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  • Dos profesores peruanos cuentan su paso por escuelas apoyadas por Madre Coraje

  • Ambos trabajan ahora en la educación de sus aldeas

Por tres o cuatro segundos, Guadalupe puede contar hoy la historia de su vida. En la huida a través del bosque del grupo terrorista Sendero Luminoso, una madre carga a hombros a su hija de tan sólo un año. Corre atemorizada. Agotada ya, coge a la pequeña en brazos, instantes en los que las balas alcanzan la cabeza, una mano y una pierna de la mujer. Sobrevive, también su hija, que no seguiría viva de haber seguido aupada a espaldas de mamá. "Y por eso, por ese instante en que me bajó a sus brazos, hoy hay un motivo para que yo ayude a otras personas", dice Guadalupe, 26 años después.

Guadalupe Miranda y Rafael Zapata están visitando las delegaciones de Madre Coraje, no sólo en Andalucía, sino que también irán a Madrid y Navarra, para contar sus experiencias y su vida en Perú. Ambos han sido estudiantes de algunas instituciones educativas peruanas que son apoyadas por Madre Coraje con el envío de ayuda humanitaria como libros, alimentos, material sanitario, ropa de abrigo, juguetes, etc. Las dos instituciones son la 'Aldea del Niño Beato Junípero Serra', donde se estudia educación Primaria y Secundaria y que fue creada por el sacerdote valenciano Joaquín Ferrer, quien ha vivido la realidad de los niños y los pueblos Ashaninka en los tiempos de terrorismo, que dejó muchos pequeños huérfanos, acogidos y educados en esta aldea. Y la 'Aldea Nopoki' de estudios universitarios, "que tiene como objetivo hacer de los alumnos, hombres y mujeres que en un futuro puedan volver a sus aldeas y enseñar a los demás lo que ellos han aprendido, de ahí su importancia. Allí se imparten estudios bilingües, es decir, castellano y sus lenguas de origen, ya que son espacios en los que se reúnen jóvenes de muchas culturas y pueblos", cuenta María José Domínguez, delegada de Madre Coraje en Jerez.

El matrimonio Guadalupe (27 años) y Rafael (25), tras acabar sus estudios en Nopoki, son ahora profesores y representan a los niños y jóvenes que han estado en ambos centros. Guadalupe pasó por Niño Beato primero, y en Nopoki conoció a Rafael. Ambos provienen de la selva peruana, del Este, en la frontera con Brasil. "Somos jóvenes indígenas que hemos estudiado en instituciones creadas por ONG como Madre Coraje. En Perú somos muchos pueblos originarios. Hay 47 lenguas originarias y 43 están en la selva. En Nopoki hay 20, y en este caso, yo (Rafael) soy de la cultura Yine Yami y ella (Guadalupe) de la Ashaninka". Guadalupe relata esos tiempos de terrorismo que vivió en su propia piel. Su familia tuvo que huir de un lugar a otro. Se fueron a vivir a la comunidad nativa de Tangoshiari, luego a la misión San Antonio de Cheni, en el distrito de Río Tambo, en Junín, donde habitan actualmente. Sus padres son Matías y Olga. En dichas aldeas Guadalupe pudo estudiar "porque en mi comunidad era imposible por ese temor". Ella, junto a sus cinco hermanos, fueron llevados a la 'Aldea del niño Beato Junipero Serra', ubicada en la ciudad Mazamari, que apoya a niños y niñas de bajos recursos económicos, sobre todo a los que pertenecen a las culturas nativas como Ashaninka y Nomatsigenka.

Por su parte, Rafael nace en la comunidad nativa Yine de Belén de Huau. Su padre pertenece a la cultura Yine y la madre a la Matsigenka. Culminó la escuela primaria en el caserío de colonos (mestizos) de Mapalca. Estudió su Secundaria en Atalaya y luego los estudios superiores en Nopoki, aunque en un principio no fue su intención ya que su padre le inculcó que pertenecer a un pueblo originario era un atraso. Finalmente se graduó, junto a Guadalupe, en 2013. Ambos desempeñan, propuestos desde el Ministerio de Educación, cargo de acompañante de soporte pedagógico intercultural. Nopoki le devolvió a Rafael su identidad cultural. Los dos agradecen la creación de ambas aldeas, "porque gracias a esas personas que las han apoyado hemos podido estudiar y regresar a nuestras aldeas para ayudar a nuestras familias y a la comunidad".

De su tiempo y de su sueldo (unos 300 euros máximo) dedican gran parte a trasladarse y a la educación de otras comunidades, ya que la mayoría de los profesores enseñan teniendo sólo el nivel de Secundaria. "Formados como profesionales, jóvenes como Rafael y Guadalupe llevan una buena calidad educativa a las comunidades", cuenta Domínguez. "Nos basamos en ayudar a nuestros niños y a nuestras comunidades, que son nuestros objetivos", subraya Rafael.

Apunta Guadalupe que la edad media con la que las mujeres (niñas) empiezan a tener hijos es de 13 años. "Allí, ellas la mayoría no estudian, no hay escuelas cerca y los padres tampoco tienen economía para ello. Así que lo que hacen es tener marido, hijos y quedarse en casa. Las mujeres lo tienen más difícil ya que son los propios padres los que piensan que para qué van a enviar a sus hijas a estudiar si luego van a quedarse embarazadas y tener su marido. Con los hombres es diferente. Mi familia está feliz, contenta de que yo haya terminado estos estudios. Yo no quería trabajar en el campo pero algo tenía que hacer para ayudar a los míos".

"En Nopoki -añade la delegada de Madre Coraje, que recuerda que ahora mismo la ONG está abriendo brecha también en Mozambique- no sólo reciben enseñanza académica, sino también cómo cultivar sus alimentos, -ya que se autoabastecen-, a mejorar su alimentación, medidas de higiene, que luego enseñan a los demás. Aquí lo vemos todo muy fácil, pero allí no es así. Hay incluso programas de desarrollo para preparar sus casas contra el frío, ya que muchas de ellas, por ejemplo, no tienen salida exterior de la chimenea, con los problemas que eso conlleva". "Hay que apoyar a los niños y a los jóvenes porque ellos son el futuro. Nosotros les enseñamos a que aprendan a vivir, a autoabastecerse, a buscar soluciones juntos", concluye.

¿Cuál es vuestro sueño? "Apoyar a más niños, enseñar en más escuelas y ver que el nivel educativo ha mejorado. Asimismo, queremos como pueblo originario, tener representación en Perú, para que se vele por nosotros y se hagan programas de ayuda y mejora. Queremos progresar con el apoyo positivo de la civilización occidental y que no se contaminen nuestras aguas, ni nuestro bosque, que son nuestro medio de vida. Pedimos más conciencia ambiental por parte de los países extranjeros. En la selva hay personas, no somos animales".

Madre Coraje empezó a trabajar en Perú hace ya 25 años. Una labor cuyos frutos se ven hoy en personas como Guadalupe y Rafael, que visitan España por primera vez, "para conocer las experiencias de otros mundos, hacer una interculturalidad crítica, reflexiva, para la convivencia de unos y otros. Es armonía y naturaleza".

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