Jerez

"Subirse a cantar con una camisa de cuadros es una falta de respeto al artista"

Nacido hace 73 años en el Barrio de Santiago, Fernando Gálvez es una de las leyendas vivas del cante de Jerez. Los Canasteros, Las Brujas, Torresbermejas o el Café de Chinitas fueron algunos de los escenarios por los que pasó un artista que ha convivido con voces privilegiadas como Sordera, Diamante Negro, Tío Culata, Juan Barea o Caracol. Tras 40 años lejos de su tierra, ahora analiza el presente y el futuro de un arte para Diario de Jerez, mientras saborea una copa de vino en el bar Arco Santiago de su 'compare' Agustín.

-¿Cuál es el día a día de Fernando Gálvez?

-Pues mira, hace ocho años que me vine de Madrid y desde que me jubilé hago pocas cosas. A veces me llaman pero la mayoría las rechazo porque no sirven para nada, lo que hacen es perjudicar tu imagen, no te valoran como uno quiere.

-Con lo que costó a los artistas de su época dignificar la profesión, ¿le entristece que se esté devaluando a la velocidad que se devalúa el cache de un cantaor hoy día?

-Sí, porque el cante se está desvirtuando. A mí eso me toca el amor propio y me revelo. La culpa de todo esto la tienen los dirigentes porque en vez de llevar a los sitios a artistas como Dios manda, llaman a gente que no es profesional. Además, eso a lo que llaman flamenco y que hacen algunos no lo es, al menos bajo mi concepto. Ahora sólo hacen tanguitos, se ponen una caja aquí y otra aquí y encima le meten un violín. ¿Eso es flamenco? Eso es desvirtuarlo. Cante usted por soleá, por malagueñas, por tarantas, por cartageneras o por murciana... El flamenco tiene veinticuatro mil palos, no se queda en tanguitos, soleá, seguiriya y bulerías. Encima del escenario hay actualmente mucho jolgorio, no flamenco.

-Le veo muy disgustado....

-Es para estarlo, porque al flamenco le están haciendo mucho daño con esas cosas. A mí me duele preguntarle a un chiquillo medio aficionado o que medio cantiñee quién era Pericón de Cádiz y te diga 'yo no conozco a ese gachó'. ¿Pero tú lo habrás oído mentar? 'Ah, yo no'. ¿Qué clase de cultura flamenca estamos practicando hoy?

-Ni cultura ni respeto, ¿no?

-El respeto se perdió hace mucho tiempo. En mi juventud yo iba a la Venta Benjamín a buscarme la vida con Tío Borrico, El Batato, El Troncho, con Morales... y a mí no se me ocurría nunca cantar por soleá detrás de Tío Borrico. ¿Estaba yo loco? Hoy está cantando uno por soleá y el que está ahí que no tiene ni idea dice 'sigue por ahí'. ¿Qué clase de respeto hay hoy?

-¿Y hay respeto en las contrataciones?

-Menos todavía. José Mercé es un pedazo de cantaor de Jerez, igual que Vicente Soto, que han aprendido desde chicos su oficio, y están ahí que no trabajan como debieran. Luego ves a cuatro chavales pegando gritos y trabajan todos los días. ¿Tú crees que hay derecho y más en Jerez? Porque hablo de Jerez, otras ciudades no las conozco.

-Háblenos un poco más de su vida como cantaor.

-Bueno, yo cantaba desde muy pequeño. A principios de los cincuenta gané los concursos de saetas y como he dicho antes, con quince o dieciséis años me iba a Benjamín a escuchar a esta gente, al Borrico, al Serna, al Sordera...Ellos iban a buscarse la vida, yo no, yo iba a escuchar y a aprender. Ya luego, con el paso de los años, sí que iba a buscarme la vida. Tío Borrico tiraba siempre de mí y me decía '¿dónde está mi banderillero?' (risas). Claro, él no sabía cantar por sevillanas ni rumbas (risas), entonces, cuando había una cosa así entraba yo. A mí me daban las cinco o las seis de la mañana pero me encantaba porque aprendía de ellos. Así fui trabajando en La Pañoleta, en Marival y cuando vine de la mili tiré para Madrid.

-¿Cómo era la vida en Madrid en los años sesenta cuando se fue?

-En esa época no había problema en el sentido de que había muchísimo trabajo. Era el boom del flamenco y había abiertos ocho o diez tablaos y a cual mejor.

-¿Y cuál fue su primera experiencia?

-Pues mira, resulta que Caracol había estado en la Feria de la Vendimia de Jerez y varias personas le habían hablado de mí. Un día entré en los Canasteros porque allí había un camarero que se llamaba Lupino. Él le dijo a Caracol, 'Manuel, aquí está Fernandito Gálvez' y él salió a verme. Así empecé. Pero fíjate quiénes eran los que estaban en el cuadro en aquella época: El Sordera, Diamante Negro y Gaspar de Utrera. O sea que no eran moco de pavo, eran cantaores de órdago. También estaba Cepero. Allí canté un poquito por bulerías y me coloqué. Así estuve quince años, y Caracol me decía 'Mi Gálvez, intocable'. Cuando él murió en 1973, aquello lo cogieron los hijos y yo ya no me encontraba a gusto porque iban cambiando la fisonomía del tablao. Trabajé en Torresbermejas y Las Brujas, pero no me gustaban, y entonces me metí en el Café Chinitas, donde estuve 25 años.

-O sea que el tablao fue siempre su hábitat...

-Bueno, yo también hacía mis turnés por fuera, yo he recorrido el mundo cuatro veces. Yo conozco desde Siria, donde está ahora la guerra, hasta Ceuta, y en Centroeuropa igual. Yo he cantao en Moscú a 24 grados bajo cero en la Plaza Roja. He vivido en Suiza, en Japón, en Alemania, y he paseado el nombre de Jerez por todos esos sitios. En mi currículo pone Fernando Gálvez, de Jerez de la Frontera.

-Háblenos un poco más de Madrid....

-Bueno, cuando yo llegué a Madrid había solamente dos peñas, una en el Pozo de Tío Raimundo y la de Chaquetón. Sin embargo, había locales pequeñitos donde los aficionados se reunían para escuchar y aprender. Recuerdo que íbamos El Serna, Gabriel Moreno, en fin, mucha gente. Allí escuchábamos a los aficionados de Madrid y ellos nos preguntaban sobre el cante de fulano o mengano. Eran tiempos bonitos, la gente quería aprender.

-Con esa experiencia, ¿cuál es su concepto de artista? ¿Qué es lo que siempre ha valorado en un cantaor, por ejemplo?

-Un cantaor lo primero que tiene que hacer es estudiar y aprender las matrices del flamenco. Es como si uno va a la escuela y empieza a multiplicar sin saber sumar. Eso es lo principal. Yo me he llevado con Caracol 15 años y he escuchado a todas las personas desde Tío Culata a Juanito Barea. Aprendía con ellos y así es como se edifican los cimientos y las catedrales del flamenco. El ejemplo es Mairena. ¿Por qué llegó a ser lo que fue en el cante? Porque escuchaba a todo el mundo. Le decían, 'en tal sitio hay uno que canta bien', y allí iba Antonio Mairena, a escucharlo.

-Era humilde...

-Claro, escuchaba a todos. Llegó el día en que dijo aquí estoy yo y todo el mundo tuvo que rendirse a sus pies, los viejos, los jóvenes y los medianos. Yo tuve la suerte de escucharlo muchas veces y recuerdo que llevaba siempre su aparatito en el bolsillo. Escuchaba a Manuel Torre, a Don Antonio Chacón, al Pena Padre, a todos. Él lo hacía luego a su manera, pero antes conocía los cantes y sus matrices.

-Usted ha convivido en Madrid con grandes del cante, ¿cree que a alguno aún no se le ha reconocido su valía?

-Sí, al Serna. El Serna ha sido el cantaor más largo que ha dado esta tierra lo que pasa es que mucha gente decía que tenía la voz agachoná. Hacía todos los cantes perfectos, de Manuel Torre, de Chacón. Y yo me pregunto, ¿qué tiene que ver la voz la perfección?

-La última vez que cantó en Jerez fue en 2009 en la Peña Antonio Chacón. ¿No echa de menos subirse a un escenario?

-Sí que lo echo de menos porque cuando uno se lleva tanto tiempo sin cantar y te viene la ocasión, como profesional tienes que rebuscarte para ir recordando las cosas. De todas formas, yo siempre estoy cantando. Muchas veces me voy con mi hermano Ripoll o mi hermano Gaona al campo, que me encanta, y me pongo a cantar. Soy un sibarita del flamenco y tengo la colección completa de todo lo que se grabó en Hispavox. Cuando estoy tranquilito me pongo a escuchar y así también voy recordando, aunque en realidad no me hace falta.

-Ha dicho antes que es un sibarita, y en sus palabras se aprecia que es una persona muy metódica y seria. ¿Eso también se lo ha dado el tablao?

-No, eso me lo ha dado la disciplina del artista, aunque también va en la persona. Te voy a poner un ejemplo, yo salí de Jerez siendo analfabeto, sabía leer y escribir muy mal y me preocupado de leer y escribir bien, porque me gusta mucho leer. La disciplina uno la lleva dentro, y yo, por suerte, he tenido la fortuna de cantarle a los mejores, desde Farruco a Javier Barón, por decir algunos.

-A nivel discográfico no se ha prodigado demasiado...

-Bueno, sí es cierto que he grabado poco, grabé con CBS por mediación de Manuel Ríos Ruiz con Manolo Sanlúcar, una antología con varios artistas de aquí. Luego, en solitario grabé dos, uno con Benzo Records y otro en Polygram con Melchor de Marchena, que en paz de descanse, ese pedazo de guitarrista.

-¿Y por qué no ha vuelto a grabar?

-Porque el disco antes te lo pagaban, quizás no bien pero lo pagaban. Hoy en día todo el mundo graba, pero pagándolo. A mí eso no me gusta. Así hay tantos discos, porque la gente se los paga. Además, si supiese que se va a vender lo grabaría, pero está claro que no. ¿Y por qué? Porque la afición que hay hoy no está educada para escuchar a un cantaor en profundidad.

-Usted es el enésimo cantaor de Jerez que me encuentro que va más allá de la seguiriya, soleá, malagueña y bulería. ¿Por qué entonces se ha encasillado al cantaor jerezano en ese escalafón?

-No lo sé, por unos cuantos hemos pagado todos. A mí realmente me da coraje que a veces en Jerez sólo se haga la malagueña del Mellizo y la de Chacón. ¿Es que no hay más malagueñas? La Trini, El Canario, Juan Breva, La Requejo... Es una pena que aquí en Jerez nos estemos acostumbrando, al menos los más jóvenes, a la bulería y los tangos. Y no es así, porque el flamenco es muy extenso, al flamenco no se le ha visto el fin. ¿Has escuchado a alguna persona que haga la cabal de Silverio? No, hacen cuatro letras de seguiriyas, que no saben ni de quién son, y ya está.

-Para un cantaor, ¿qué supone tener la Copa Jerez de la Cátedra?

-Un orgullo y el galardón máximo para un cantaor. Además, cuando me concedieron la Copa Jerez, en el año 1974, había grandísimos cantaores, por eso quizás le doy más valor.

-¿Qué echa más de menos de su época como artista?

-Se echan de menos tantas cosas... Primero la educación artística. Cuando uno es artista no puedes subir a un escenario con un vaquero y una camisa de cuadros, tú le estás faltando el respeto al público. Cuando en mi época íbamos a un espectáculo lo hacíamos con tu camisa blanca y tu pedazo de traje, más bueno, más nuevo o más viejo, pero siempre limpio, igual que los zapatos. Por eso decía la gente 'vas vestido como un artista'. Luego, la educación a la hora de escuchar el cante, cosa que ahora, por lo menos en Jerez, no existe.

-Antes había una seriedad en todo, ¿verdad?

-Mira, te voy a contar una cosa. A mí un día me echaron de Zambra, el tablao más respetuoso de Madrid, por decir olé cuando Juan Barea estaba cantando por seguiriyas. Hizo aquella letra de 'Doblaron las campanas de San Juan de Dios' y tuve que saltar. Eso era demasiado (risas), si te llega, ¿no hago nada? ¿me pego un pellizco en el estómago?

-Menciona usted a menudo a Tío Culata, Caracol, Manolo Vargas...¿Cómo eran esos artistas en el cara a cara?

-Personas maravillosas, además estaban deseando que uno se interesase por el cante, entonces se volcaban.

-Ha vuelto usted al barrio después de años. ¿No le da pena de cómo está?

-Uff. Me da mucha lástima porque este barrio ha sido lo mejor que ha habido en España. Ahí en esa esquina (señala al final de la calle Jardinillo, enfrente del Boquerón de Plata) había un tabanco donde los gitanos jugaban al rentoy, que era un juego de cartas de aquí de Santiago. Cuando uno ganaba una partida empezaba la fiesta por bulerías. Esto era una gloria y hoy nada más que hay....

-Y en el cante, igual de mal...

-Por supuesto, quitando a José Mercé, Vicente Soto, Ripoll y poco más, el barrio se ha quedado huérfano. Ya no hay nadie a que puedas ir a escuchar porque cante bien.

-¿Y quién tiene la culpa de eso?

-Para mí los dirigentes políticos, que le dan bombo a chavales que no son flamencos. Cantar por tangos ligerito y con una caja se hace ahora en cualquier tabanco de Jerez y encima se vende como flamenco. No señor, quite usted ese nombre, no confundamos a la gente. El flamenco tiene una categoría que se la están quitando.

-¿Pero sólo los políticos tienen la culpa?

-No, el problema es que no se educan a los chiquillos. Hoy nada más que quieren dinero, van a lo fácil. Mi abuelo era de Lebrija, Juan Valencia, y yo lo escuchaba cantar. Cuando yo hacía, por ejemplo, la malagueña de Chacón, él me rectificaba. Ahora nadie rectifica a los chiquillos y así estamos.

-Se le ve perfecto en todos los sentidos, ¿por qué está casi retirado?

-Porque soy de los que pienso que una retirada a tiempo es como una victoria. No admito ver a una persona que no puede encima del escenario, lo paso peor que el que lo está haciendo. Pero vamos, que si me llaman ahí estoy (risas).

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