Programación Guía de la Feria de Jerez 2024

Jerez

Quince años sin Juan

  • Tal día como hoy, pero de hace tres lustros, Juan Holgado moría asesinado en la gasolinera de la calle Martín Ferrador · Sus padres, a su manera y separados, siguen luchando porque se haga justicia

Habría cumplido el pasado 5 de octubre 41 años. Probablemente ya estaría casado, quizás tendría hijos con los que jugaría al fútbol, su gran pasión, y lo mismo hoy se estaría ganando la vida como profesional de la psicología, la carrera que estaba estudiando. Pero todo esos sueños que tenía Juan se vieron truncados un 22 de noviembre, tal día como hoy, pero de hace 15 años, cuando treinta puñaladas, dos de ellas mortales, acabaron con su vida mientras trabajaba en la gasolinera de la calle Martín Ferrador. Paradójicamente, esa noche tenía que haber descansado, aunque accedió a la petición de su compañero, el Bernardino, un tipo con fama de relacionarse con malas compañías, que le había pedido encarecidamente cambiar el turno.

Tres lustros después el caso sigue ahí, pero como si no existiera, porque ni en los juzgados ni en la comisaría se trabaja en él. Francisco Holgado, su padre, se agarra a una pruebas toxicológicas que se están llevando a cabo en Madrid. Por su parte, de las cuatro personas que se sentaron en el banquillo acusados de asesinar a Juan Holgado, sólo Pedro Asencio está en prisión cumpliendo pena por otros delitos. Mientras, en Jerez apenas quedan recuerdos de esa lucha que llevó a cabo en un principio el matrimonio Holgado Castro, roto desde hace ocho años. Contados carteles con la foto de Juan y una pancarta, ya descolorida por los años, el sol y la lluvia, colgada en una pared junto a la gasolinera que sigue pidiendo "justicia para Juan Holgado". Poco más, porque, como coinciden en señalar, por separado, tanto Francisco como Antonia Castro, "Jerez nos ha dado la espalda". Ni siquiera el ayuntamiento, que bautizó una rotonda cercana a la gasolinera con el nombre de Juan Holgado, se ha dignado aún en ponerle la placa con su nombre. "Parece que a Juan le viene todo mal", lamenta su padre.

Encima, para mayor disgusto, recientemente un desalmado atacó de manera ruín la tumba donde descansan los restos de Juan. Destrozaron dos azulejos, del Señor de la Sentencia y de la Virgen de la Esperanza, así como una jardinera. La lápida también tiene varios picotazos, señal de que quisieron partirla. Después de 15 años parece que alguien sigue sin querer que Juan pueda descansar en paz.

Francisco Hogado: “El año que viene haré el camino de Santiago en bicicleta para pedir justicia por Juan”

La vida de Francisco Holgado no difería de la de otros muchos jerezanos allá por 1995. Felizmente casado y con cuatro hijos, trabajaba en la Caja de Ahorros cuando ocurrió la tragedia. Esa noche su vida cambió de golpe. En el año 1998 negoció su salida de la empresa para dedicarse de lleno a la investigación de la muerte de Juan, que, como se recordará, fue muy mediática debido a que, gracias a un disfraz, logró introducirse en el mundo de la droga para intentar recabar pistas que esclarecieran quién acabó con la vida de su hijo, unos hechos que acabaron convirtiéndose en una mini serie para la televisión. “Te ves metido en una situación de un día para otro y ya prácticamente nada tiene sentido”, señala echando la vista atrás.

Para Francisco, que desde que perdió a su hijo sigue vistiendo de riguroso luto, estos 15 años “parece que han pasado despacio, pero han pasado rápido. Han sido 15 años de lucha, pero los asesinos siguen en la calle”, lamenta, mientras culpa de ello “a los jueces y a la policía, porque es una vergüenza la investigación que hicieron”. También recuerda que Campsa “tampoco ha colaborado. Tenían que haber cerrado la gasolinera y haber estado tomando huellas dos días”, algo que no ocurrió ya que la compañía limpió todo 48 horas después del crimen. Y por último, critica la labor de su primer abogado, Juan Pedro Cosano, que presentó un recurso contra Campsa Red “un día después de que prescribiera, cuando tuvo seis años para hacerlo”. Francisco también insiste en que “tanto al Bernardino como a Nano (de Jerez, el cantaor que paró a repostar la noche de autos), la policía debió investigarlos en condiciones, porque Nano venía descompuesto por lo que había visto y uno no se descompone por ver un cristal roto, tuvo que ver más cosas”. Por todo ello, Francisco insiste en que “hay una mano negra que no quiere que se sepa qué pasó realmente”.

En estos años ha habido pocas alegrías en su vida, y entre ellas están sus dos nietos, un niño y una niña.  “Ahora cumplen siete años, y esa es la única fuerza que tengo. Son dos nietos estupendos”, dice orgulloso. En cuanto a su día a día, afirma que “hago muy poco. Casi todo el tiempo salgo, hago las cosillas que tenga que hacer, voy a los juzgados, hablo con Ayllón (su abogado) y cojo la bicicleta para despejarme un poco. Hago unas cuatro horas diarias, de 30 a 50 kilómetros he calculado”. De hecho, afirma que piensa hacer el camino de Santiago por su hijo y para que se haga justicia. Su idea es hacerlo “el año que viene, cuando el tiempo esté mejor. Desde Jerez a Madrid, de ahí a Galicia y luego, otra vez de vuelta a Jerez”.

También comentamos si la ciudad los ha dejado de lado en su lucha por conocer alguna vez la verdad. “Pasa el tiempo y claro, la gente lo olvida porque son 15 años. En las últimas concentraciones ya prácticamente no fue nadie y yo ya no voy a hacer ninguna, porque no hay apoyo. Y cartelería tampoco, porque nadie las quiere. Que yo sepa, sólo queda un cartel, en una óptica en el Arroyo que no la quitan y desde aquí se lo agradezco”.

Y por último, la pregunta del millón. ¿Se hará justicia alguna vez? “Yo espero que sí, o bien que por lo menos haya un arrepentimiento. No sé si una vez que prescriba el caso alguien dirá algo. Yo, desde luego, voy a estar al pié del cañón. Creo que voy a tener fuerzas para 15 ó 20 años más, porque me las está dando mi hijo”.

Antonia Castro:  “Lo único que no me puede faltar es la visita a mi hijo, es lo que me da fuerza”

Antonia Castro no falta a su cita diaria con el cementerio “llueva, ventee o haga calor. Es lo único que no me puede faltar, el ir a donde están los restos de mi hijo. El día que no voy me falta algo”. Antonia, al igual que su ex marido, lleva el luto a sangre y fuego y “así seguiré mientras viva”, señala mientras recuerda una anécdota, la de su abuela Rosario, que murió con 101 años y que vestía de negro desde que sus cuatro hijos no volvieron de la guerra. “Se murió sentada esperando a que vinieran sus hijos y como eran otros tiempos no la dejaban ni gritar ni llorar en paz. Yo por lo menos sí puedo desahogarme”, indica.

Antonia destaca lo que cambia la vida de un día para otro, de tener una vida más o menos encauzada a ver perder a un hijo de una forma tan dramática. Precisamente por eso dice que “tenemos que ayudar al que más falta le haga. Yo siempre que puedo intento echar una mano a aquellos que necesitan apoyo,  aunque luego no venga nadie a apoyarme a mí, porque en 15 años no he tenido ni vecinos, ni amigos, ni amigos de Juan, ni políticos, ni sindicatos... Yo no he tenido a nadie. Me estoy moviendo a diario y lo hago sola, por eso la gente se cree que he perdido la cabeza”.

Y es que piensa que Jerez le ha dado la espalda “totalmente, desde el primer día. Sólo en la primera manifestación, la que comenzó en Las Torres, nos sentimos arropados. Si la ciudad nos hubiera seguido apoyando como aquel día, no habrían pasado los años que llevo luchando sola. Dicen que la unión hace la fuerza, y eso es lo que me hace falta a mí, que la gente se uniera conmigo, porque ahora me dan con todas las puertas en la cara”.

A pesar de los reveses que le ha dado la vida y de la embolia pulmonar que casi se la lleva por delante, Antonia destaca que siguen quedándole fuerzas. “Voy al juzgado andando, a comisaría andando, me ven en la puerta del Ayuntamiento y saben que voy a lo que voy, me agachan la cabeza todos, pero yo voy a lo que voy.  Tengo que aprovechar al máximo estos cinco años que quedan antes de que prescriba lo de mi hijo. Si tengo que ponerme a recoger firmas de pueblo en pueblo para que se haga un nuevo juicio, estoy dispuesta a moverme a donde sea”.

En cuanto a las cuatro personas que se sentaron en banquillo acusados del asesinato de Juan, a día de hoy inocentes, Antonia intenta estar al tanto de ellos. “Asencio sigue en la cárcel. A Sañudo le tengo perdida la vista y a Dominguín lo vi en el centro el día antes del cumpleaños de mi hijo Juan, cuando fui al centro a por flores. Cuando lo ví, lo perseguí hasta donde pude, hasta que empezó a correr y se me perdió. La gente no le conoce, yo lo que quería es que la gente se fijara en su cara, para que lo vieran”.

Hace unos días se llevó un gran disgusto, cuando descubrió en una visita al cementerio que alguien había causado destrozos en la tumba de Juan. “Me quedé hecha polvo, porque fueron a tiro hecho, fue la suya nada más. Yo tengo dos o tres sospechosos, pero no puedo decir quién ha sido puesto que no lo he visto”.

A Antonia se le llena la boca cuando habla de sus nietos, su mayor alegría desde que murió Juan. Están a punto de cumplir siete años y destaca que, sobre todo su nieta, es la que más sabe y pregunta del tema. “Ella entra conmigo en el cementerio y me dice que va a limpiar la tumba del tito Juan y hay veces que me pregunta por qué tuvieron que matarlo, que por qué le hicieron eso”. 

A pesar de todo, sigue teniendo esperanzas ya que “como dicen, nunca hay que perderla”. Su terapia es y seguirá siendo su visita diaria al cementerio

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