Olmos ibéricos y olmos gaditanos
Entretejiendo la arboleda umbrosa, yedra con roble, vid con olmo hermosa.
Francisco de la Torre (siglo XVI)
LUIS Alfonso Gil Sánchez, biólogo e ingeniero de montes, es catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid, donde dirige el Departamento de Silvopascicultura de la Escuela Superior de Ingenieros de Montes. A mediados de marzo fue invitado por el presidente de la Sociedad Gaditana de Historia Natural para impartir una interesante conferencia sobre los olmos ibéricos en la que disertó sobre las especies de este árbol presentes en nuestra geografía, su situación sanitaria y los estudios e investigaciones que lleva a cabo junto con su equipo. Todo aderezado de un profundo saber histórico sobre este superviviente natural que habita en nuestros campos, valles, pueblos y ciudades. Y es que la grafiosis, un hongo que pudre y mata a este árbol desde que llegó la infección a olmos holandeses (en el pasado siglo y desde el sudeste asiático), es el mayor problema ambiental que sufre esta especie. Se trata de una enfermedad transmitida por una familia de escarabajos escolítidos, conocidos como barrenillos (Scolytus). Éstos ponen sus huevos en los túneles que excava, al eclosionar las larvas realizan nuevos túneles alimentándose de la madera y propagando el hongo por el floema del árbol. Esporas del hongo se depositan sobre los insectos, que en fase adulta vuelan hasta otro olmo propagando la enfermedad. Un olmo con grafiosis acabará muriendo en pocos años. Y aunque es fácil que a través de las raíces vuelvan a brotar nuevas ramas, éstas al estar infectadas también acabarán muriendo.
Pero no todo es negativo en esta historia. Las investigaciones del Dr. Gil se centran en conseguir olmos resistentes a la grafiosis. Luis Gil, en sus prospecciones por olmedas y jardines, detectó cómo algunos olmos conseguían evitar o resistir a la enfermedad. Estudió estos especímenes, los aisló en viveros, los seleccionó y clonó genéticamente, incluso los vacunó con la enfermedad, consiguiendo olmos más resistentes y sanos. Claro que este proceso no es rápido en el tiempo. Gil Sánchez lleva muchos años dedicado a este programa de investigación, donde la principal dificultad es el tiempo. Como bien dice "no es lo mismo estudiar una plantita anual que un ser vivo que puede vivir siglos". Pero los resultados van por buen camino y se muestra optimista "aunque todavía faltan algunos años de estudio para ser definitivos".
Para conocer mejor el comportamiento de estos viejos árboles el Dr. Gil se ha adentrado incluso en la historia escrita y en estudios arqueológicos como una herramienta válida para el mejor conocimiento de la especie. Los olmos son poseedores de una larga historia asociada al hombre. Al olmo más común, Ulmus minor (o álamo negro o negrillo) hay que añadir el olmo de montaña (Ulmus glabra) y Ulmus laevis, exclusivo de suelos silíceos. A éstos hay que sumar los olmos traídos por los romanos, hace 2.000 años, para el cultivo de la vid. Posteriormente, en tiempos de Felipe II se introdujo el olmo siberiano (Ulmus pumila) como especie para jardines. La grafiosis está facilitando la expansión de este último olmo no autóctono (y resistente a la enfermedad) en detrimento de los olmos autóctonos.
Luis Gil defiende que los olmos 'romanos', que denomina como 'olmos atinios', por la región de origen de estos árboles, entraron en la península de la mano de la familia Columela, vecinos de Gades (Cádiz) y propietarios de viñedos tanto en Roma como en el 'ager ceretanum', actual región vitivinícola de Jerez. De hecho se ha detectado, mediante estudios genéticos, que los olmos andaluces provienen principalmente del linaje de olmos atinios importados por los romanos de la Bética. Estos olmos atinios no producen semillas fértiles, por lo que su propagación es a través de estaquillas de raíz. Los romanos utilizaban estos olmos como sustentadores de las vides, que gracias a sus zarcillos colgaban sus ramas y sus racimos alejados del suelo, evitando así enfermedades y pudriciones. Esta combinación entre olmo y vid entró en desuso cuando el emperador Domiciano propició que los agricultores cambiaran el cultivo de la vid por los cereales. Ya hoy en día los tratamientos agrícolas hacen innecesaria esta alianza entre árboles y viña. Aunque todavía en algunas regiones del sur itálico se sigue plantando y vendimiando (por tradición) la vid sobre álamos y olmos.
Diversos autores de la antigüedad citaron al vino como 'vino de los olmos', como el griego Teócrito (siglo III a.n.e.) o el romano Varrón en su libro de agricultura 'De rerum rusticarum'. Incluso la repetida frase "no le pidas peras al olmo" proviene de un texto latín de Plubius Syrus: "Pirum, non ulmum accedas, sí cupias pira", que venía a indicar que en los olmos era más fácil encontrar otro tipo de fruto, la uva, y no la más grande y carnosa pera.
La especie de olmo menos conocida, a la que también se refirió Luis Gil en su charla, es el olmo blanco Ulmus laevis. Se trata de otra especie europea poco frecuente en la península. Este olmo es más resistente a la grafiosis tan sólo porque se supone que el 'sabor' de la corteza no gusta a los barrenillos. Recientemente se ha encontrado una interesante población en la Sierra de Aracena y algún ejemplar suelto en Ronda (que pronto visitaremos). Es un olmo que sólo se da sobre terrenos ácidos y a poca altitud. Luis nos animó a que buscáramos estos olmos en nuestra provincia, ya que gran parte del área de nuestro territorio (p.e.: Los Alcornocales) se asienta sobre terrenos silíceos (ácidos). La principal diferencia visible entre Ulmus laevis y el olmo común es en el momento en que fructifica. Las sámaras (frutos) tienen los bordes ciliados en U. laevis y lisos en U. minor.
Interesados por la posibilidad de encontrar Ulmus laevis en la provincia consultamos inventarios y datos históricos, encontrando una cita en el libro de L. Ceballos y M. Martín-Bolaños 'Estudio sobre la vegetación forestal de la provincia de Cádiz' de 1930. Estos autores encontraron olmos en suelos silíceos, mezclados con acebuches, en un paraje denominado Puntal del Alamillo, en la Sierra de la Plata (Tarifa). Revisamos mapas y ortofotos y allí que nos fuimos en busca de los posibles olmos blancos gaditanos. Desde el cortijo del Alamillo (Facinas) subimos al Puntal por una vieja cañada. Ganando altura por el extremo norte de esta sierra litoral llegamos al poblado abandonado del Puntal. Un precioso olmo nos alegraba la vista entre los restos de muros. Tomamos sus frutos y no eran de Ulmus laevis. Un poco más arriba otro olmo (tocado por la enfermedad) daba escasa sombra a una casa en el Ahijadero Bajo, todavía habitada por una familia de pastores. Era otro negrillo (U. minor). Pero allí nos indicaron que en la loma de enfrente había algunos viejos olmos casi ocultos en un cerrado acebuchal. Estábamos en la pista y allí que fuimos.
Cruzamos el arroyo de Cerones y llegamos, no sin dificultad por la falta de vereda, a unos viejos troncos rodeados de acebuches y casi estrangulados por enredaderas. Eran olmos muertos y dispersos por aquel paraje que ya visitaron Ceballos y Martín-Bolaños hace casi un siglo. No sabíamos si aquellos árboles eran olmos blancos, o negrillos, o si se daban las dos especies. Horas después seguimos buscando olmos por otra sierra tarifeña. Preguntamos a un señor mayor que estaba sentado al pie de un pelado olmo, era Ignacio Morales, que nos contó como aquel olmo negrillo había sido sembrado por su tatarabuela ¡¡a la que había llegado a conocer!! Y que él lo seguía podando y cuidando. Nos dijo que aquel olmo, que ya contaba con un buen número de hijuelos, se sembró de un esqueje traído desde el Puntal del Alamillo. Toda una casualidad que nunca podíamos imaginar. Estábamos ante los descendientes de los olmos, ya muertos, que los ingenieros Ceballos y Martín-Bolaños habían descrito en su libro de 1930.
El día después de la charla de Luis Gil éste nos acompañaba a una excursión por Los Alcornocales, donde sabíamos de la existencia de algunos rodales de olmos. Podían ser Ulmus laevis estando en suelo silíceo y habiendo resistido a la grafiosis. Ya en Alcalá de los Gazules el guarda forestal de la zona nos sacaba de la duda asegurando que eran negrillos (U. minor) que se asentaban sobre bujeos ricos en arcilla. Ante esta afirmación decidimos cambiar el plan y subir a unos canutos de la Sierra del Aljibe que Gil Sánchez quería visitar. Llegamos hasta unos bosquetes de roble melojo (Quercus pyrenaica) y estuvimos recorriendo senderos entre manchones de robledilla (Quercus lusitanica), un arbusto que Luis Gil nunca había visto in situ. Todo un lujo "conocer una especie nueva después de tantos años de andar por los montes", nos comentó. Por la tarde de ese mismo día volvía a Madrid desde la estación de Jerez.
Para más información sobre este y otros temas sobre naturaleza gaditana: www.sociedadgaditanahistorianatural.com
Texto y fotografías de José Manuel Amarillo Vargas
Consultar referencias
bliográficas en
www.entornoajerez.com
También te puede interesar
Lo último