Opinión: El vinoble que nos gustaría y cómo hacerlo posible (I)

César Saldaña

30 de mayo 2016 - 07:13

HA llegado Vinoble. Puntual a su cita con los amantes de estos vinos tan especiales y desafiando a los agoreros y a los que, preocupados por las noticias poco halagüeñas respecto de los preparativos de esta nueva edición (o simplemente por la ausencia de noticias), dudaban de su celebración. A pesar de todos los pesares, para deleite de profesionales y aficionados -de los que cada vez hay más, gracias a Dios- dos años después estamos nuevamente disfrutando de otras tres intensas jornadas de catas, debates y encuentros profesionales, en los que nuestra muy peculiar categoría de vinos cobra todo el protagonismo.

Desde mayo de 2014 hasta hoy son muchas las cosas que han cambiado en el panorama vitivinícola internacional y desde luego también en el sector del jerez; y afortunadamente tenemos que decir que no pocas de ellas han cambiado para bien. Nuestros vinos, aún teniendo que enfrentar todavía ajustes de volumen en los mercados y segmentos más competitivos, han experimentado un significativo incremento en términos de atención mediática, de revalorización como categoría y -hasta donde sabemos- de recuperación de unos niveles aceptables de rentabilidad, como consecuencia de mejores precios medios de venta. Al menos en las gamas superiores y Premium, que es donde nos jugamos el futuro de nuestros vinos, el panorama está cambiando para bien.

Pero por desgracia hay otras cosas que no han cambiado. Hace dos años, las dificultades económicas y sociales de nuestra ciudad, y muy especialmente las de nuestro Ayuntamiento, nos obligaban a hablar de un Vinoble de transición. El propio comisario del momento, justamente quejoso por el poco tiempo que había tenido para la organización del Salón, hablaba de la necesidad de tener la vista puesta en la edición de Vinoble de 2016, año que debería de marcar la vuelta a la dimensión internacional que por derecho le corresponde.

Lamentablemente, esos dos años han pasado prácticamente en blanco en lo que a Vinoble se refiere. Y eso por varias razones: en primer lugar porque por desgracia una de las cosas que tampoco ha cambiado es la limitada capacidad organizativa de nuestro Ayuntamiento para un evento de esta naturaleza. Espero que no se me malinterprete; el trabajo de los técnicos y responsables municipales que tratan de sacar adelante cada edición de Vinoble es encomiable. Me consta que trabajan duro y bien, dentro de sus -insisto- limitadas capacidades. Pero Vinoble exige otras cosas. De entrada, exige una labor continua y permanente; la preparación de cada edición del Salón debería de comenzar tan pronto acaba la edición anterior, manteniendo un diálogo siempre abierto con el amplio colectivo al que se dirige. Ello permitiría a los potenciales expositores planificar con tiempo su participación y a sus responsables promocionar adecuadamente la marca y facilitarles la labor comercial. Así funcionan todas las citas profesionales internacionales de éxito: a través de oficinas permanentes, boletines periódicos y plataformas web continuamente actualizadas con información de interés. Pero por desgracia, pedirle hoy en día a las autoridades municipales que piensen en algo que va a suceder dentro de dos años es una simple quimera.

Otro aspecto crucial tiene que ver con el marcado carácter profesional que tiene el Salón y que exige, por tanto, una gestión igualmente profesionalizada. Existe una dimensión interna, puramente organizativa, en la que la experiencia de tantos años avala a Vinoble y a su actual equipo de trabajo. Pero la gestión de este tipo de eventos requiere también de una serie de actividades enfocadas hacia el exterior, en las que una gestión profesionalizada se hace igualmente inexcusable. Las relaciones con los potenciales expositores, con los ponentes y conferenciantes, con la prensa del sector y en general con el 'mundillo' que cada dos años acude a Vinoble (o que podría acudir) deben estar presididas por una gestión especializada, ejecutada por personas que pertenezcan a ese mundo; reconocidas por la profesión y que por tanto impregnen de credibilidad a nuestra propuesta expositiva.

No estoy hablando de "comisarios estrella" ni de fichajes galácticos; pero si de profesionales avalados por sus conocimientos y experiencia, que puedan contactar a golpe de teléfono con prescriptores internacionales o con bodegueros de prestigio; que conozcan en profundidad el mundo de los vinos nobles, generosos y licorosos y que tengan un criterio claro y formado sobre los retos y oportunidades que esos vinos tienen en el contexto enológico actual y de futuro. Porque ese es en definitiva el fin último de Vinoble: lograr que estos vinos tan singulares encuentren su sitio en el panorama enológico internacional. Y esas capacidades deben de estar retribuidas, lo que nos lleva a otro problema; o mejor dicho al PROBLEMA. ¿Puede ser Vinoble rentable?

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