jeREZ EN EL RECUERDO

Tertulias de Antaño (I)

Isabel García Pérez y Sánchez Romate fue una prolífica escritora e historiadora especializada en temas religiosos locales. Dama de gran cultura, refinado gusto y exquisito trato, procedía por línea materna de una acomodada familia bodeguera jerezana. Semanalmente reunía en su domicilio de plaza de Las Angustias, esquina a Corredera, una deliciosa tertulia a la que asistían personajes tan destacados como fueron en la década de los años veinte del pasado siglo, José Ortega Morejón, jurista que llegaría a ser presidente del Tribunal Supremo y que destacó también como dramaturgo, poeta y periodista; al gran erudito y bibliófilo José de Soto Molina, fundador del Ateneo y del Centro de Estudios Históricos Jerezanos, poseedor de una de las más importantes bibliotecas privadas de nuestra ciudad; al fraile dominico Francisco de Sevilla, tío carnal del recordado cronista jerezano Rodrigo de Molina; Manuel María González Gordon, marqués de Bonanza y autor de Jerez, Xerez, Sheris posiblemente la mejor y más completa obra que sobre la crianza y producción del vino de Jerez se haya escrito, y que indudablemente fue gestada en esta tertulia. Los temas de conversación de esta tertulia eran sobre todo de literatura e historia local, también se debatía a menudo el de Hermandades y Cofradías de Semana Santa, tema preferido por doña Isabel del que era gran conocedora, tal como queda demostrado en cualquiera de sus colaboraciones de prensa en aquellos años. También hemos hallado numerosos e interesantes artículos publicados por esta dama entre 1.924 y 1935 sobre el patronazgo y convento de la Merced de Jerez. Entre ellos destaca un trabajo magníficamente documentado en el que da cuenta de un hecho escasamente conocido, tal fue la estancia en el convento mercedario de Cristóbal Colón antes de partir para el descubrimiento de América. Una tertulia marcada sin duda por la elevada formación intelectual de sus componentes.

Don Fermín Aranda y Fernández Caballero fue un médico jerezano que parecía haber salido de aquellas estampas médicas del Ceregumil, esas que irremediablemente adornaban casi todas las salas de espera de los galenos de hace medio siglo. Su blanca y luenga barba y su impenetrable mirada de sabio delante de sus pacientes, difícilmente dejaba translucir el fino e inteligente humor del que solía hacer gala cuando departía con sus amigos.

Pues bien, el Dr. Aranda, persona de grata y amena conversación, era un tertuliano nato. Solía asistir con frecuencia a una sabrosa tertulia gastronómico-literaria que se celebraba en el casino "La Peña" de la calle Larga. Allí, entre buena conversación y mejor yantar, discurrían cada miércoles unas interesantes sesiones tertulianas de sobremesa. En enero de 1924 un articulista del viejo diario 'El Guadalete' llamado Guillermo Espejo, tuvo la fortuna de poder asistir a una de estas tertulias y el acierto de publicar en su periódico lo que allí vivió, no ese mismo día sino al siguiente. Resulta que al articulista se le ocurrió preguntarle a don Fermín que iba a hacer mañana. El galeno, sin darle la menor importancia a su imponente programa matinal, colocó en la sobremesa un parrafillo que casi les corta la digestión a todos.

- Pues para mañana, contestó benévolo manoseando su larga barba, tengo que operar dos amputaciones de miembros gangrenados. A una muchacha le quiero hacer una resección en un hueso del tarso, y a un pobre viejo no hay otro remedio que operarle la vesícula biliar, ¿quiere usted venir D. Guillermo?-

Y así fue, al día siguiente el reportero estaba a primera hora en el quirófano del Hospital de Santa Isabel con bata blanca, gorro y mascarilla presenciando la "faena" que el cirujano tenía por delante: una amputación por el muslo a una niña de 10 años, otra amputación por gangrena y una barriga abierta con el verde casi negro y nauseabundo manando de la vesícula biliar. Cuando aquello termina, el médico se lava las manos como si nada hubiese pasado y dirigiéndose al reportero le dice: - Querido amigo, la cirugía es muy hermosa porque la compensación que recibo es el agradecimiento de los pobres enfermos.-

- Yo estimo su ciencia y humanidad querido doctor, dice el periodista, pero nunca más se me ocurrirá preguntarle en ninguna tertulia: ¿qué hará Vd. mañana don Fermín?

A finales de la década de los cincuenta, otra tertulia muy diferente se celebraba en una encantadora bodeguita de la calle Frías, propiedad que era de un señor llamado Rafael Ortega. La tertulia en cuestión tenía un original nombre: 'Valderramita', como diminutivo de la denominación de un vino fino, Valderrama, que en la susodicha bodega se criaba y con el que los tertulianos solían animar sus coloquios. A partir de las nueve de la noche allí se congregaban a diario junto con el propietario, médicos como: José Juan Arcas Gallardo, Roberto Escobar Delmás, o Juan Antonio Palomares Cortés, amén de varios militares y poetas en un corro tertuliano que tenía un común denominador: todos dominaban el idioma inglés. Cuando en los años cincuenta los norteamericanos instalan en Rota su Base Naval, contrataron los servicios de varios médicos locales, entre ellos los del doctor Arcas. A partir de ese momento, varios altos mandos de la Marina estadounidense son invitados por el mencionado doctor a asistir a una de las veladas de "Valderramita". Estos militares al sentirse en la reunión magníficamente bien acogidos y sin barrera idiomática comenzaron a frecuentar la tertulia reiteradamente.

Tenía este grupo la costumbre de invitar a la reunión a muchos personajes destacados que visitaban Jerez. Ahora bien, al igual que en las viejas tertulias decimonónicas, era obligado su presentación por parte de algún contertulio. Por ello se cuenta que en determinada ocasión uno de sus miembros dio carta de presentación a un inglés que se disponía a viajar a Jerez por motivos de negocios. Tras su presentación en la tertulia, como era costumbre, fue espléndidamente agasajado. Al finalizar la velada y con la cortesía habitual que caracterizaba a este grupo, se le dijo que podía considerar la casa y la tertulia como suya y que todos sus amigos serían siempre bien recibidos. El británico cuando volvió a Londres comentó entusiasmado en su club la interesantísima velada vivida en Jerez. Y como le habían dicho que considerara la bodeguita de Ortega como si fuese su casa, dio carta de presentación a dos amigos que tenían que viajar a Jerez. Estos a la vuelta, hicieron lo mismo con otros súbditos de su Graciosa Majestad, y así discurrió la cosa hasta que pasado el tiempo, 'Valderramita' terminó por asemejarse más a un club inglés que a una tertulia española.

En la misma época encontramos testimonios de otras tertulias literarias celebradas en lugares públicos, tal es el caso de la que tenía lugar en el desaparecido café, 'La Alianza', de la calle Lancería. A dicha tertulia acudían poetas como el entonces jovencísimo Sebastián Vieira o Manuel Ríos Ruiz, este último sería galardonado en 1972 con el 'Premio Nacional de Literatura'. Los pintores Sebastián Moya 'Cachirulo', José Benítez López y Antonio Vázquez Muñoz, que junto al el actor dramático Luis Pérez y los flamencólogos Juan de la Plata y Manuel Pérez Celdrán componían entre otros la parroquia de aquellos evocadores coloquios tertulianos.

Los temas de conversación preferidos eran siempre los relacionados con el arte y la poesía, y sus reuniones se prolongaban a veces hasta primeras horas de la madrugada. Al terminar cada velada, el importe de la consumición era prorrateada entre todos los asistentes, salvo en alguna ocasión que de forma excepcional un tertuliano se sentía generoso y liquidaba en solitario una cuenta que, escrita con tiza, decoraba el viejo mostrador de mármol y que al totalizar superaba la respetable cifra de ¡seis duros! (una copa de vino acompañada de unas aceitunas costaba nada menos que 1,80 pesetas). En este ambiente evocador, algo bohemio y a veces hasta con un ligero toque academicista, se comenzó a gestar una idea que culminó con la creación del grupo 'Atalaya de Poesía', que tantos desvelos tuvo en la mentada década de los cincuenta por la creación poética. 'La Alianza' de la calle Lancería cerró un día sus puertas, y la tertulia tuvo que 'emigrar' al centenario colmado de la cercana calle de San Miguel conocido como 'La Parra Vieja', donde permaneció poco tiempo a causa de unas circunstancias que no vienen al caso relatar.

Desde entonces la tertulia anduvo errante por diversos locales de Jerez. Uno de ellos fue, el desaparecido hace ya bastantes años, café 'La Fábrica' en calle Justicia, hasta que llegado un día se asentaron en la primera sede social que tuvo la recién nacida 'Cátedra de Flamencología' en la mismísima mezquita del Alcázar. Allí la tertulia literaria del grupo Atalaya fue languideciendo hasta su total desaparición.

Otras tertulias de la época tenían como escenario los desaparecidos y evocadores cafés: 'La Española' y 'Los Corales'. En el primer establecimiento se formaba cada tarde una animada tertulia taurina a la que acudían destacados aficionados y gente del toro. Entre otros se podía ver por allí a un afamado banderillero apodado el 'Nini'", que más tarde sería asesor de la Plaza de Toros de Jerez; a Bernardo Muñoz, que por entonces triunfara en las plazas con el nombre de 'Carnicerito'; Alberto Aliaño, mozo de espada de Álvaro Domecq y después apoderado taurino, así como un nutrido grupo de aficionados y gente del toro. En 'Los Corales', en cambio, la tertulia vespertina era de otro signo distinto, pues la componían aficionados al cante flamenco, llevaba la "voz cantante" aquel gran artista y genio del baile por bulerías que fuera Paco Laberinto.

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