Señorío de La Plazuela Manuela

Jerez se rinde a la Chati con un emotivo homenaje de casi seis horas de duración Las dedicatorias de Diego Carrasco, Vicente Soto y Jesús Méndez y el baile de Manuela Carpio brillan en un universo artístico amplio

Señorío de La Plazuela Manuela
Señorío de La Plazuela Manuela

03 de noviembre 2013 - 01:00

'Señorío de La Plazuela', como la definió en una de sus letras alusivas Diego Carrasco fueron algunas de las dedicatorias expresas que en la noche del pasado viernes y durante casi seis horas fluyeron por las tablas de un Teatro Villamarta a rebosar. Artistas y público llenaron el coliseo jerezano para homenajear a una de las artistas jerezanas con mayor personalidad, tanto fuera como dentro del escenario. Y no son simples palabras, pues así lo demostró el público y la legión de cantaores, guitarristas, bailaores, palmeros, percusionistas que no quisieron dejar pasar la oportunidad de recordar y añorar a la querida Chati.

Como era de prever, la fiesta duró hasta bien entrada la madrugada (a las dos y media para ser exactos, desde las ocho y media), porque ya se sabe, con un cartel tan extenso y por más que la organización intentó avivar el ritmo de las actuaciones, este tipo de eventos suele demorarse bastante.

Tras la voz sabia e inconfundible de Pepe Marín, el escenario se fundió a negro para escuchar los primeros sones. A ritmo de bulerías se oyó: Echo de menos tu voz, gitana caracolera/ suave como el terciopelo y natural como la seda/. Qué me gustaba a mí mirarte y escucharte/ Y es que tu nombre Manuela a mí me huele a yerbabuena. En las tablas eres la más grande/ cuando movías tu muñeca tu estampa era incomparable/Manuela, Manuela/ cuando yo escucho tu cante mi boca me sabe a canela.

Era la garganta de Jesús Méndez interpretando una letra compuesta por él mismo para la ocasión. A algunos nos levantó el vello y seguro que a Manuela le arrancó alguna que otra lagrimita. Puro sentimiento y transmisión, los principios del cante.

La emoción se transformó en alegría con los replantes de Juanilloro, incluido en un Cuadro de Bereber con variedad de sabores, desde el caramelo de Felipa y Mara Rey, la sal de El Quini y Fernando Soto, lo rancio de Ana de los Reyes y David Carpio y el miltifrutas de José Gálvez que recurrió al 'El amor es de colores', todo combinado con el baile de Rocío Marín, Mercedes Pantoja y Saray García.

Del ritmo se pasó la sobriedad del baile por seguiriyas de Mercedes Ruiz, acompañada por Santiago Lara, Perico Navarro y David Carpio. Fue sólo palillear y meterse al público en el bolsillo. Su carretilla final provocó un estallido en el teatro, en pie ante la jerezana.

Con el ambiente caldeado apareció El Tate, sí Diego Carrasco. Idolatrado por muchos, denostado por otros, Diego es, por encima de todo, un artista y esa definición no todos la tienen. Porque es aquí, en momentos como éste cuando se ve a los verdaderos artistas, capaces de convencer con una única pincelada. Diego, fiel a su capacidad creadora, obsequió a la Chati con otra ristra de letras sentidas. Ay Manuela mía/, qué vacía me has dejado la verea que va al Campillo/, yo sólo escucho tu eco recordando a La Paquera/, Manuela Méndez, mi Chati/, señorío de La Plazuela.

En esa línea de profesionalidad se movió Vicente Soto. Igual de original y con su elegancia habitual, recurrió al cante por tonás con versos inspirados en ella de la que dijo: "Todos los flamencos de España la querían".

Del cante se pasó a la guitarra de Antonio Rey, con esas privilegiadas manos, de ahí a la dulzura de Arcángel y a la jondura de Manuel Moneo.

Tras el patriarca, protagonismo femenino para Juana la del Pipa, La Macanita y Manuela Carpio, con las guitarras de Manuel Valencia, magistral toda la noche, y Pepe del Morao. Inspirada por los duendes, Tomasa removió los huesos por soleá, Juana rompió el ambiente y Manuela despertó a los duendes con un baile por bulerías para la historia. Qué manera de bailar... El público saltó de sus asientos para despedirlas en pie. No era para menos.

A eso de la medianoche, Andrés Peña y David Carpio también rescataron algún olé, y Pansequito y Aurora Vargas pusieron el toque selecto. Sus tablas y y su entrega conquistaron a Villamarta, que les despidió con honores.

Capullo, con una teba celeste y tan locuaz como siempre, formó el guirigay en un teatro cada vez con más claros. Habían pasado ya cuatro horas.

Los fieles, sin embargo, pudieron deleitarse del almíbar de Antonio Reyes, que con una simbiosis perfecta con la guitarra de Antonio Higuero, cantó como los ángeles por tangos. Con más fuerza y poderío, todo lo contrario que su compañero de escenario, irrumpió José Valencia que instantes después puso la banda sonora al baile de Joaquín Grilo, sugerente y sólido, como de costumbre.

Fernando de la Morena y Juan Diego dejaron entreabierta la puerta del compás 'buleaero', que se cerró con un multitudinario cuadro de los dos barrios cantaores por excelencia, Santiago y San Miguel y donde sonaron voces noveles con otras ilustres.

Era el cierre a una noche de leyenda, aquella que comenzó con esa luna de abril que tantas veces alimentó con su cante y que el pasado viernes se consumó para la posteridad. Porque ya se sabe, 'Hoy Jerez no es Jerez sin mi Manuela'.

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