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Educación

Tiempo de cosecha en los Marianistas

Don Jesús, ayudando a los alumnos a recolectar los rabanitos que plantaron meses atrás en el Huerto de El Pilar.

Don Jesús, ayudando a los alumnos a recolectar los rabanitos que plantaron meses atrás en el Huerto de El Pilar. / Miguel Ángel González

En los colegios se siembra curso a curso entre los alumnos para que las semillas del conocimiento permitan recoger los frutos el día de mañana. La práctica aplicada a la teoría y un buen ejemplo es el huerto de El Pilar, colegio marianista en el que los alumnos, convertidos en pequeños hortelanos, aprenden de dónde vienen frutos, verduras y hortalizas que luego se comen en casa, porque la producción se reparte cuando se recoge entre los chavales y más de uno ha probado por primera vez alguna hortaliza plantada y recogida por él.

El huerto de los Marianistas es un aula para los alumnos de 3º y 5º de Primaria, que una vez por semana dejan la clase en el edificio para salir al aire libre. Son ocho cursos con dos lomos o hileras para cada uno de lechugas, acelgas y rábanos, sembrados en septiembre y a los que les ha llegado la hora de la cosecha. Los alumnos, que empezaron limpiando la tierra y sembrando, recogen cada uno una lechuga y una acelga que se llevan a casa una vez completado el ciclo

También hay plantadas hileras de habas, romanesco y brócoli, cuando acabe la cosecha será tiempo de sembrar patatas para recogerlas a finales de mayo, y después de Semana Santa también será el turno para plantas aromáticas de las que se encargarán los más pequeños, los niños de 3, 4 y 5 años de Infantil.

Rosario Navarro, directora de Infantil y antigua alumna de El Pilar, explica que "a los niños les encanta venir al huerto y ves cómo disfrutan. Algunos se asombraban al ver las plantas crecer y el trabajo que hay que hacer, porque cada nivel, cada clase, se responsabiliza de sus filas desde la siembra hasta la recogida".

Rosario Navarro: "A los niños les encanta venir al huerto, ves cómo disfrutan y algunos se asombran"

Para todos es una experiencia tan valiosa como completa: "Las madres están encantadas, los niños comen lo que se llevan a casa porque lo han sembrado, cuidado y recogido ellos, y ya sabemos que hay algunos a los que les cuesta comer verduras", además del lujo que supone "dar las clases al aire libre".

Y para el profesorado "es una tranquilidad contar con los hermanos marianistas, don Jesús y don Leoncio, que se desviven por los chiquillos". Las clases al aire libre son complementarias del huerto aunque no siempre las materias están relacionadas: "Depende de la programación; si toca Social o Natural -en inglés, porque el colegio es bilingüe- sí, se aprovecha para explicar la teoría y mostrar la práctica en el huerto, pero si no se hace una clase normal de otra asignatura y por turnos de seis, ocho alumnos se van rotando en el huerto·.

También ex alumno de El Pilar, José María Aliaño es profesor de 3º y señala que lo importante del huerto es "que los niños reconozcan el esfuerzo que hay detrás del trabajo en el campo" y subraya que "la socialización mejora mucho con el trabajo en equipo", además de que todos agradecen "salir del entorno habitual del aula y dar la clase al aire libre", lo que en El Pilar hacen otros cursos sin ir al huerto.

José María Aliaño: "Es todo un aprendizaje para ellos, sobre todo valorar el trabajo que hacen otras personas"

Aliaño comenta que "los niños preguntan mucho sobre el huerto, las plantas, las verduras... Es todo un aprendizaje para ellos, sobre todo valorar el trabajo que hacen otras personas. Además, se relacionan con el campo; antes era más normal pero para los niños de ahora no es tan habitual, y ahora hay niños que incluso en el recreo quieren venir al huerto a ayudar".

Ahora, después de la cosecha, cada grupo recolector se encarga de hacer un mural con lo recogido explicando desde la siembra hasta su recogida y qué comida puede elaborarse, un trabajo que luego se pone en común en cada clase. Así aprenden de dónde viene, cómo crece y cómo se utiliza la lechuga, la acelga o el rábano; después será el turno de otras verduras y hortalizas.

Reciclaje y sostenibilidad

Además de sembrar, cuidar y recolectar, los niños aprenden en el huerto de El Pilar las tres 'R': reducir, reciclar y reutilizar. José María Aliaño explica que todas las hierbas y la poda del centro, además de las del huerto, se recogen y se llevan a la zona de compostaje, incluso algunos restos orgánicos del comedor como hojas de verduras; luego se trituran y el material resultante se utilizará como abono el curso siguiente. Se trata de inculcar a los niños que del campo, lo que no se come, sirve.

No acaba ahí el sello ecológico del huerto de los Marianistas: el agua utilizada para el riego por goteo llega de los pozos del colegio, que también aprovecha el agua de lluvia acumulada en la piscina para regar. Y la electricidad llega de las placas solares. Y todo este aprovechamiento de los recursos naturales también se inculca a los alumnos, tanto a los que dan clase en el huerto como a los demás.

Don Jesús y don Leoncio, hermanos marianistas

El huerto de El Pilar, recuperado a pleno rendimiento hace ocho años después de que Vicente Fernández y Baltasar López lo iniciasen hace más de treinta, lleva el sello de Jesús Fernández Liébana, don Jesús, que fuese director del colegio durante nueve años y que actualmente es el Superior de la Comunidad Marianista en Jerez: "Los niños se vuelven locos con esto, lo que recogen se lo llevan a casa y te cuentan qué han hecho. Alguno ha probado por primera vez lo que se ha llevado del huerto; uno me decía que los rabanitos estaban buenísimos".

La mano derecha de don Jesús es Ángel Rosado, el jardinero que se encarga de que todo esté a punto. Y este curso, desde septiembre, también cuenta con la colaboración de Leoncio García, hermano marianista que también es un apasionado de la naturaleza y mima las semillas desde su plantación hasta que germinan y son trasplantadas a las lomas del huerto o cerca, porque ha sembrado flor de la pasión -una enredadera- para colorear la valla, tuyas, palmeras, calabazas araucanas, almendros, aguacates, tomates y guindillas.

También, para lo que haga falta, están Manuel Barcell y Felipe Quintana, dos antiguos alumnos de El Pilar que luego fueron administrador del colegio el primero y profesor de Educación Física el segundo y que destilan impronta marianista.

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