en la vieja bodega de la casa donde dormían los vinos de su padre y los mejores vinos de la ciudad, que él había comprado bota a bota, como quien compra huchas’.

La figura del capataz, algunos distinguidos en su porte y maneras de vestir la chaqueta, es clave en esta historia. Ahora suplen sus funciones químicos y enólogos con otra escuela y formación.

De la serie fotográfica hecha por el por el reconocido fotógrafo John Tarlton (1914-1980), en bodegas y viñas de Williams&Humbert a mediados de los 60, destaca los retratos del capataz de Francisco Muñoz, que contrasta con el que traemos del enólogo Manuel Morales, de Sánchez Romate.

Viña San Joaquín, pago Pie de Rey. Viña San Joaquín, pago Pie de Rey.

Viña San Joaquín, pago Pie de Rey.

De la novela de nuestro paisano, José Manuel Caballero Bonald, ‘Dos días de setiembre” (1961), tomamos este párrafo: ‘El capataz llevaba veinticinco años en la bodega, y casi no había pisado la calle en todo ese tiempo. Al caer la noche ya no había quien lo moviera y se echaba en su catre hasta la mañana siguiente’.Y en el reportaje de la revista gráfica ‘El Museo Universal’, de fecha 17 de setiembre de 1865, el periodista comenta: ‘Hay capataz que ni siquiera paladea el vino, y con solo arrimárselo a la nariz le basta para juzgar si lleva o no las condiciones que se desean’.En el mismo artículo podemos ver como despierta interés el conocido como ‘cuarto de muestras’: Una de las cosas que más llaman la atención en cualquiera de las bodegas grandes de Jerez, es la pieza destinada a conservar las muestras de los vinos remitidos fuera’.

Cuarto de muestra de las bodegas Manuel Fernández Bobadilla. Cuarto de muestra de las bodegas Manuel Fernández Bobadilla.

Cuarto de muestra de las bodegas Manuel Fernández Bobadilla.

La imagen adjunta podemos ver ese singular ‘laboratorio’ de mezclas de las bodegas de Manuel Fernández Bobadilla.

A la tonelería ya le hemos dedicado tres entregas de estos ‘rebuscos’, pero reproduzco una bella composición de un trabajadero ya desaparecido de los años `50. La figura del maestro tonelero ocupa el centro de la imagen, aquellos que formaba el gremio de ‘los hijos de la cuchilla’.

Obreros ante el castillo de Macharnudo. Obreros ante el castillo de Macharnudo.

Obreros ante el castillo de Macharnudo.

Los diferentes concursos celebrados en los días previos a la Fiesta de la Vendimia fueron todo un acontecimiento para mostrar las habilidades de los empleados en las bodegas, compitiendo entre ellos, y reconocidos por los miembros de los jurados de cada especialidad.

De los arrumbadores tomamos la descripción que hace Caballero Bonald en la obra antes mencionada: ‘Uno de los arrumbadores se subió encima de las andanas de las botas, que estaban superpuestas en tres pisos a todo lo largo de la bodega. Ahora estaban terminando de colocar la tercera fila, el arrumbador agarró la cuerda por un acabo y esperó a que se encaramaran los otros tres. Uno de ellos era gordo y bajito y sudaba por todo el cuerpo, exhalando el mismo enervante y encrespado olor que la bodega. Cuando estuvo arriba se pasó el poderoso antebrazo desnudo por la frente. Le vacilaban las piernas, buscando equilibrio entre las panzas de los toneles’Y para ello reproduzco el bello dibujo de Belmonte con tres arrumbadores en plena faena.

El jerez rural de las viñas

Vista de las bodegas de González Byass, 1865. Vista de las bodegas de González Byass, 1865.

Vista de las bodegas de González Byass, 1865.

Una de las faenas más importante en una viña es la vendimia, y que mejor imagen para recrear una de finales del XIX que la que nos muestra el artista Fernando Fernández Mota en su creación titulada ‘La vendimia en Jerez’, reproducida en La Ilustración Española y Americana de fecha 22 de octubre de 1898.

Un grupo de gañanes se afanan en el lagar pisando la uva recogida en la jornada.Una de las obras recomendables para conocer las casas de viñas de la provincia es la de ‘Cortijos, hacienda y lagares de la provincia de Cádiz. Arquitectura de las grandes explotaciones agrarias en Andalucía’ (2002), obra colectiva donde es relevante la aportación del arquitecto jerezano José Manuel Aladro.

Como nuestras de estas casas de campo que forman parte del paisaje de nuestro entorno, que dicho sea de paso hay que preservar y mantener, es la de la viña San Joaquín, en el pago de Pie de Rey, propiedad en su momento de Joaquín María Rivero.La más paradigmática entre todas ellas es la de Macharnudo, con su bella torre vigía que nos retrotrae a tiempos pasados, y en la que su actual propietario, Andrew L. Tan, planea convertirla como una de las joyas de la corona de la compañía.

La Marchamalo de Blasco Ibáñez, descrita con vehemencia por uno de los personajes:- Oiga su mercé, padre: Marchamalo no hay más que uno; esto es la flor del campo de Jerez.

Y enumeraba las condiciones que debe tener una buena viña jerezana, plantada en tierra caliza, que esté pendiente, para que las lluvias corran y no refresquen en demasía la tierra, quitando fuerza al mosto. Así se producía aquel racimo, gloria del país, con sus granos pequeños como balines, transparentes y de una blancura de marfil’.

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