Educación | Psicología

Profesores de simpatía

Fille frisée.

Fille frisée. / Fille frisée

-Hola ¿Cómo estás? Me alegro mucho de saludarte. Tenía ya ganas de verte de nuevo. A ver cuando podemos pasar un rato como el de la semana pasada. Hay que ver cuánto nos reímos, jajaja, todavía lo recuerdo y me río.

Seguro que si alguien, casualmente, escucha a un profesor dirigirse así a un alumno, difícilmente pueda valorarlos como un mal profesor o como un mal alumno. Por eso, después de presenciar una conversación de este tipo, uno se plantea si el número de este tipo de conversaciones que un profesor mantiene al año con sus alumnos podría ser considerado un buen indicador de su competencia profesional.

Pero, ¿quién valora a los profesores y qué criterios se utilizan? Pues bueno, investigando un poco encontré unas directrices o instrucciones para el desarrollo del Plan General de actuación de la Inspección Educativa en Andalucía para el curso 2019-2020 que se encuentra publicado en el BOJA 147 del 1 de agosto de este mismo año 2019. Verdaderamente impresiona, la cantidad de funciones a desempeñar por los profesionales que realizan esta labor (no voy a pararme mucho, mejor recomiendo su lectura gratuita y de fácil acceso en la red para los interesados).

Al leerlo, se puede observar que son tantas las responsabilidades que se recogen, que es necesario establecer algunas como prioritarias: supervisión de horarios del profesorado, supervisión de agrupamientos del alumnado, supervisión de la planificación curricular, supervisión de la evaluación del alumnado y sus resultados, supervisión de la atención a la diversidad y un largo etc, etc, etc.

Por estos motivos, por la importancia y complejidad de la labor educativa, a veces pasamos por alto esos aspectos que tienen que ver con la simpatía, la amabilidad, la cercanía o la confianza, palabras que suelen estar ausentes en estos textos jurídicos a los que hacía referencia un poco más arriba y que, sin embargo, favorecen claramente el funcionamiento del sistema educativo.

Estimular la felicidad y el bienestar de los profesores es una de las mayores garantías para conseguir los objetivos educativos de los alumnos y una sociedad sana para el futuro.

Tuve la suerte de poder comprobar, en los años en los que impartí clases en la Universidad, la ilusión con la que los alumnos de Magisterio se enfrentaban a su futuro laboral. Muchos de ellos ya ideaban sus proyectos sobre inteligencia emocional en el aula, las actividades sobre competencia social, talleres para mejorar la autonomía o actividades que planificadas transversalmente podrían incrementar la autoestima tanto del profesorado como la del alumnado, aspectos que, por cierto, van íntimamente ligados.

A pesar de todo y aunque sigamos sin un pacto político educativo para minimizar los efectos negativos que los continuos cambios de normativa provocan tanto en el profesorado como en los alumnos, los datos nos muestran que los profesores en nuestro país, si pudieran volver atrás, volverían a elegir su profesión.

Será que, en general, se encuentran satisfechos con su labor. Para todos aquellos que no disfruten con la docencia, es recomendable la búsqueda de recursos para aumentar sus fortalezas personales, que han demostrado ser importantes variables predictivas de la satisfacción y el bienestar del profesorado en España.

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