Jerez

"Recomendados", por José García Oliva

La gaviota y un mar de colores

De Anja Tuckermann. Il. de Daniela Chudzinski. Álbum. Ed. Juventud. 2011.

La gaviota se pregunta en voz alta si el azul más azul es el del mar o el del cielo. La pregunta no es nada inocente, la pregunta no es retórica. La pregunta es una auténtica provocación para que el mar y el cielo desplieguen sus “azules” más matizados y generen las olas, la niebla, la espuma, la nube,… un torbellino entre ambos, cielo y mar, hasta regresar a la calma. Intentando ofrecerle a la gaviota lo mejor de cada uno, cielo y mar se enzarzan en una discusión plástica que la ilustradora alemana Chudzinski debe haber recogido este reto como un regalo sin igual, ofreciendo unas pinturas magníficas que emocionan con su esplendor de tonos y matices, con su paseo por todos los azules entre cos que aparecen grises y negros y muchos verdes para, al final, desde una arena de playa amarilla, volver a tener a la gaviota elucubrando cómo volver a provocar a ambos, cielo y mar, para que de nuevo empiece el espectáculo. Una historia que la autora no ha tejido en su interior con palabras sino con sonidos y colores, con mucho movimiento, y que ha sabido plasmar en el texto mínimo y suficiente para que la pintora nos despliegue unos lienzos llenos de energía y expresividad, que obtienen más fuerza al aparecer como contrapunto la gaviota recortada sobre la contienda con su plumaje blanco, sus extremos de alas negros y su pico y sus patas rojos.

Un bellísimo álbum para todas las edades.

Almanaque musical

De Antonio Rubio. Il. de David Pintor. Ed. Kalandraka. Sevilla. 2012.

Continuamente se habla de la musicalidad de la poesía. ¿Podríamos hablar de lo poético de la música? De lo que sí podemos hablar es de este libro donde ambas artes, poesía y música, se dan la mano y los versos y los acordes, mediante la ilustración. Porque es a partir de doce láminas de David Pintor cuando el poeta crea los doce poemas, uno por cada mes del año. Todo comienza con una singular orquesta de cuerda, en el que “tocan” por igual animales y personas: un elefante, un gato, una cigüeña, cinco pájaros y una mujer y cuatro hombres, con sendos violines, violas o violonchelos. Orquesta perfectamente uniformada según el momento, bufanda o bañador según toque, y perfectamente organizada en el espacio que la página les brinda y que la estación del año requiere: revoloteando por el viento, cobijados por el frío, tumbado por el calor, siempre con sus instrumentos muy a mano, bien haciendo sonar la música o bien muy cerquita para ponerse a tocar en cuanto puedan. Estas imágenes, el viento y el calor que se sugieren, las posturas y las ropas, los colores de fondo y lo que de por sí los propios meses evocan por sus propios nombres, son el eslabón con el que el poeta lo une todo junto a vocablos sonoros, los términos musicales, los juegos de palabra que dan de sí las polisemias y las paronimias, las metáforas afinadas y sonoras y agradables cacofonías. Todo ello en poemas de tres cuartetas asonantadas de versos de seis sílabas. Y es que Antonio Rubio es de los poetas que también escriben para niños y así tiene un buen número de publicaciones, entre los que destacar la colección "De la cuna a la luna", poemas onomatopéyicos para ser leídos y recitados sobre animales del entorno próximo que se presentan a sí mismos maullando, relinchando, cacareando… Como maestro, bibliotecario y mediador de la lectura (especialmente de la poesía) ante los niños, perteneciente al colectivo Acción Educativa de Madrid, es un gran conocedor de los gustos literarios de los pequeños. Por su parte, David Pintor de quien ya hemos hablado por trabajos suyos en el tándem Pinto & Chinto, ha realizado un ejercicio de creación exquisito que tiene mucho de homenajes y de experimentación. Por un lado una creación de personajes que nos van a recordar a distintos autores de distintos estilos a su vez (desde Xan López Domínguez a Quentin Blake) pero “sonando juntos” perfectamente. Y por otro unas composiciones imposibles pero no por ello inverosímiles, donde los personajes se mueven por cualquier rincón de la página, y donde los números bailan (12 meses, 13 personajes, y 9 instrumentos) pero todo con una música perfectamente dirigida bajo su batuta… o lápiz, claro.

82 ojos

De Eva Manzano. Il. de Mónica G. Serna. Col. Trampantojo. Thule Ediciones. Barcelona. 2011.

Desde que Mónica Gutiérrez Serna aterrizara en Thule, en el número 50 de esta colección Trampantojo, hasta este que es el número 77, varios son los libros que ha ilustrado (alguno también como autora) y varios premios ha conseguido para la editorial. Con este, por ejemplo, fue finalista del CJ Picture Award, y con “El mar y…” fue directamente ganadora de ese premio. Dos obras muy reconocidas y ambas en 2011. Eva Manzano también es ya veterana en la editorial como autora y forma un particular tándem con la ilustradora con la que ya colaborara anteriormente. La escritora sabe que no necesita muchas palabras para despertar todo el talento creativo de Mónica G. Serna, tan solo lo preciso para transmitir una idea que aunque los pequeños lectores no la comprendan a nivel consciente, habrán aprendido cómo se consiguen las cosas: dando el primer paso, sin esperar a que lo den por ti. Tenemos el símbolo de la sabiduría representado por la veteranía, la antigüedad en la existencia o la vejez: la montaña. Y tenemos a quienes necesitan de su ayuda, algo así como los personajes que iban buscando al Mago de Oz. Y al igual que pasa con estos últimos, los personajes de “82 ojos” (el niño, el conejo y la urraca) llevan la solución con ellos. Quieren conseguir un amigo y no se han dado cuenta de que lo tienen al lado hasta dar el paso de invitarse a merendar. Guiño divertido el de la montaña al decir que “El mundo ha cambiado tanto y los deseos tan poco”. Por su parte, la ilustradora despliega diversas técnicas para vehicular la historia, con el dibujo recortado y montado a modo de collage para la montaña y sus ojos, que también aparece pintada con colores y trazos diversos; el trazado más figurativo, para los personajes: a veces con rotulados, otras con cera dura o aguada; y para los fondos, un juego de líneas finas de tinta horizontales, o verticales, o ambas a la vez formando zonas cuadriculadas para, de esta manera, concentrar la atención directamente en los cuatro personajes (montaña y “solicitantes”) y a la vez dando una impresión de ensayo o estudio, de no cerrar cómo son esos personajes, de hacernos ver una lejanía entre ellos que página a página se va perdiendo hasta salir de la historia muy juntos. Un formato apaisado y alargado, una edición y encuadernación (como siempre) de buen oficio, una historia contada con gracia y con un rico mensaje y unas ilustraciones definidas por una plástica contestataria, vanguardista, hacen en conjunto un libro singular que tras su lectura se nos hará familiar y entrañable.

pepegoliva@hotmail.com

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