el drama de la inmigración

"Salí de mi casa el 14 de junio de 2017, llevo más de un año intentando llegar"

  • Varios de los inmigrantes acogidos en el 'Kiko Narváez' relatan sus vivencias, de meses de duración, para alcanzar Europa

  • Unas 200 personas siguen en Jerez a la espera de partir hacia otros destinos

Cargamento de ropa para los migrantes acogidos en Jerez. / MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ

Detrás de cada persona alojada estos días en el Polideportivo Kiko Narváez hay una historia de superación, de supervivencia, de angustia, de desesperación, de lucha, de libertad...Con una media de edad que no supera los veinticinco años, los inmigrantes esperan el momento para salir hacia su destino, que coincide mayoritariamente con ciudades como Madrid, Bilbao y Barcelona (muchas de ellas puntos de enlace con otras capitales europeas). Para ellos será una etapa más de un recorrido que comenzó hace meses y que en Jerez tiene estos días una parada más.

Costa de Marfil, Guinea Conakri, Senegal o Camerún son algunas de las nacionalidades de las casi doscientas personas que se encuentran en el centro deportivo jerezano a la espera de poder partir marcharse. Ayer partieron 50, pero por la tarde llegó otro autobús procedente de Tarifa con una cantidad similar.

Una de las personas atendidas en el Kiko Narváez, junto a dos voluntarias de Cruz Roja. Una de las personas atendidas en el Kiko Narváez, junto a dos voluntarias de Cruz Roja.

Una de las personas atendidas en el Kiko Narváez, junto a dos voluntarias de Cruz Roja. / miguel ángel gonzález

El trabajo de los voluntarios es continuo (desde traductores como Ana a médicos o personas decididas a colaborar), es un no parar, un dispositivo perfectamente coordinado por Cruz Roja y que ha atendido ya a más de doscientas personas en estos tres días. Todos intentan hacer más llevadero la estancia en Jerez de los inmigrantes, a los que las altas temperaturas de estos días apenas les afectan. Muchos reciben incluso, en su deambular por la zona de La Granja, el calor de muchos vecinos, solidarios con sus 'invitados' de excepción.

Para este nutrido grupo de personas, España es el paraíso tras muchos meses en el infierno. "Salí de casa el día 14 de junio de 2017, llevo más de un año intentando salir de África", cuenta Massa Mussa. Este joven de Burkina Faso reconoce que Mali y Marruecos han sido los escollos más difíciles de superar en esta particular experiencia. "En Mali tuve que pedir ayuda a mi familia porque era imposible salir del país", recuerda, "y en Marruecos he estado varios meses, es todo muy duro".

Abdulah Soumahuro salió hace siete meses de Abiyán, en Costa de Marfil. Para llegar desde su ciudad de nacimiento hasta Mali tardó "un mes", un periodo de tiempo al que le sumó dos meses más para cruzar la frontera con Marruecos. "Mali es un país difícil, no es fácil encontrar cómo moverte para salir de él".

Pero sin lugar a dudas, las peores experiencias las tuvo al llegar a territorio marroquí. "Hemos estado por lo menos cuatro meses mendigando, porque no teníamos trabajo, y el dinero que conseguimos para alquilar la zodiac que nos trajo aquí fue gracias a los turistas, que nos daban algo", cuenta indignado.

Ouesse Bedel también ha llegado a España procedente de Costa de Marfil. Apenas tiene 18 años, pero su físico, pese a la dureza del camino, aparenta a una persona mucho más madura. Le traiciona una mirada infantil. "He conseguido cruzar el estrecho a la cuarta", confiesa. Bedel ha tenido que capear "la dureza" con la que se emplean las fuerzas de seguridad marroquíes. En medio de la conversación se para, se sube el calcetín y nos enseña una mordedura en el pie. "Me la hizo un perro de la policía, a ellos les da igual", reconoce.

Lacine recuerda que en Marruecos fue detenido en Tánger por la policía y tras ser trasladado a la comisaría "y pasar mucha hambre, allí la comida escasea", insiste, fue enviado hasta Fez "para que tuviésemos que cruzar de nuevo todo el país".

Todos hablan con especial entereza, aunque a veces, cuando recuerdan por todo lo que han pasado, su espíritu se transforma, se indignan. El volumen de su voz pasa de un clima de sosiego a un clima crítico. Es como si se transformasen ante la indignación. Así lo cuenta Madria, también de Costa de Marfil, que admite haber pagado "5.000 dírhams", unos 500 euros, "por una zodiac" con la que cruzó el estrecho. "Éramos 34 personas en la zodiac, y han sido muchos días en el océano, pero ya estamos aquí", añade. Tampoco tiene un buen recuerdo de la policía marroquí "nos localiza cuando hablamos por el móvil", cuenta, "por eso intentamos movernos constantemente". Además, como otros tantos inmigrantes, ha tenido que hacer varias intentonas hasta poder llegar a tierras españolas. "La polícía nos rajo la zodiac delante nuestra y nos quitaron todo", recalca.

Pero sin duda, la historia más dramática la protagoniza Mousse Kandé, que pide el bolígrafo para escribir correctamente su nombre "aquí-se señala la pegatina con el nombre que tiene en su camiseta-se han equivocado", admite en inglés. Es de las poquísimas personas que habla este idioma, ya que el resto sólo lo hace en francés.

A sus 22 años, ha cruzado varios países desde Guinea Conakri hasta llegar a España. Pregunta una y otra vez cuándo partirá hacia Madrid. "Me fui de mi país porque me querían matar", recuerda un tanto nervioso, "tuve que pedir ayuda a mi familia y por eso me fui", afirma. Como otros compañeros de travesía, antes de abandonar su patria "era carpintero".

En cada persona hay una historia, todos tienen algo que contar. Ahora, mientras sostienen en la mano el papel del gobierno español que certifica su expulsión, sueñan con una nueva vida en esta Europa inconsciente de la realidad.

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