'Primo de Rivera & Alcalá-Zamora SA'
Emprendedores
Los bisnietos del general jerezano y del primer presidente de la II República se unen en un negocio de telefonía móvil. La curiosa historia de un reencuentro después de más 75 años.
Así dicho, podría tratarse de una sociedad dedicada a la venta de sellos, o de algún enrevesado juego de historia donde se lanzan chispas de por medio. Pero no. 'Primo de Rivera & Alcalá-Zamora SA' no significan nada, son dos apellidos compuestos. Me lo acabo de inventar.
Quizás, como el tiempo todo lo arregla y lo olvida, no se antojaría imposible que, tras cerca de ochenta años, ambos ilustres aparcaran sus cuitas, estrecharan sus manos y se conjuraran por un mundo mejor. Pero como no disponemos de 'máquina del tiempo' ni nada que se le parezca que ejerzan sus bisnietos. Son los emprendedores Cosme Primo de Rivera y Antonio Alcalá-Zamora, que han unido fuerzas y apellidos para sacar adelante una sociedad de telefonía móvil.
Cosme es un retrato de su padre Miguel. No es jerezano por accidente, porque cuando María Oriol se disponía a tomar el tren desde Madrid a Jerez, no tuvo mejor remedio que ingresar en un hospital madrileño para alumbrar al séptimo de los nueve hijos del matrimonio. ¡Vaya! Pero el tío sigue siendo joven y activo con una larguísima experiencia de responsabilidades en esas empresas de futuro que hoy se llaman telefonía móvil. Su bisabuelo fue un jerezano: Miguel Primo de Rivera y Orbaneja. ¿Quién no conoce a don Miguel? Especialmente en su ciudad, Jerez, donde sigue erguido sobre la montura en su plaza principal tal y como salió de las manos del valenciano Benlliure. El pasado más reciente nos habla de los desquiciamientos políticos para lograr descabalgar al segundo marqués de Estella, pero ahí sigue el gran militar, jefe del Directorio Militar por obra y gracia de Alfonso XIII, hijo y nieto de militares, cuyo apellido perdura asombrosamente hasta hoy mismo en el mundo de la política. Por más que lo he intentado, no he conseguido establecer una relación entre Miguel Primo de Rivera y nuestro segundo personaje: Niceto Alcalá-Zamora y Torre. Miguel y Niceto fueron coetáneos, por lo tanto tuvieron que saber, y muy bien, uno de otro, más en bandos distintos. Tan sólo encuentro algunas coincidencias domésticas. Miguel nació en Jerez; Niceto, en la localidad cordobesa de Priego. Fueron, por tanto, dos significados andaluces. Más cosas: Los dos encontraron la muerte en el exilio: Miguel en París, en 1930; Niceto algo más tarde, en 1949 en Buenos Aires.
Y existe otro capricho de la Historia: Niceto, aquel grandísimo orador, será nombrado como primer presidente de la Segunda República, una vez liquidada la breve dictablanda de Berenguer, que sucedía al régimen del dictador.
En fin. Que aquel bisnieto de Miguel Primo de Rivera levantó, con sudor y mucho trabajo, el operador 'República Móvil'. Hoy ejerce de director de marketing y ventas de la compañía. Pero bueno, ¿dónde entra aquí Antonio, bisnieto de ese valiente que fue Alcalá-Zamora?
Cuando 'República Móvil' se planteó encontrar un distribuidor para la sociedad todos los ojos se fijaron en la firma 'Win4Buy', una compañía fundada en 2013, el mismo año que vio la luz la firma fundada por Cosme Primo de Rivera. 'Win4Buy' se ajustaba al dedillo a la labor de distribución y comercialización de dispositivos móviles, tablets y accesorios que demandaba 'República Móvil'.
Aquello fue un flechazo. Y sin conocerse uno del otro, los dos emprendedores, los dos jóvenes fundadores de sus empresas, coinciden en una misma aventura empresarial. El bisnieto de Niceto Alcalá-Zamora es otro cerebrito. Como su bisabuelo, Antonio Alcalá-Zamora Barrón es natural de Priego, cuenta con 45 años y su currículo es largo. Diplomado en Ciencias Económicas y Empresariales, ha trabajado desde agente de seguros a contar con responsabilidades en sociedades farmacéuticas. Ahora, como buenos hermanos, olvidan todo lo que haya que olvidar, fuman la pipa de la paz y forman sociedad. Los bisnietos de dos grandes políticos andaluces divergentes hasta la muerte unidos en el siglo XIX. ¿Será posible?
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