Una charla con Juan José Padilla

"Siempre vale la pena, jamás le podría guardar rencor a mi profesión"

  • Sólo dos toreros han aparecido en el cartel de San Fermín. Manolete y él: "Imposible no querer a Pamplona"

A los ocho años ya correteaba por los aledaños de la plaza soñando con ser torero y empapándose hasta del aire que se respiraba en la calle Circo. De vez en cuando se 'colaba' en ella para tocar, muy despacio para que no se dieran cuenta, a maestros como Paquirri, Rafael de Paula o Espartaco, y hasta se le entrecortaba la respiración si además tenía la suerte de acompañarlos a hombros tras 'pintar' con pañuelos blancos los tendidos de la plaza. Cuando todo el mundo se iba, Juan José Padilla entraba para pisar el albero que sus "dioses" habían pisado. Le viene de familia. En su casa siempre se respiró amor y respeto por los toros, pasión que su padre tenía por esta fiesta y que le transmitió de tal forma que creció, como dice la mayoría, hecho de otra pasta.

Pamplona querida

Pocas veces se abre ya el ruedo jerezano al capote y la espada, una realidad que reconoce Juan José: "En las décadas de los 60 y 70 los aficionados tenían más oportunidades de disfrutarla con la Feria del Caballo, la corrida de concurso, que por cierto ahora se recupera, la Feria de la Vendimia... Era otra época y otra situación económica, porque es cierto que se ve en muchísimas ciudades recortes en los espectáculos taurinos".

Creció en el sur, pero al 'Ciclón de Jerez' le une algo mágico con Pamplona. "Allí me dieron la oportunidad de ser lanzado como torero a todas las ferias del norte. Corté tres orejas en una corrida de Miura y eso me permitió entrar en San Sebastián, Bilbao, Santander...", declara. Pero hay algo más. Algo marcado en su piel. "Allí tuve una de las más graves cogidas de mi carrera (en 2001 un toro le dio una cornada en el cuello). De ahí nacen muchísimos amigos, como los doctores Hidalgo y Ortiz, algunos corredores los pastores..., en fin, con Pamplona tengo un 'feeling' especial".

El cariño es recíproco. Padilla se ha levantado con la sorpresa de formar parte del cartel anunciador de las fiestas de San Fermín de este año, un privilegio que le dibuja inmediatamente una gran sonrisa. "En la historia del toreo sólo hay dos toreros que se han visto en esos carteles. Uno fue Manolete y ahora yo. Imagínate el orgullo y el honor que es para mí", apunta el jerezano, a lo que añade que tras esa cogida de 2001, "sentí el cariño de Pamplona con un homenaje con las banderas de piratas y con los parches puestos. Y ahora esto. Es imposible no querer a Pamplona".

Cornadas que dan vida

En su cuerpo están las marcas de sus 37 cornadas y las cicatrices de medio centenar de operaciones. Sólo desde la gravísima cogida de Zaragoza que le afectó al ojo izquierdo, suma 14. ¿Vale la pena? "Siempre", contesta. "Jamás le podría guardar rencor a mi profesión" y se siente "afortunado" por seguir pisando el albero en el que se juega la vida: "Me miro al espejo con orgullo, todo vale la pena por seguir manteniendo el contacto con el mundo del toro".

Justo antes de entrar en la plaza, Juan José Padilla siempre piensa "en lo que siento. Pienso que voy a expresar mi pasión y que voy a intentar darlo todo, poner toda mi voluntad para entregarme al máximo a un público que ha pagado para verme y no quiero decepcionar".

El 'pirata' Padilla

Días antes de una de sus operaciones por la cornada en su rostro, el Ayuntamiento de Barcelona vetó en la exposición del World Press Photo la instantánea de Daniel Ochoa de Olza, en la que aparecía con el parche y colocándose la montera. No le hizo falta figurar en la muestra catalana, el Ayuntamiento de Jerez compró la imagen para el cartel taurino de la Feria del Caballo. "Viví ese momento muy apenado, sobre todo porque el Ayuntamiento de Barcelona censuraba nuestra cultura", recuerda. Sin embargo, Padilla vuelve a demostrar ese positivismo que le caracteriza al remarcar que, si bien fue un mal trago, "sentí un gran orgullo al saber que tenía al toreo apoyándome, a los medios de comunicación, y como no, a mi ciudad. Sentí que Jerez salió arañando a defender a su torero y lo agradezco enormemente".

Amante de la Feria del mediodía, no se permite ni una gota de alcohol. "Mis acúfenos (fenómeno perceptivo que consiste en notar golpes o sonidos en el oído) no me lo permiten. Tampoco me lo he permitido yo, aunque los doctores algunas veces me hayan animado a brindar con ellos. Eso sí, entiendo que como jerezano, el catavino en la mano es lo suyo".

Un hombre feliz

Hombre de amuletos, en sus muñecas le acompañan la Virgen de Medjugorje, San Martín de Porres, la Virgen de El Pilar, de del Rocío, "la medalla de mi Cristo y mi hermandad, los Judíos de San Mateo..., en fin, tengo muchos". Otro es su familia: "Dios me ha mandado a una mujer especial. Nunca le vi una lágrima y siempre ha sabido transmitir esa tranquilidad y felicidad a mis hijos, unos niños muy felices". En su tiempo libre le gusta pasear por Jerez con ellos, pararse a tapear "en La Moderna, en Juanito o El Maypa, cualquier sitio es bueno", y si tiene que ponerse delante de los fogones, lo hace a gusto. "Me encanta cocinar y me gusta muchísimo hacer la compra, me divierte", apunta. Como no podía ser de otra forma, su plato estrella es el rabo de toro, aunque también sale a hombros con la carrillera al vino tinto y el gazpacho.

Ahora su hijo le ha pedido volver a Disneyland. Recuerda que cuando fueron por primera vez, tras la cogida de Zaragoza, se compró el disfraz del pirata Jack Sparrow: "En cuanto entre allí me lo volveré a comprar. Me hace ilusión vestirme de pirata". Un deseo, le pregunto. Él contesta: "No puedo ser egoísta. Soy feliz y no puedo pedir más".

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