Sherry, Sir?
La historia de Williams & Humbert es la historia de un éxito clamoroso La laboriosidad y talento de la familia colocó a las bodegas entre las 'grandes' del vino de Jerez
El mundo del vino de Jerez es como un poliedro de mil caras en el que desfilan los nombres de todos aquellos hombres y mujeres que, cada año y durante siglos, han hecho y hacen posible el milagro del 'sherry'. Por eso, serviría hasta de reproche no recoger en estas páginas el apellido de una de las familias más laboriosas y de mayor éxito en el vino de Jerez: Son los Williams. Y aunque hay muy poco donde rascar para conocer sus orígenes y trayectoria, porque realmente poco se ha estudiado, nos guiaremos por las investigaciones de Julian Jeffs y de otro apasionadodel jerez, José Luis Jiménez, para poner esta deliciosa historia en pie.
Todo comenzó con un nombre: Alexander Williams, un inglés nacido en Londres (Bermondsay) en 1842. En el último cuarto del siglo XIX, Alexander aparece en Jerez como un oficinista insatisfecho que trabajaba para Wisdom & Warter. Pero maravillaba por su talento, empuje y carácter. Trabajó incesantemente durante algunos años, aprendiendo el negocio a fondo. Fue entonces cuando conoce a una jerezana de origen inglés, Amy Humbert, hija de un buen amigo del anciano Joseph Warter. Se enamoraron y casaron. Pero Alexander cayó en la cuenta de que apenas podía subsistir con un exiguo salario por lo que sugirió que un joven con su capacidad y laboriosidad debía de ser compensado con una participación en la compañía.
Pero la respuesta fue '¡NO! Veremos más adelante'. Y más adelante, otro "¡NO!", y además un 'No' muy rotundo. Warter no estaba dispuesto a desprenderse de ninguna de las acciones de la empresa. Por desgracia, Warter actuó de una forma no muy delicada y Williams ya no podía soportarlo más, así que se marchó. Las versiones eran distintas: Mientras Alexander decía que le habían despedido de momento, sin previo aviso, Warter aseguraba que se había ido si n notificarlo.
Aparece entonces la figura de un tal Edward Engelbach, un agente que había enviado el banco de Coutts para cuidar de las propiedades que el duque de Montpensier, desterrado de España después de la abdicación de la reina Isabel, tenía en Sevilla y Sanlúcar. Engelbach, gran amigo de Alexander, le sentó y le aconsejó: Pese a tener una mujer joven y ninguna fortuna personal, debería trabajar por su cuenta. La decisión era atrevida, pero Williams se arriesgó. Para ello, contó con la providencial ayuda de su suegro, Charles Francis Humbert, que le adelantó 1.000 libras, una enorme fortuna para aquellos días, pero le puso una condición: que su hijo Arthur Humbert, que estaba aprendiendo con fruición lo referente al comercio del jerez en Wisdom & Warter, entrase a formar parte de la sociedad a su mayoría de edad. Jeffs nos descubre la correspondencia que envió a su hijo:
"Mi querido Arthur:
Esto es algo inesperado, pero Mr. Warter le escribió una carta en respuesta a su solicitud para formar parte de la sociedad o ascender de categoría, que ningún hombre que se respete a sí mismo debería, a mi juicio, tolerar.
Me dejó atónito. Le dijo a Williams que se podía marchar inmediatamente y él le ha cogido la palabra. Va a intentar montar un negocio de exportación con Elgelbach y conmigo, en cuanto a ti... He escrito a Mr. Warter para preguntarle qué es lo que desea que hagas, teniendo en cuenta lo sucedido, que te marches o que te quedes con él durante un tiempo. Probablemente dirá que te vayas, pero te pediría que no fueras injusto ni grosero con él".
Y en una carta posterior le dice:
"Mi querido Arthur:
Escribí enseguida a Mr. Warter para decirle que sus deseos serían cumplidos y que Williams se haría cargo de ti tan pronto como tu sucesor llegue de Inglaterra para ocupar tu puesto y, desde ese momento, serás empleado de Williams, Engelbach & Co., con un sueldo de 100 libras al mes.
(...) Debes, por lo tanto, triunfar y estoy seguro que la forma de hacerlo es vender vino bueno con un porcentaje razonable de beneficios, menor de hecho de lo obtenido normalmente y llevar el negocio honradamente y lo mejor que pueda hacerse..."
Williams se ocupó de la parte española del negocio y Engelbach abrió una oficina en Londres. Alquilaron una pequeña nave de una bodega y compraron una buena solera de un fino amontillado, fresco y delicado, que exportaron por vez primera a Inglaterra el 23 de junio de 1878 con el nombre de 'Pando', nombre que deriva del de un viticultor de Montilla, J.P. Panadero, quien suministró el primer vino para hacer la solera. Williams siguió exportando y exportando. No sólo vino, también pasas, jamones y todo tipo de mercancías. Mr. Humbert no tenía porqué preocuparse de sus mil libras: la nueva empresa sobrevivió a la filoxera, resistió la depresión y muy pronto se convirtió en un próspero negocio.
Pero algo inesperado ocurrió entonces. Cuando Alexander comenzó en el negocio, su capital era pequeño y utilizó letras negociables. Por desgracia, un agente de Bolsa local actuó con una falta absoluta de tacto: Cogió las letras de Williams e intentó descontárselas a Joseph Warter, pero Warter detestaba a Williams y manifestó abiertamente que no quería saber nada de esa letra. Así es que le llevó la letra a William Garvey, que tenía fama de ser el hombre de negocios más duro de Jerez. Garvey la aceptó enseguida y dijo que se quedaría con todas las que el agente pudiera conseguirle. La estratagema dio resultado: El crédito de Williams subió vertiginosamente y desde entonces ha sido intachable. En 1887, Engelbach se retiró para dedicarse por entero al teatro. Así nació Williams & Humbert. Alexander fallecería en Ben Rhydding, Inglaterra, se cree que en 1911. Le sucedió al frente del negocio su hijo Guido Dingwall-Williams.
Guido, Guy, Don Guido, había nacido en Jerez en 1889 pero mantuvo intactas las costumbres y tradiciones de sus ancestros ingleses. Tan alto, tan distinguido, tan inglés... Don Guido era un británico más. Pero le perdía algo: su obsesión por la puntualidad, que llegaba a extremos insospechados. Lucía un bigotillo y la cabeza calva y ligeramente ahuevada por el uso del sombrero de la época. De tez muy blanca, vestía siempre terno o chaqueta de hilo blanco en primavera y verano. Su vida fue algo movida: Estudió en Inglaterra y ya en 1911, su padre Alexander, que dirigía la bodega familiar, lo requirió para trabajar en el negocio junto a sus otros dos hermanos: Arthur y Carl, Mr. Carlos, el 'rey del jerez' en Londres por sus dotes en el negocio vinatero que fue quien dio la primera fiesta con vino de Jerez. La idea se hizo muy popular. Este capricho pudo ser el estímulo más grande que contribuyó a la reactivación del jerez.
Volvamos a Guy. En 1914, Guido tomó parte en la primera guerra mundial con el grado de capitán, siendo herido con una bala que le atravesó el pulmón y que le dejaría como secuela un asma que arrastraría toda su vida. Por tal motivo, recibió la Cruz Militar de la Orden del Imperio Británico. Finalizó la guerra, trabajó en la embajada británica y luego se reincorporó al negocio familiar ocupando el cargo de vicecónsul británico, hasta 1959, año en que se nos fue. El cargo de vicecónsul recayó entonces sobre su secretaria particular, Millie Swithinbank, de la que ya hemos hablado en otra ocasión.
El 1921, Don Guido casó con Christine (Nina) Milward, que le dio una única hija, Anne Cristine Williams, y hacia 1940 adquiere una gran parte del pinar de La Barrosa en Chiclana, que compra a William Riddle y su mujer Violeta Buck, un episodio que merecerá capítulo aparte. En 1956 Don Guido fue nombrado Capataz de Honor al dedicarse la Fiesta de la Vendimia a Inglaterra. Don Guido vivió en el número 3 de la calle Canalejas, hoy Ancha, donde le cuidaba un mayordomo octogenario, 'Hierro'.
Entretanto, los Williams hacían su vida normal en Jerez. Como protestantes que fueron, destacaban como anfitriones entre la comunidad inglesa en Jerez, que se reunía en sus cultos y encuentros familiares para celebrar el jubileo de los reyes de Inglaterra o la victoria aliada en 1945. Don Guido mantuvo la capilla anglicana en una de las esquinas del patio de la actual Sala Paúl y se ocupó con empeño del cementerio protestante. Jugaban al bridge por las tardes o practicaban deportes en el 'Gun Club' de Chapín, en el 'Tennis Club' de Santo Domingo, el polo en el 'Polo Club' o el criquet en la pradera de Don Guido en Williams...
Los años pasaron y Williams & Humbert ya figuraba entre las 'grandes'. Sólo un hecho inesperado alteró la tranquilidad: Era 1972. La 'abeja' ya volaba sobre Jerez. En una operación sorpresa, Rumasa lanzó una OPA, puede que la primera de un empresario español en el extranjero, por la que José María Ruiz-Mateos consiguió hacerse en la Bolsa de Londres con la bodega Williams & Humbert a un precio de mil millones de pesetas. Domecq también andaba tras la bodega de la sherry-girl y su golosa marca del Dry Sack y, al conocer las intenciones de Rumasa, puso sobre la mesa una oferta algo superior, de 1.025 millones. Enrique Fontana Medina, a la sazón ministro de Comercio y hombre afín al Opus Dei, se encargó de resolver la papeleta y confirmó como válida la operación de Rumasa.
Hay que hacer un alto obligado: Hace siete días hablábamos de Enrique Butler, hijo de Eduardo Butler Abrines, natural de Gibraltar. Enrique casó con Encarnación Turón León y su hijo Eduardo Butler Turón lo hizo a su vez con la británica-gibraltareña Victoria María. De este matrimonio nació en Inglaterra Edward Butler, actual responsable del mercado exterior de Williams & Humbert. Aclarado queda.
Las bodegas Williams fueron la última 'perla' de las compañías vinateras de la antigua Rumasa que volvió a manos privadas. El problema era sencillo: el larguísimo pleito que centró la marca de su principal activo, el 'Dry Sack', que arrasaba en el mercado norteamericano. A la muerte de Franco, los hermanos Ruiz-Mateos transfirieron la propiedad de la marca a la empresa fantasma W&H Trade Marks Ltd., radicada en el paraíso fiscal de las islas de Jersey, por lo que pudiera pasar.
Tras la reprivatización, Williams pasó a ser controlada por los sanluqueños de Antonio Barbadillo SA. Los movimientos se sucedieron hasta que, por fin, la compañía Luis Páez -sociedad participada al 50 por ciento por los holandeses de Royal Ahold y la familia Medina- compró al todopoderoso grupo holandés Royal Bols Wessanen la totalidad de las acciones y adquirió la sede de una de las bodegas más grandes del mundo, la de la antigua Bodegas Internacionales, en la carretera a El Puerto.
En fin, no quedaría esta pequeña historia completa -porque podríamos seguir días y días- sin referirnos a un hombre excepcional en el vino, un galán con cierto don de encantamiento, simpático y con dinero, que vendió cajas y cajas allí donde fuera y que llegó a ser consejero delegado de la compañía. Beltrán Domecq González, padre de Beltrán Domecq Williams, había casado con Anne Williams, hija de Don Guido. Beltrán era el más pequeño de los catorce hijos -'the last but not the least'- del matrimonio entre Manuel de Domecq y Núñez de Villavicencio, primer vizconde de Almocadén, y María de las Mercedes González y Gordon. Pertenecía, pues, a la rama de los Domecq González, los que hablaban el mejor inglés y eran los más deportistas: Eran los 'guapos' y los mejor plantados, y en eso estaba de acuerdo todo el mundo.
Beltrán pudo haberse casado con la bella norteamericana Aline Griffith y revolucionar todo el mundo bodeguero pero, al cruzarse en la relación Luis Figueroa, conde de Romanones, lo hizo finalmente con Anne Williams. La casualidad hizo que, treinta años después, la condesa de Romanones casara a su hijo mayor, Álvaro, con Lucila, la mayor de las hijas de Beltrán, actuando ambos de padrinos en la boda más multitudinaria -600 invitados- que se recuerda en Jerez. Un día daré la relación de invitados, que resulta curiosísima.
Fijaos por último en los cuadros superiores. Ahí está la sherry-girl, obra del pintor victoriano Williams Powell Frith y bautizada en realidad como 'Sherry, Sir?' (¿Jerez, señor?), que pasó por una rocambolesca historia, de mano a mano, hasta llegar a ser imagen de marca de Williams & Humbert. Enfrente, la 'versión americana' de la sirvienta de Frith, del que fue autor Thomas Waterman Wood en 1890: Una joven negra que parece salida de un campo de algodón, portando una bandeja con un decanter de vinos y unas copas. Pero esa es ya otra bonita historia.
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