Prescripción con sorpresa final

Veinte años del 'crimen de la gasolinera'. La Policía identifica a un presunto implicado, un vecino de La Constancia fallecido en 2006.

Manuel Moure Jerez

22 de noviembre 2015 - 08:22

La pasada madrugada prescribió el asesinato de Juan Holgado, también conocido como el crimen de la gasolinera. La madrugada del 22 de noviembre de 1995 este joven empleado de la gasolinera de Martín Ferrador que contaba 26 años, murió a consecuencia de un atraco con un botín ridículo, apenas unas 70.000 pesetas (420 euros). La saña con la que se perpetró el crimen dejó un escalofrío que dos décadas después aún conmueve a Jerez. Recibió treinta navajazos de los que tres eran mortales de necesidad.

Comisaría marcada

La muerte de Juan Holgado supuso un antes y un después en la comisaría de Jerez, un centro policial que quedó marcado. Tan sólo restaba mejorar y, año tras año, se consiguió. Polvos para positivar huellas que estaban caducados, pruebas que se perdieron (una moneda de 500 pesetas con una gota de sangre desapareció de un cajón) y muchos, muchos palos de ciego provocaron que esas 48 horas que se dicen que son claves para resolver un crimen tras su comisión fueran inútiles. El propio comisario de entonces, Fernández Monterrubio, lo reconocía: "Se entró como un elefante en una cacharrería, se destruyeron pruebas". Y es que Juan Holgado fue hallado con un hilo de vida que provocó que los servicios médicos de emergencia intentaran el imposible de evitar que muriera desangrado en un shock hipovolémico.

La ciencia llegó tarde

Un tetrabrick con una gota de sangre ha sido durante años la última esperanza de la familia Holgado, y de la propia Policía Nacional, pero fue imposible sacar de él un rastro de ADN que apunte a algún ser humano.

"Las técnicas han avanzado de tal forma que en 1995 es como si habláramos de un viaje a Nueva York y ahora es un viaje a la Luna", llegó a señalar en una ocasión Francisco Holgado en uno de sus muchos intentos por que el caso se reabriera. Ayer mismo se conoció -según adelantó Canal Sur- que a un rastro de sangre de un tetrabrick se le había puesto nombres y apellidos: "Un vecino de La Constancia, con antecedentes policiales, que falleció en 2006, hace ya nueve años". El dato se conseguía en el último arreón dado al caso, el cual fue impulsado tras la peregrinación a Madrid de Francisco Holgado.

Los últimos análisis realizados, con técnicas de vanguardia dieron un hilo del que tirar pero a escasos días de que el caso prescribiera. Obtener indicios criminales era ya imposible, más aún cuando la persona a quien señalaban las pruebas genéticas está muerto. Lo más curioso del caso a estas alturas es que de confirmarse este punto, el presunto asesino de Juan Holgado era alguien que vivía a apenas unos metros del lugar donde fue asesinado el joven empleado de la gasolinera.

La persona a la que señala dicha prueba falleció en la cárcel, al parecer a consecuencia de sus drogadicciones y era considerada "problemática y muy peligrosa" por vecinos de La Constancia con los que ayer contactó este medio.

En todo caso, a menos que una sorpresa mayúscula declare (como en Estados Unidos) que los delitos de sangre jamás prescriben, cuando lean esta crónica los autores de la muerte de Juan Holgado jamás podrán ser imputados. Ésta es justamente la última esperanza en la que quienes conformaran la familia Holgado, Francisco Holgado y Antonia Castro, aún trabajan.

Abogado satisfecho

Manuel Hortas, abogado de unos de los acusados en el caso, no podía ayer menos que mostrar su satisfacción al conocer que el rastro de un presunto homicida haya aparecido 20 años después. "Esto viene a demostrar que contra lo que muchos han dicho el sistema sí que funciona y ha evitado que cuatro personas que eran inocentes acabaran cumpliendo penas de cárcel por algo que no hicieron". No en vano, recuerda que durante muchos años las defensas han soportado estoicamente muchas presiones tras ser 'acusados' de defensores de asesinos.

6.000 folios

Para el recuerdo quedará una instrucción que fue mastodóntica. El sumario alcanzó los 6.000 folios en los que, según el ex juez y hoy abogado Manuel Buitrago, se hallaban las pruebas de que cuatro toxicómanos de la barriada de La Asunción, exculpados desde hace más de una década, eran los autores de semejante carnicería. Fueron juzgados dos veces y cualquier persona en sus cabales hubiera sido incapaz de firmar una sentencia condenatoria. Había comentarios, posibilidades, vagos indicios pero nada suficientemente fuerte como para hacer que alguien perdiera 20 años de libertad en una prisión.

El ambiente de los bajos fondos de Jerez era completamente distinto al de los actuales, que apenas cuentan con un enclave físico. Hoy todo es más difuso, desconcentrado. Entonces sí lo había: Rompechapines, donde se encontraba uno de los 'tronos' de la heroína de la ciudad. Allí, tras una orgía de drogas y alcohol, se creyó siempre que se fraguó el crimen.

bajo un disfraz

Viendo que la investigación no llegaba a ninguna parte, incluso tras la llegada a Jerez de expertos en homicidios procedentes de Sevilla, el padre de la víctima, Francisco Holgado, decidió meterse dentro de un disfraz e introducirse en los bajos fondos con el objetivo de buscar una confesión que nunca llegó. Viajó incluso hasta Valladolid para buscar, junto a uno de los acusados, al trabajador de la gasolinera que cambió el turno a su hijo la noche en que murió. Las cintas fueron grabadas, pero no se admitieron en un juicio que vivió uno de sus momentos claves en el careo entre el padre de la víctima, Francisco Holgado, y el sospechoso número uno. El cara a cara lo ganó claramente el por entonces acusado.

Tras ser declarados inocentes de todos los cargos los sospechosos volvieron a sentarse en el banquillo. En esta segunda ocasión, y a diferencia de la primera, sí se admitieron las cintas. La Audiencia Provincial de Cádiz, en la Cuesta de las Calesas, era un hervidero de periodistas procedentes de toda España. Francisco Holgado, ya conocido como 'Padre Coraje', vio cómo tras ser oídas los periodistas (excepto los de Jerez y el resto de la provincia) volvían con las manos vacías. Y es que no había inculpación alguna en las mismas. Hubo más ruido que nueces. Quienes esperaban una frase lapidaria, inculpatoria, se equivocaron.

Sólo indicios

Durante la instrucción del caso se llegó a pronunciar una curiosa frase: "Si va por un río, tiene plumas y hace 'cuá cuá' está claro que es un pato". La pronunció el instructor Buitrago convencido de que envió a la Audiencia Provincial a los responsables del salvaje asesinato. La esperanza de obtener una condena radicaba en que el cúmulo de pruebas indiciarias fuera considerado suficiente. Pero no lo fue. Hechos como que uno de los acusados pusiera especial empeño en limpiar su coche días después del crimen o que la chaqueta vaquera de uno de ellos apareciera con rastros de sangre (sin trazas reseñables de ADN) o la presencia habitual de los toxicómanos en el barrio de Rompechapines consumiendo drogas la noche de autos vinieron a significar nada.

Lo peor del juicio fueron los testimonios de gentes marcadas por una vida ligada a 'Rompechapines' y al mercadeo de drogas, así como de personas consumidas por el mundo de la jeringuilla. Todo eran evasivas. "No me acuerdo, no me acuerdo, no me acuerdo...". La frase fue pronunciada en cientos de ocasiones. Quién sabe si era cierto.

La Policía tuvo que asumir que fue un trabajo que le vino grande y que no se atacó bien desde el principio. Desde entonces los efectivos de la comisaría de la plaza del Arroyo se han renovado. Muchos de los que investigaron el caso ya no están, se han jubilado o han muerto. La "errática" investigación como llegó a calificarla la Audiencia Provincial dejó un poso de amargura en la comisaría, en la familia de la víctima y en toda la sociedad jerezana.

Interés nacional

Francisco Holgado tenía 51 años cuando en su domicilio de La Serrana recibieron la terrible noticia. Empleado de banca hasta entonces, no volvió a trabajar sumido en una profunda depresión que una vez medio superada le llevó a investigar por su cuenta visto que los asesinos (siempre ha mantenido que una sola persona no pudo hacer aquella canallada) no aparecían por ningún lado.

Para investigar se enfundó una peluca y un bigote postizos y comenzó a recorrer la ruinas aún en pie de una zona que llegó a ser el mejor barrio de putas de la provincia junto con los lupanares de Rota. Llegó la heroína y todo cambió. El negocio del sexo por dinero quedó olvidado de manos de la venta de paraísos artificiales encerrados en 'papelas'.

Se hizo conocido de muchos de los enganchados de la ciudad. Intimó, les invitaba a tabaco y a cervezas ("jamás a drogas") y a cambio obtenía testimonios de todo: algunos esperanzadores, otros confusos y la mayoría completamente falsos. Quien haya conocido a Francisco Holgado sabe que de suicida no tiene nada. Es más cuesta trabajo imaginárselo en tales labores. Pero lo hizo. Sin obtener el resultado que perseguía.

Lo que sí obtuvo, una vez que Diario de Jerez descubriera esa doble vida, fue fama a nivel nacional. Libros e incluso una serie de televisión dirigida por el director andaluz Benito Zambrano e interpretada por Juan Diego, titulada 'Padre Coraje' resultaron un verdadero éxito. Se convirtió en una celebridad. A su pesar.

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