Recuerdos y anécdotas taurinas de distintas epocas

Jerez, tiempos pasadosHistorias, curiosidades, recuerdos y anécdotas

Los primeros caballos de picar que lucieron petos protectores, en la plaza de Jerez, lo hicieron el 16 de septiembre de 1928. Novilladas protagonizadas por camareros aficionados, por toreros jorobados y por hebreos y cojosCartel de la corrida de toreros hebreos y lidiadores cojos españoles celebrada en la plaza de toros de Jerez el domingo 5 de noviembre de 1876. FOTO: ARCHIVO DEL AUTOR

14 de abril 2010 - 01:00

CON la primavera, llegan las fiestas de toros. Primero, las fallas, ahora la feria de abril sevillana y, en Jerez, se anuncian ya las corridas de nuestra feria de mayo. Y es, en esta época, cuando los aficionados recordamos hazañas toreras y anécdotas de todo tipo, relacionadas con toros y toreros.

Muchos ignoran que las corridas de toros tienen su origen en la diversión de los caballeros de la nobleza, que posteriormente optaron por tener algunos auxiliares, de a pie, para que les acercaran los toros al caballo. A estos auxiliares se les llamaba chulos. Y que los primeros toreros de a pie fueron gente que trabajaban en los mataderos, a la cual se le concedía permiso para jugar al toro en las plazas públicas, en días muy señalados.

Aquí, en Jerez, parece que fue donde primero se llegaron a celebrar corridas de toros por toreros de a pie. O sea, sin caballos y sin caballeros. Privilegio éste que Jerez se disputa con Cádiz y Sevilla. Y una cosa muy curiosa es que, como el toreo tuvo sus orígenes a caballo, al ser los caballeros sustituidos por los picadores, como gente de a caballo que también eran, pues ellos son los que figuraban en los carteles como tales protagonistas, en el siglo XVIII, siguiéndoles luego los matadores que no empezarían a tomar verdadero protagonismo hasta iniciado el siglo XIX.

Las primeras corridas se daban en las plazas públicas y, principalmente, en la del Arenal, donde en el XIX se subastaban los balcones, como sitios principales para ver los festejos. Siendo cosa curiosa que los frailes franciscanos tenían su propio palco, en lugar situado, más o menos, donde está actualmente el edificio de la Caja de Ahorros, existiendo documentos que nos dicen que cada uno de dichos frailes acudían al mismo, llevando su propia escupidera por si la necesidad les apremiaba, ya que las corridas eran generalmente de diez toros y duraban casi el doble que las actuales, y eso si no había caballos muertos por medio.

A propósito de esto, debo recordar que la primera vez que los caballos de picar salieron a la plaza de toros de Jerez, con petos protectores, fue el domingo 16 de septiembre de 1928, último día de la antigua Feria de Ganados, en la que torearon los novilleros Rafael Saco "Cantimplas", de Córdoba; José Jiménez "Rebujina", de Cádiz; y Manuel del Pino "Niño del Matadero", del Puerto de Santa María; lidiando ganado del sevillano José Anastasio Martín. Hasta entonces, las corridas se celebraban en Jerez a caballo descubierto; es decir, sin protección alguna.

Festejo anecdótico celebrado en nuestra plaza, sería el 18 de mayo de 1919, a beneficio de la Sociedad de Camareros, una especie de sindicato de la época, en la que los matadores fueron "los valientes aficionados y camareros" , llamados Arsenio García, que trabajaba en el café cantante "La Primera de Jerez"; Diego Martínez del "Café Ideal Jerez"; Manuel González del mismo café y Antonio Rosillo, que era camarero del primitivo Hotel "Los Cisnes", ubicado donde luego estuvo el café Fornos.

Por lo visto el festejo resultaría todo un éxito, por lo que la llamada Liga Taurina, organizadora del mismo, quiso repetir el mismo, pero enfrentando esta vez, en un mano a mano, a Manuel González, del "Café Ideal Jerez", con Jacobo Olmo, camarero del mismo café, matando un novillo, cada uno de ellos. El desafío taurino se celebró el 6 de julio del mismo año 1919. Lo que no sabemos es el resultado de estos festejos, ni los revolcones que se llevaron sus protagonistas.

Otra anécdota es la que nos dice que hubo un fraile mínimo de la orden de San Francisco de Paúl, en el convento de La Victoria, en la calle Porvera - donde hoy está la Escuela de Arte -, llamado Alonso Pérez, natural de Medina Sidonia, que antes que fraile había sido picador de toros y que, aún vistiendo los hábitos, continuaba ejerciendo su profesión, tanto en la Maestranza sevillana, como en otras plazas; hasta que sus superiores se lo prohibieron. No obstante, el buen hombre siguió con su afición, no perdiéndose ninguna de las corridas que se daban en el Arenal, las que presenciaba desde el palco de sus amigos los franciscanos, con su correspondiente escupidera, debajo del asiento.

Pero gracia, gracia de la buena, fue la ocurrencia de celebrar, en la plaza de toros de Jerez, el 25 de septiembre de 1859, una novillada con toreros jorobados. El primer espada se llamaba Juan Román, conocido por "el de los Gallos"; y el segundo espada, Juan Antonio Vega, jorobado, de Sevilla . Los picadores no se sabe si eran jorobados, pero si lo eran todos los miembros de a pie de las respectivas cuadrillas, uno de los cuales, llamado Juan Basto que, a imitación de Antonio Carmona "El Gordito", pondría banderillas sentado en una silla, según se anunciaba en el cartel del referido festejo.

Pero otra original atracción que ofrecía este espectáculo es que, en el encierro que se celebraría a las seis de la mañana, otro torero llamado Manuel Recio, conocido por "El Terrible", que no sabemos si también era jorobado, pero que presumía de tener una fuerza hercúlea, cogería al toro por los cuernos, y, por la tarde, pondría al primer becerro una moña con el pie, en la frente del astado, estando tendido en la arena, ante la puerta del toril; y posteriormente, al cuarto de la tarde lo rejonearía hincado de rodillas, cogiéndolo también por los cuernos.

Entre los asistentes a esta novillada de jorobados se sortearían tres grandes regalos: un rico pañolón de Manila, una capa y 200 reales; y al final del encierro, otros dos premios más, consistentes en una onza de oro y cien reales.

Y por hoy finalizamos estas curiosas anécdotas taurinas de nuestra plaza de toros, con "la grande, sorprendente y nunca vista corrida", como se anunciaba en los carteles, que tuvo lugar el domingo 5 de noviembre de 1876, en la que actuaron una cuadrilla de lidiadores hebreos y otra de toreros cojos. La de los judíos, tendría como espada a Effraín Cofat, de Larache, y la de los cojos la encabezaría como espada Antonio Fontán, apodado "La Chata" - así, en femenino -; anunciándose que el cojo Francisco Gallego "Lagartijillo" pondría banderillas al cambio, sentado en una silla, como las ponía "El Godito" que, por lo visto, era por entonces el torero de moda.

Y otro día, más anécdotas y curiosidades taurinas.

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