Tiempo de entusiasmo
Arte | 40 Aniversario Diario de Jerez
Estamos en un momento dulce en el discurrir artístico de la ciudad; los creadores están inmersos en una realidad a la que están dando suma categoría
HACE cuarenta años Diario de Jerez iniciaba su periplo periodístico en la ciudad. Era un momento crítico en aquella España que quería librarse de un pasado demasiado condicionante y abrirse a una Modernidad que se sentía como único vehículo existencial para adaptarse a un mundo lleno de serenidad y sin esquemas espurios. Los medios de comunicación eran vitales como notarios de la realidad y relatores de lo mucho que existía. Muy pocos años después de que el Diario estuviese entre los lectores, tuve la osadía de presentarme en la redacción de la calle Mora para ofrecer mis servicios como crítico de arte; figura que era casi desconocida en la prensa española y sólo muy pocos nombres informaban de lo que acontecía en el universo artístico, en aquel tiempo, todavía escaso, pero, ya, con claros movimientos para que la realidad artística contemporánea llegase al mayor número posibles de aficionados. En la prensa local, la crítica era prácticamente inexistente.
Hay que tener en cuenta que los años ochenta están considerados en la historiografía artística española como el inicio absoluto de esa Modernidad tan largamente anhelada tras los sombríos pasajes que trajeron los años posteriores a la Guerra Civil. Para situarnos con rigor, 1982 fue el año que ARCO, la feria de Arte Contemporáneo creada por Juana de Aizpuru para Sevilla y que se fue a Madrid por culpa de la miopía de los políticos gobernantes, inició su larga y provechosa andadura. En Jerez, todavía, eran momentos de carencias vanguardistas, de autores con la mirada perdida en los efluvios de la tradición, de artistas deambulando en los parámetros de los simples resultados imitativos, sin más intereses creativos que los que proporcionaba la plasmación exacta de lo real y sus meros efectos visuales.
En toda España existía una manifiesta decantación, quizás excesiva, hacia cualquier planteamiento que rompiera con la plástica de un pasado al que, inconscientemente, se quería hacer olvidar en todos sus aspectos. Eran los tiempos de la Movida Madrileña, aquella que abanderó un tiempo de modernidades, de ideales renovadores y, también, de plantear esquemas que rozaban lo extravagante en la creencia, equivocada, de que cualquier cosa nueva era válida para acabar con un pretérito al que se quería desterrar cuanto antes.
En Jerez sólo unos pocos mantenían esa inquietud renovadora y el ambiente artístico miraba, en líneas generales, más hacia atrás que hacia un horizonte más diáfano.
En la ciudad, por entonces, había bastantes hacedores, algunos de inequívoco buen oficio, los cuales mostraban su producción en la única galería existente, la de Paco Daza, en el Edificio Santo Ángel de la calle Tornería. Los artistas canalizaban sus obras en las exposiciones organizadas por la, entonces, Caja de Ahorros de Jerez que poseía una sala en su sede de la plaza de las Marinas. Otras entidades bancarias, asimismo, ofrecían exposiciones, la Caja de Cádiz, con una sala en la calle Santa María y la Caja Postal, en la calle Naranjas, en el edificio donde nació el ministro Manuel Lora Tamayo. Había muy poco más.
Después llegarían las galerías de Trinidad Gutiérrez, primero en Divina Pastora y, más tarde, en las salas del Hotel Avenida. Al poco tiempo abrió El Laberinto, regentada por Carlos Laínez y, posteriormente, Carmen de la Calle que puso las beses para que el verdadero arte contemporáneo tuviera un asiento seguro en Jerez. También apareció en la escena expositiva la Galería Belén, situada en la calle Francos. Pero el transcurrir existencial impuso su potestad y la crisis económica se hizo presente con su impenitente carga. El mundo de la cultura en general y del arte, en particular se vieron tremendamente afectados. Muchos espacios expositivos echaron el cierre y las administraciones e instituciones, que eran los principales activos en la adquisición de obras y patrocino de actividades, dejaron su mecenazgo con el consiguiente perjuicio para unas acciones y sus autores necesitados de todo tipo de ayuda y colaboración. La infraestructura expositiva en la ciudad se vio manifiestamente reducida. Sólo la Caja, ya fusionada con la de San Fernando, traía hasta su magnífico espacio de la calle Larga muestras interesantes.
La delegación de Cultura del Ayuntamiento realizaba una programación bien ajustada en la Sala Pescadería. Uno de los espacios expositivos emblemáticos de la ciudad, el Callejón de los Bolos, cerraba sus puertas cayendo en un lamentable estado de abandono. En esta situación, Diario de Jerez decide abrir, en 2007, la sala ArteaDiario. Jerez tenía muchos buenos hacedores y era un lugar que ofrecía múltiples posibilidades para dar salida al trabajo de tanto y tantos autores. Desde entonces la sala continúa su discurrir. En aquellos primeros años de la nueva centuria abre sus puestas la Galería Daza en la calle San Pablo. Estuvo siendo durante varios años la única existente en la ciudad hasta que Lucía y Marina Franco inauguraron Espacio Abierto en la calle Álvar Núñez.
En cuanto a la creación propiamente dicha, en aquellos años ochenta, en Jerez, existía una nómina de artistas de cierta importancia. Muchos pintores; algún que otro escultor, Paco Pinto y Manolo Prieto, El Sacri, sobre todo y gran cantidad de fotógrafos -Eduardo Pereira mantenía, todavía, un estatus de respeto y reconocimiento-. Los grandes nombres del dibujo publicitario, de tanta fortuna en otros tiempos, ya estaba en sus últimos días; pero su trascendencia seguía viva en el ánimo de todos. La Escuela de Artes y Oficios era fundamental para el inicio de la formación que, muchos, después, continuaban en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla. El decano de los artistas era Manuel Muñoz Cebrián que, aún, ejercía su pintura en su casa de la calle Doctor Mercado. Al mismo tiempo existía una serie de pintores que fueron durante mucho tiempo referentes en la ciudad: Carlos Ayala, Joaquín Cañete, Paco Toro, Pepín Caballero Salguero, Juan Padilla, María Manuela Pozo, Manolo Daza, José Ramón Fernández Lira. Algunos nombres importantes muy ligados al arte de Jerez ejercían fuera de la ciudad: Juan Gutiérrez Montiel, Eladio Gil, Gonzalo Martínez, Jesús González, Vicente Vela, gran pintor y diseñador de la Casa Loewe, Cristián Domecq, Gonzalo Torné y José María Báez, entre otros. Estos artistas llenaron una época en aquel Jerez que despertaba a esa Modernidad ansiada.
Poco a poco, el arte de la ciudad se fue haciendo mayor con artistas que han mantenido una máxima consideración a lo largo de los años. Luis Grajales, Juan Ángel González de la Calle, Pepe Molina, Magdalena Murciano, Pepe Basto, Fernando Toro, José Manuel Reyes, por citar sólo algunos, han sido y son activos actuantes de una pintura de Jerez que se abría a un tiempo de absoluta expectación. En la fotografía, la figura de Emilio Morenatti conquistaba el universo del fotoperiodismo, obteniendo, nada menos, que dos Premios Pulitzer. Algunos grandes nombres de la fotografía de Jerez nos dejaron para siempre demasiado pronto, José Luis Medina, Javier Fergó y Adrián Fatou. Este último se ocupaba de la información fotográfica en Diario de Jerez. También se fue, inesperadamente, el pintor Luis Gonzalo.
En estas cuatro décadas de existencia del periódico se ha tenido la oportunidad de asistir al gran despegue existente en la pintura que se hace en Jerez. Se ha observado un gran dinamismo; han proliferado las academias; hay muchos más aficionados, tanto teóricos como prácticos, que mantienen alto un interés por el arte que, cada día va a más. La Escuela de Arte ha acrecentado su posición como centro impulsor de las inquietudes artísticas de los más jóvenes. En estos años se ha asistido a una normalidad artística. Lo que acontece en el arte de la ciudad es parecido a lo de otros lugares. Los esquemas artísticos no distan mucho de lo que es habitual y los planteamientos de la profesión están desarrollados según la realidad de un hecho que forma parte de la existencia del propio arte. Poco a poco se ha ido afianzando los postulados de una plástica actual donde caben todos los argumentos de un arte abierto y lleno de matices; sin embargo, salvo en casos muy puntuales, la pintura abraza la figuración en todos sus planteamientos representativos.
Muchos hacedores que dan vida a un realismo de muy amplio espectro; un realismo casi siempre muy bien ejecutado y que descubre a grandes artistas. De esta manera, se está en condiciones de afirmar que el arte, la pintura sobre todo, que tiene lugar en esta ciudad pasa actualmente por momentos de absoluta placidez. Y esto no es más que la absoluta constatación de la realidad. Actualmente un grupo de pintores jerezanos copan las más altas instancias de la pintura española. Pintores lúcidos, que encuentran la verdad de un arte y saben hacerlo visible de forma veraz, sin afectación ni imposturas. Artistas totales que están en las colecciones importantes, que exponen en galerías de reconocido prestigio, que asumen que su trabajo, de tremenda importancia, no tiene tiempo ni edad. Sus nombres están en el imaginario de todos: Eduardo Millán, Ignacio Estudillo, Magdalena Bachiller, Rocío Cano, Antonio Lara, Javier Palacios, Ana Barriga y Cristinas Mejías, entre otros.
Estamos en un momento dulce en el discurrir artístico de la ciudad. Los creadores están inmersos en una realidad a la que ellos están dado suma categoría. Además existen muchos y buenas aficionados; consumidores de un arte que se encuentra en abierta expansión. Diario de Jerez no sólo ha sido testigo de ello, contándolo, sino que ha contribuido a que lo artístico en esta ciudad posea un especial sentido y un dinamismo fuera de toda duda
También te puede interesar