Recuerdos y anécdotas del Padre Luis Bellido
Jerez, tiempos pasadosHistorias, curiosidades, recuerdos y anécdotas
De vivir todavía, el día uno hubiera cumplido 85 años de edad · El 'Padre Bicicleta' se enfrentó al Ministro Lora Tamayo por las obras de San Dionisio · Decía que el obispo era Bellido Caro y él era el Bellido 'barato'· Una noche se quedó a dormir a las puertas de su iglesia.El Padre Luis Bellido atendiendo la visita de un Ministro del Gobierno, al final de las primeras obras de restauración, en los años setenta, acompañado de las autoridades provinciales y locales, técnicos y periodistas. ARCHIVO DEL AUTOR
EL Padre Luis Bellido Salguero, jerezano, nacido en el Arroyo, el 1 de noviembre de 1924, de haber vivido hubiera cumplido este domingo pasado, fiesta de todos los santos, 85 años de edad. Hijo de un banderillero de la cuadrilla del diestro 'Venturita', llamado Antonio Bellido Troncoso, más conocido por 'Guerrerito', se ordenó sacerdote el 23 de octubre de 1949, siendo su primer destino la Iglesia Prioral de El Puerto de Santa María, ciudad donde le pusieron el apodo de 'Padre Bicicleta' por ser ese su medio de locomoción, tanto para desplazarse desde Jerez como para circular por las calle de El Puerto; y no por decir la misa más rápido que nadie -que también-, como algunos creían.
De la Prioral portuense pasaría destinado a la iglesia de la Magdalena de Sevilla, donde nosotros le visitamos una vez, acompañando a su hermano Javier. Y luego vino a Jerez, como coadjutor de San Marcos y encargado, a su vez, de las iglesias de San Lucas y de San Juan de los Caballeros, donde tenía su vivienda, en la cual también recuerdo haberle visitado, en alguna ocasión. Posteriormente pasaría a su último destino, como párroco del templo del patrón de la ciudad, San Dionisio, en cuyas habitaciones anexas vivía con su anciana madre.
En esta parroquia se entregó en cuerpo y alma, tanto a su labor espiritual, como a la restauración del templo, que le costó la mitad de su vida y su salud. Una obra que duró desde el día de Reyes de 1964, hasta la fiesta de la Inmaculada, de 1977, teniendo nosotros ocasión, por entonces, de entrevistarle sobre las mismas, con motivo de la visita que realizara a la misma un ministro, acompañado de diversas autoridades nacionales, locales y provinciales.
Por cierto que sabemos que hay quien guarda viejas fotografías en la que se ve al P. Bellido diciendo misa, con la iglesia llena de escombros, montones de arena y paraguas abiertos, en días de lluvia. Porque, en los trece años que duraron aquellas primeras obras de restauración, en las que se acometió la más profunda de las intervenciones, desde los cimientos, al artesonado nuevo, nunca se cerró la iglesia. Decía el buen sacerdote que si se cerraba el templo, jamás se restauraría. Y para sacar fondos para las obras se las ingeniaba de mil maneras, con carteles en los que aparecía montado en un camión de materiales, vestido con su inseparable sotana. Otras veces compraba cupones y, otras, lotería, pensando siempre en que podría pagar si le tocaban, aunque la diosa Fortuna no fue muy generosa con él. Y pidiendo y dando sablazos a unos y a otros, especialmente a determinados amigos y feligreses adinerados, a los cuales solía ir a buscar incluso a los bares donde paraban, para pedirles dinero para las obras.
Una Semana Santa, cuando el ministro de Educación y Ciencia, Lora Tamayo, jerezano de nacimiento, vino a dar el pregón, al pasar delante del humilladero de San Dionisio, desfilando en la presidencia de una cofradía, don Luis Bellido se acercó a él, pidiéndole respetuosamente que le echara una mano en las obras de su templo; a lo que el ministro le contestó que iglesias en ruinas, había muchas en España; saltando inmediatamente el cura, contestándole que sí, "pero que ministros de Jerez solo hay uno" y, sin más, se marchó dejando plantado al ministro.
El Padre Bellido tenía una personalidad muy especial y, sobre todo, mucha gracia de la espontánea; sin perder nunca su seriedad; ya que era un sacerdote muy responsable y comprometido. Una vez dijo al Obispo Bellido, compañero suyo de seminario, que si don Rafael era el Bellido Caro, él era el Bellido "Barato". Otra de sus características principales fue el gran amor por los pobres, socorriendo generosamente a cuantos acudían en masa a su despacho; repartiendo lo mucho o poco que tenía. Y en época de inicio del curso escolar, tenía un convenio con la Papelería Consistorio, de su amigo Pablo, para que diera los libros de texto a muchos niños de familias que no podían adquirirlos; pasándose luego él para pagarlos.
Entregado a su misión apostólica, en cuerpo y alma, más que un párroco, quiso ser un amigo fiel para todos sus feligreses; sin importarle su posición ni estatus social. Desde el que venía a pedir a su puerta, hasta el señor con más enjundia. Entre otros muchos, Enrique el del Bar Victoria; Picón el taxista; el farmacéutico Onofre Lorente; Miguel el de las chucherías; el anticuario Cayetano Caputto y el arquitecto Fernando de la Cuadra, que tanto le ayudó; al igual que doña Carmen Zuleta y don Jaime Sánchez Briñas, los más destacados vecinos de la plaza de la Asunción. Siendo este último el que le ayudara, dando el último empujón, para liquidar la deuda de las obras que se le hicieran tan difíciles de pagar.
A otro amigo feligrés, dueño de una bodega, acudía de vez en cuando a pedirle dinero, en momentos en que las limosnas no le llegaban; se tomaba un te con él y se iba más que contento, porque ya podía aliviar los problemas de alguien. Sabemos que sufrió enormemente, cuando encarcelaron a José María Ruiz-Mateos, a quien estimaba muchísimo. Y cuando éste quedó libre, mandó repicar a gloria las campanas de San Dionisio, formando un gran alboroto; pues le decía a los monaguillos que tocaran "más fuerte, más fuerte, que se enteren en Madrid".
Cada vez que le preguntaban, en sus últimos tiempos, por su precaria salud, decía que siempre estaba dispuesto a partir de este mundo; repitiendo esta frase que evidenciaba su gran fe en Dios : "Cuando El quiera, como El quiera y donde El quiera". Y junto a su fe en Dios, su gran devoción - verdadera pasión - por su Virgen del Mayor Dolor, a la que a sus plantas solía pasar noches enteras en oración, cuando la situación del templo le apremiaba o tenía que pedir a la Virgen por algún enfermo o necesitado.
Era tal su delicadeza, que cuando murió su madre, Trini Salguero, a la que amaba con locura, y ya vivía completamente solo, una noche tuvo que salir para llevar los últimos auxilios espirituales a un enfermo, olvidándose las llaves; y cuando volvió, ya de madrugada, para no molestar a nadie, se sentó en los escalones de su vivienda, anexa a la iglesia, donde se quedó dormido y allí pasó, en la puerta de la calle, el resto de la noche.
Y algo que muchos desconocen: don Luis Bellido era un extraordinario pintor, en la línea del gran paisajista José Montenegro Capel, al que imitaba perfectamente, firmando sus cuadros, que solía regalar a sus amistades y bienhechores, con el seudónimo de 'Le Curé de San Denís'.
Por último, quiero decir 'a quien corresponda' que, ahora que están finalizando las obras de San Dionisio, no sería mala idea que los restos de quien tanto luchara por la primera restauración, dejándose la vida en el empeño, pudieran volver, para ser enterrados en la iglesia a la que tanto amó, el día en que se reabra al culto el templo del Patrón. Sería lo más justo.
También te puede interesar
Lo último
Contenido Patrocinado
Contenido ofrecido por Restalia