Patrimonio
  • Las visitas turísticas a este Bien de Interés Cultural del siglo XVIII se suman a la oferta turística de la ciudad

Palacio Domecq, historia de un hogar

Entrada principal al Palacio Domecq. Entrada principal al Palacio Domecq.

Entrada principal al Palacio Domecq. / Manuel Aranda (Jerez)

Escrito por

A. Cala

Paz e inmensidad reinan en la casa. A ellas se une, unos segundos después, el peso de la historia. Estas tres sensaciones nos acompañan durante una visita guiada al Palacio Domecq, propuesta que se suma así a la variada oferta turística de la ciudad.

Hogar desde 1885 de una de las familias de mayor tradición bodeguera de España y máximo exponente arquitectónico del barroco jerezano del siglo XVIII, es un prototipo de las grandes casas levantadas por la aristocracia y la burguesía bodeguera establecida en la ciudad.

De planta cuadrangular, está vertebrado por un gran patio central de mármol italiano y una fachada de tres plantas con majestuosos balcones que dan paso a una de las mejores vistas de Jerez, hacia Aladro y Cristina. Sus arquitectos fueron Juan Díaz de la Guerra, Antonio Matías de Figueroa y Pedro de Cos. Cuadros, tapices, esculturas y materiales nobles traídos ex profeso desde Italia, Flandes y Francia, enmarcan un conjunto artístico, único y excepcional.

Un recorrido que se inicia desde el enorme patio de entrada de piedra, al que se accede desde Aladro. El visitante, tras superar el ancho portón que daba paso antes a los coches de caballos, recibe su audioguía para el recorrido que va explicando las distintas estancias.

El hall está presidido por los retratos de los primeros Domecq, como son los lienzos de Juan Pedro Domecq Lembeye y Pedro Domecq Loustau. La historia de esta casa comienza en 1775, cuando Antonio Cabezas de Aranda y Guzmán (primer Marqués de Montana, 1734-1785), dio orden de construir un palacio en el Llano de San Sebastián. Su enorme poder económico como comerciante y bodeguero supusieron ostentar altos cargos tales como el de fiscal perpetuo de la Real Justicia de Jerez y diputado del Común de Jerez. Juan Pedro Domecq Lembeye (1796-1869) adquirió el palacio en 1855, por el que pagó más de medio millón de Reales de Vellón para habitarlo él y, más tarde, sus descendientes. Cuando fallece deja un heredero de gran valía, su hijo natural Juan Pedro Aladro, príncipe Kastriota, pretendiente al trono de Albania. Continúa con los negocios familiares junto con su primo Pedro Domecq Loustau, ambos copropietarios de la Bodega Pedro Domecq. Aladro fue un destacado diplomático. Un hombre culto e inmensamente generoso que residió entre Londres, París y Jerez. Muere sin descendencia, por lo que la bodega pasa a manos de la familia Domecq Loustau.

Tras el hall, el inmenso patio de columnas de mármol rojo, traído desde la Toscana. Es el centro neurálgico del palacio, presidido por una escultura neoclásica, 'Alegoría de la Paz y la Armonía', que simboliza la virtud del buen gobierno que ha de regir la vida de la casa, con la paz como protagonista.

Pasamos al patio de montera, íntimo y acogedor, donde su gran fuente de mármol refresca el ambiente. El sonido del agua lo convierte en un espacio de descanso y esparcimiento, donde sentarse a leer o, simplemente, a observar la historia.

La sala del consejo era el lugar destinado a las reuniones del Consejo de la Bodega Domecq. Una sala donde descubrimos los retratos de los miembros de la familia, actores fundamentales en la historia de los vinos de Jerez. Su mesa ocupa prácticamente toda la zona central. En ella se muestran numerosos trofeos de polo.

La antesala del despacho del Marqués de Domecq era utilizada como salón de espera para aquellos que querían despachar con el marqués. En dicho salón cuelgan todos aquellos premios, trofeos y menciones relevantes ganados a lo largo de la historia de la familia y siempre gracias al vino y al brandy de Jerez.

Ya en el despacho del Marqués de Domecq se observa que está presidido por dos soberbios retratos de SS.MM. los Reyes Don Alfonso XIII y la Reina Doña Victoria Eugenia, regalo del monarca como muestra de la estrecha relación que tenía con la familia. Aquí también se encuentra el repostero de la casa, usado tradicionalmente para vestir el balcón principal durante la Semana Santa y que ha sido restaurado por la Real Fábrica de Tapices de Madrid.

La biblioteca es la estancia que alberga la memoria escrita del palacio. Lugar de lectura y consulta, está presidida por una librería en madera policromada y enfrentada con un impresionante árbol genealógico familiar, realizado sobre madera de bota y que ha sido minuciosamente restaurado.

La antesala al salón de invierno es una pequeña sala presidida por el retrato de Pedro Domecq Loustau, protegido por un gran marco de madera tallada que narra en sus esquinas las obras de caridad llevadas a cabo por Loustau en Jerez. Escuelas, hospicios y comedores son parte de la huella que dejó en su ciudad.

Salón de invierno. Cálida sala de estar del palacio en la que los gruesos muros de piedra protegían a sus habitantes de las inclemencias del tiempo en los meses de invierno. Sus altos techos están vestidos por un impresionante artesonado que logra un mayor efecto de grandeza de la estancia.

Uno de los lugares más espectaculares del recorrido es la escalera en mármol rojo de doble tramo que acentúa el carácter señorial de la casa. Tres magníficos tapices flamencos del siglo XVII convierten la subida a la galería en un recorrido por la historia de Pompeyo ‘el Magno’. A la izquierda, la partida de Pompeyo a la guerra; en el tapiz del centro, la gran victoria y, a su derecha, el regreso victorioso. En las cenefas que rodean la historia principal del emperador Pompeyo ‘el Magno’ se representan los 12 trabajos de Hércules: 12 pruebas de fuerza física y moral para encontrar la virtud y el esfuerzo civilizador.

La estancia principal del palacio, el salón de baile, es un reflejo de la vida de la época. Está adornado con grandes pinturas y tapices y objetos llegados de Oriente. Cuatro lámparas de la Real Fábrica de Cristal de La Granja iluminaban la estancia para los bailes amenizados por el gran piano de cola, galardonado en las Exposiciones Universales de Londres (1851) y París (1855 y 1867). Al fondo, y cerca del piano, encontramos el gran retrato de la familia Domecq Lancaster.

El palacio fue protegido durante el siglo XX de los diversos avatares históricos gracias a la empresa Pedro Domecq, que realizó varias reformas para adecuarlo a los nuevos tiempos y permitir su habitabilidad. El palacio es declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 2002 y regresa a manos de sus descendientes en el año 2013, la familia Mora-Figueroa Domecq. Desde entonces, su conservación es considerada fundamental para mantener el esplendor del palacio barroco más representativo de Jerez.

Tras una larga restauración, el palacio ha sido recientemente abierto. “Visitar el Palacio Domecq es una experiencia única, pues no existe palacio alguno con las características de esta joya del barroco andaluz. Dentro de sus muros, no sólo encontrarán la belleza de una arquitectura excepcional, sino que rememora la tradición y el saber hacer de una familia que dejó su impronta en la ciudad y una gran huella en el mundo bodeguero”, apunta Sebastián Gómez, responsable comercial y de visitas del monumento. Hay que destacar que el visitante también podrá adquirir un recuerdo de su visita, ya que el Palacio Domecq cuenta con una tienda de productos hechos en España en exclusiva para la ocasión, como bolsos y neceseres de piel, carteras, bufandas, gorras o abanicos, entre otros. Además de las visitas guiadas, el palacio también está disponible para eventos privados.

La reserva de entradas puede realizarse a través de la web del palacio www.palaciodomecq.com/visitas donde se encuentra toda la información detallada.

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