José y Agustín García Lázaro

En El Retiro con Luis de Ysasy

  • Un parque con historia (I)

Para nuestra querida , que llena de alegría las tardes del Retiro

Afinales del siglo XIX Jerez es una ciudad de más de 60.000 habitantes que ha venido experimentando un gran crecimiento económico durante toda la centuria, gracias al florecimiento y expansión de la industria vinícola. Como consecuencia de ello, su fisonomía urbana ha sufrido grandes cambios de la mano del extraordinario aumento de las construcciones bodegueras que han ido ocupando todos los espacios libres en torno a los viejos barrios (1).

Buena parte del caserío se renueva también, surgiendo nuevas calles y barrios que se extienden, sobre todo, hacia la zona Este de la ciudad, conocida como El Ejido. La calle Porvenir y el nuevo barrio de Vallesequillo serán unas de las principales áreas de ensanche, de expansión bodeguera y de mayor crecimiento urbano por el atractivo que, en buena medida, supone la instalación de la estación de ferrocarril. Desde 1854 Jerez cuenta con la primera línea férrea de Andalucía (y la tercera de España) que le permite la salida al mar de sus vinos a través del muelle del Trocadero, en Puerto Real (2). Los espacios urbanos entre la ciudad y las vías se van ocupando con nuevas construcciones mientras que las tierras situadas al otro lado del trazado del ferrocarril seguirán siendo territorio destinado a huertas y viñas.

Con el crecimiento de la población, gracias al despegue económico y urbanístico que la ciudad vive a lo largo del siglo XIX, surgen también nuevas necesidades de espacios abiertos y de recreo. Desde que, en 1787, bajo el mandato del Corregidor Eguiluz se creara la Alameda del Alcázar, la principal zona de esparcimiento de los jerezanos, se han ido acometiendo diferentes obras que, aunque de menor envergadura, han ido dotando a la ciudad de nuevos paseos y plazas arboladas. Entre los más destacados figuran el paseo y salón de Cristina (1833), las alamedas de Las Angustias (1841) y La Merced (1843), los jardines de las plazas del Arenal (1851) y del Arroyo (1860), de Eguiluz (1855) o de Madre de Dios (1858). Desde 1869, en torno a los Depósitos de Aguas del Tempul, se crearán también unos jardines públicos abiertos a la población (3).

Junto a estos espacios, las entradas y salidas de Jerez en los caminos que llevan a Sevilla, Medina, Arcos, Lebrija y Los Puertos verán también en sus orillas plantíos de olmos, acacias, moreras… o pequeños paseos arbolados que enlazan la ciudad con el campo. Pese a estas iniciativas, a finales del XIX se siente ya como una necesidad la creación de un gran parque público, de un nuevo espacio arbolado que venga a cubrir las demandas de un Jerez en plena expansión demográfica y urbanística.

A medida que Jerez crece, las clases más acomodadas optan, en muchos casos, por instalar sus viviendas en las cercanías de la ciudad, construyendo villas, haciendas y recreos en las zonas del extrarradio, cuando no en pleno campo, en las fincas de su propiedad. Aunque muchas de ellas quedarán absorbidas por el casco urbano en futuras expansiones, estas haciendas y recreos fueron a veces auténticas mansiones rodeadas de jardines y de arbolado.

A mediados del XIX, zonas como las calles Santo Domingo, Lealas, Paseo de Capuchinos, Camino de Lebrija... verán levantarse en sus cercanías magníficas fincas de recreo que, al calor del negocio vinatero, construirán las familias más pudientes de Jerez. "El Palacio" (hoy Escuela Andaluza de Arte Ecuestre) que, en 1865, construye Pemartín, "La Atalaya" o "El Recreo" de D. Francisco Rivero son algunas de ellas, de la que en otra ocasión nos ocuparemos (4).

En el extrarradio de la ciudad, algo más aisladas, algunas de estas haciendas alcanzarán también renombre. A mediados de siglo Madoz cita entre las más notables, "La Granja" de J. Pedro Domecq, la de "Giraldino" de Patricio Garvey o la de "Vallesequillo" de D. Juan David Gordon muy próxima a la estación de ferrocarril (5). Varias de estas fincas y recreos, con sus jardines y arboledas, pasarán, como años más tarde sucederá con El Retiro, a ser de propiedad municipal o a pertenecer a instituciones y organismos que facilitarán el acceso a los ciudadanos y posibilitarán el disfrute de sus zonas ajardinadas, como en los casos de La Atalaya, La Granja, o El Recreo de Las Cadenas (6).

Bien avanzado el siglo XIX, son ya muchas las ciudades de España que, de acuerdo con los nuevos planteamientos urbanísticos, cuentan con paseos arbolados y alamedas junto a las carreteras o caminos de acceso en cuyas orillas se siembran álamos, olmos, plátanos de sombra... Estos espacios son, a la vez que una carta de presentación para la ciudad, un lugar de esparcimiento y ocio para la población. Los árboles y la vegetación, la sombra y el frescor, lo ameno de la zona por la que suelen discurrir a modo de corredores de transición entre el campo y la ciudad, hacen de estos paseos lugares agradables, "deliciosos" en el lenguaje de la época, calificativo que se aplica de manera recurrente en las principales poblaciones del reino a aquellos paseos que se consideran más gratos. No es pues de extrañar, que "LasDelicias" sea el nombre propio de tantas calles, alamedas y caminos arbolados y así, ciudades como Vitoria, Madrid, Zaragoza, Sevilla (Las Delicias de Arjona) o Cádiz (Las Delicias de Martínez), cuenten desde mediados del XIX con este tipo de paseos (7).

En el Jerez de la época, gozando de las ventajas del campo y próxima como ninguna al casco urbano, la zona que se extendía frente a la estación de ferrocarril en el camino de Cortes, era un lugar privilegiado para las haciendas y recreos. El Camino de las Delicias era ya desde mediados del s. XIX un paseo arbolado en su primer tramo hasta "La Rosa Celeste", finca propiedad de D. Manuel Ponce de León y Villavicencio, donde en 1860 se inauguró una renombrada Casa de Baños alimentada por un pozo de aguas sulfurosas (8). El "arrecife de La Rosa Celeste", como era conocido por entonces era un lugar frecuentado por su cercanía a la ciudad, jalonado por olmos, moreras y árboles frutales de los fincas colindantes entre las que se encontraba, en su tramo inicial, nada más cruzar el viaducto, la hacienda "El Retiro" propiedad de D. Luis de Ysasi Lacoste.

Cuando se construye la casa-recreo en la finca, en el último tercio del siglo XIX, en sus proximidades se palpa ya el rumbo fabril e industrial que la ciudad va tomando. La primera estación de ferrocarril, el Viaducto (Puente de Cádiz), los proyectos de carretera de Jerez a Cortes, la cercana Fábrica de Gas, cuya chimenea aún se observa en las fotografías que se conservan de la hacienda El Retiro en la década de 1920... Son signos inequívocos de una ciudad en expansión, con proyectos de futuro, en muchos de los cuales Luis de Ysasi jugará un papel destacado (9).

Cuando tras su muerte Ysasi dona a Jerez su hacienda "El Retiro" para la creación de uno de nuestros primeros parques, no hace sino culminar toda una larga trayectoria de preocupación por los asuntos públicos y de apoyo a numerosos proyectos y causas educativas, culturales y benéficas en la ciudad.

Luis de Ysasi Lacosteera hijo del rico hacendado D. Gregorio de Ysasi y de Dª Juana de Dios Lacoste. Su madre destacó por sus muchas obras en beneficio de los sectores más necesitados de la ciudad, lo que llevó a que el Ayuntamiento rotulara con su nombre, en 1888, aún en vida, la calle contigua al Colegio del Salvador, institución que ella misma contribuyó a fundar (10).

Dedicado a sus negocios familiares, Luis de Ysasi impulsó iniciativas benéficas y de ayuda a las clases más desfavorecidas. Entre ellas destaca la construcción de un "Barrio Obrero", que aún se conserva junto a la calle Armas de Santiago. Apoyó a centros religiosos de caridad y a obras benéficas, compaginando esta labor filantrópica con su decidido mecenazgo a muchas iniciativas culturales de la ciudad, como su protección a la Academia de Bellas Artes, creada por el Marqués de Bonanza y que sería luego Escuela de Artes y Oficios; al Ateneo Jerezano, y a diferentes escuelas y colegios públicos y privados. A título anecdótico mencionamos la invitación -"lunch", tal y como recogen los periódicos de la época- que realizó en "El Retiro" a todos los maestros de las escuelas de Jerez tras la celebración de la primera Fiesta del Árbol en 1898, para impulsar desde el comienzo esta feliz iniciativa. Ysasi estuvo también presente en distintos proyectos innovadores para la ciudad, siendo uno de los más firmes y entusiastas puntales del proyecto del Ferrocarril de la Sierra (11).

Su fallecimiento, el 2 de diciembre de 1902, fue muy sentido por todo el pueblo jerezano, que concurrió en masa al funeral celebrado en la iglesia de S. Miguel y al que asistieron el Ayuntamiento en pleno ("bajo mazas") y las juntas de las entidades culturales, las casas de beneficencia y los centros escolares de la ciudad. En la primera plana del periódico local "El Guadalete", podía leerse, el día 5 de diciembre de 1902, el artículo titulado "Justo Tributo" del que entresacamos estas palabras: "Podrán la vanidad y la soberbia levantar hasta el cielo monumentos y estatuas en vanagloria de los que se llamaron grandes en la tierra; podrán los honores y grandezas humanas rendir el homenaje de su falso brillo en aras de la adulación y del servilismo; esas ostentaciones materiales nacen condenadas a la muerte y al olvido; pero lo que nunca morirá, lo que no puede morir, es el monumento levantado sobre el corazón y la gratitud de un pueblo por las virtudes, la ardiente caridad y las buenas obras de un bienhechor como el Sr. de Ysasi; ese monumento espiritual desafiará al olvido y a la muerte, y pasará de generación en generación, transmitiendo con el nombre ilustre de aquel buen ciudadano, el recuerdo de sus méritos y el ejemplo de sus acciones" (12).

Junto a las diferentes plazas arboladas y alamedas levantadas a lo largo del siglo XIX, a la muerte de Ysasi en 1902, Jerez acaba de estrenar el parque del Recreo, que luego tomaría la denominación de González Hontoria en reconocimiento del alcalde que lo impulsó. Concebido en principio como espacio destinado a la celebración de la tradicional Feria de Ganados, que hasta entonces se llevaba a cabo en el Hato de la Carne, junto a Caulina, el nuevo parque nacía también con la vocación de ser un lugar de esparcimiento para una población en permanente crecimiento. Sin embargo lo distanciado de su ubicación con respecto al casco urbano y la ausencia de arbolado, hacían presentir que hasta pasados unos años no se cumplirían las grandes expectativas creadas con el nuevo parque.

Así estaban las cosas cuando en el diario local "El Guadalete", se dio a conocer el 7 de diciembre en un artículo titulado "El legado del Sr. Ysasi", la donación al pueblo de Jerez de su hacienda El Retiro para su utilización como parque público. Según se informaba, la finca tenía una superficie aproximada de 16 aranzadas y estaba valorada en más de 400.000 pesetas de la época. El último día de aquel 1902, el Ayuntamiento jerezano recibía un escrito de los albaceas testamentarios de D. Luis de Ysasi en el que se decía: "Protocolizado ya el testamento del señor don Luis de Ysasi Lacoste (q.s.g.g.), tenemos el honor de enviar a V.E. copia de la cláusula por la que lega a esta ciudad la hacienda "El Retiro", rogándole se sirva dar cuenta del legado a la Excma. Corporación que dignamente preside y manifestar en la misma que estamos dispuestos a otorgar la escritura del inmueble en el momento en que el Excmo. Ayuntamiento obtenga la autorización necesaria al efecto". Firmaban la carta los albaceas, Federico de Ysasi Dávila, Salvador Dastis Ysasi, Manuel de Ysasi" (13).

Para que se respetara su deseo, Ysasi establecía ciertas condiciones, siendo la principal la de hacer partícipes de su donación a todas las clases sociales de Jerez. Así, en la Cláusula 21 de su testamento, dictado en 1897 ante el notario Sr. Esteve, se decía: "Lego a la ciudad de Jerez de la Frontera y en su representación al Excmo. Ayuntamiento de la misma, la hacienda de recreo de mi propiedad llamada "El Retiro", situado al frente de la Estación del Ferrocarril, entre los caminos de la Fuente de Pedro Díaz y el arrecife de la Rosa Celeste, de cabida de más de once aranzadas y casa habitación.

Aunque el legado se produjo a finales de 1902, aún pasarán unos meses hasta que el Ayuntamiento asuma la gestión de la finca. En la Sesión Municipal de 18-8-1903 se da lectura a un oficio de los albaceas de D. Luis de Ysasi instando al municipio a tomar posesión de la hacienda del Retiro, acordándose esperar unos días hasta que "la superioridad resuelva el asunto". Previamente, una semana antes, ya se había aprobado la propuesta para la prolongación de la tubería de agua potable hasta la Hacienda El Retiro así como hasta el Parque González Hontoria por la Calle Santo Domingo, queriendo así garantizar el suministro a las nuevas zonas verdes de la ciudad (15). Continuará.

José y Agustín García Lázaro

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