"El Tribunal tiene que ser un hospital de campaña en medio del mundo"
Miguel Ángel Montero Jordi. Vicario Judicial de la Diócesis de Asidonia-Jerez
El nuevo vicario judicial asume la misión de adaptar las nulidades matrimoniales a las reformas del Papa Francisco, "saliendo y buscando a los que sufren".
Coincidiendo con la apertura del Año Jubilar de la Misericordia, ha entrado en vigor una importante reforma impulsada por el Papa Francisco con cambios que se centran en todo lo relativo a la nulidad matrimonial. El Pontífice aplica así el acuerdo alcanzado en un sínodo de los obispos, celebrado recientemente en Roma, en el que los prelados pidieron cambios en esta materia para acercar la Iglesia a la realidad social, acortando el denso y largo procedimiento y dejando en manos de los obispos la última instancia en las sentencias, eliminándose así el precepto de tener dos sentencias eclesiásticas para dar validez o no a una nulidad: la de la Iglesia local y la de la metropolitana (Sevilla). De esta forma, el Pontífice vuelve a oír a la sociedad e impulsa una reforma que está en la línea de que la Iglesia salga al exterior y escuche lo que se demanda en la calle. El secretario general canciller, Miguel Ángel Montero Jordi, es el nuevo vicario judicial desde hace unos días.
-¿Qué es la Vicaría Judicial?
-Es el órgano que ayuda al obispo a la administración de la justicia y de la verdad en todos los fieles que tiene encomendados. Como éste personalmente no puede acapararlo todo, tiene delegada esa función a un tribunal eclesiástico para la aplicación del Código de Derecho Canónico.
-¿Son las nulidades matrimoniales los asuntos que más llegan al Tribunal?
- Así es en un 95 por ciento de toda su actividad. El resto suelen ser dictámenes e informes jurídicos que ordena el prelado.
-¿Cómo define una nulidad matrimonial?
- Primero decir que todo matrimonio nulo es un matrimonio fracasado, pero no todo matrimonio fracasado es nulo. Lo que la Iglesia intenta demostrar es que no existió matrimonio; que no se dieron las situaciones para las que hay un elenco de situaciones. Es muy importante distinguir entre la nulidad y la anulación. La nulidad es cuando el matrimonio no existió; la anulación es disolver algo que sí existió. En este caso, hay que acentuar que la Iglesia no anula, solo declaramos la nulidad, es decir, la inexistencia de ese vínculo.
-El Sacramento del matrimonio es obra de Dios.
- El Sacramento nace por el contrato de dos personas de forma libre y, como en el mundo civil, puede haber unos vicios que hagan ese contrato nulo. Como, por ejemplo, haberse casado en contra de su voluntad, no sabía qué firmaba, que hubo engaño, coacción... Así, si en la justicia civil se puede declarar nulo un contrato, en la Iglesia puede llegar a suceder lo mismo.
-¿Cuántos expedientes de nulidad tiene sobre la mesa?
- Como juez tengo siete causas.
-¿Es una cifra normal, ha subido o bajado?
-Ha habido una baja en el número de expedientes, no de forma significativa. Se mantiene en esa cantidad más o menos.
-¿Es o ha sido la obtención de la nulidad matrimonial una cuestión de 'bolsa' e influencias?
-Puedo hablar con autoridad del Tribunal de la diócesis de Jerez. No conozco a ningún famoso en las causas pendientes que tenemos. Y en cuanto a lo de la 'bolsa', es verdad que hay ese bulo de que la nulidad depende del dinero. Os aseguro que actualmente el 60 por ciento de las causas que tenemos gozan de patrocinio gratuito.
- ¿Ni el tribunal ni el obispo, en última instancia, declaran una nulidad?
-Aquí no hay criterios subjetivos. Se aplica la ley. No es una cuestión de convencer a una persona; es auténticamente un juicio, una investigación. Solo en lo alegado y probado se basa la sentencia. Pero a diferencia de la justicia civil, las formas cambian aquí, donde se impone la caridad y el trato humano.
-Desde el día 8 está en vigor la reforma del CDC. ¿Qué cambia?
-Todo esto parte del sínodo de los obispos sobre la familia celebrado entre este año y el anterior. Los prelados en su gran mayoría analizaron las situaciones irregulares sobre los matrimonios fracasados y el tema de los tribunales eclesiásticos. Se expuso la necesidad de que sean más accesibles, más ágiles y más sencillos en sus procedimientos. Finalmente la reforma busca la facilidad de acceso, la sencillez del proceso y sobre todo la agilidad en la resolución de los casos de las personas que vienen a dirimir su situación. No es menos cierto que un procedimiento de nulidad se eternizaba. Eran procesos largos que podían llevar hasta dos años de media. Antes había que tener dos sentencias favorables, una del tribunal local y otra del tribunal de la sede metropolitana en Sevilla. Dos procedimientos con todo lo que eso conllevaba. Ahora la reforma estipula que con solo una sentencia favorable de la diócesis es suficiente. Así se acortan los tiempos.
- ¿Asistimos, por decirlo de una forma coloquial, a la nulidad exprés?
-No porque sigue siendo un juicio; solo se acortan los plazos sin rebajar el nivel de exigencia. La ley y las causas son las mismas, solo se simplifica el proceso. Con una sentencia es suficiente, con lo que se admite que el obispo tiene capacidad para decidir. El Papa quiere así que los prelados tomen un relieve muy importante; incluso, que el obispo se implique en los asuntos, reservando a éstos las causas que el vicario judicial considere que son de una manifestación tan evidente que las puede discernir el prelado y resolverlas prácticamente en unos meses. Esos casos suelen ser cuestiones psicológicas, psiquiátricas, exclusiones, fidelidad, matrimonios forzados. Todo esto debe probarse fehacientemente. Sólo se gana en agilidad. El rigor es el mismo.
-¿Favorece esta reforma a que se acuda más al Tribunal?
-No se favorece que haya más divorcios y más nulidades. Se quiere favorecer la celeridad y un buen servicio de acogida y de acompañamiento a las personas. Lo que más me apasiona como sacerdote de esta reforma es que el Papa Francisco pide a la Iglesia que salga a la periferia existencial; salir para buscar a las personas que están en el mundo sufriendo. Ya era hora de que se hablara de una pastoral judiciaria para que el Tribunal sea un elemento pastoral, del amor maternal de la Iglesia. Esta es la idea que tiene el Papa en todo, hay que ir a donde la gente está sufriendo. Ha querido aplicar al ámbito judicial la encarnación de ese discurso. Hay mucha gente padeciendo por matrimonios fracasados y que se encuentran en situaciones irregulares con nuevas familias, con nuevas parejas, vueltos a casar y que son gente que sufren. Eso existe y como dice el Papa, el Tribunal debe convertirse en medio del mundo en un hospital de campaña para acoger a todos los heridos, para intentar curarlos e intentar regularizar esas situaciones, sin faltar a la verdad. El Tribunal tiene que salir y buscar.
- ¿Es consciente de que solo con nombrar el Tribunal Eclesiástico se evoca algo lejano y de excesiva gravedad? ¿Cómo se rompen esos estigmas?
-Ese es el reto. Es lo que nos pide el Papa: quitar la imagen errónea del Tribunal como ente burocrático para que sea verdaderamente el rostro samaritano de la Iglesia.
-¿Cómo se puede alcanzar ese objetivo?
-A través de las parroquias, de los párrocos, facilitando canales de información, ya previstos; los medios de comunicación. En definitiva, a través de todos los púlpitos que se tienen para que vengan; que vengan a consultar y acogerlos con mucho cariño. Hace falta marketing para dar a conocer este 'hospital' y lo haremos por diferentes caminos.
-Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre. ¿Cómo asume esto como sacerdote?
- Muchos han criticado al Papa Francisco espetándole que con esta reforma quiere disolver lo que Dios ha unido. No se trata de eso. Doy un dato, hay muchísima gente que no viene al Tribunal porque tiene conciencia clara de que su matrimonio no es nulo. Se casaron conscientemente ante Dios. Han sido matrimonios que no se han cuidado, que han tenido sus cosas, pero que ha salido mal. Saben que hicieron pero han fracasado.
-¿Es esto causa de nulidad?
-No, porque la propia persona me está diciendo que no es nulo. La realidad de cada matrimonio es un mundo. Hoy mismo seguro que hay amistades nuestras que llevan muchos años casados, pero en la intimidad de sus corazones te dicen que su matrimonio está muerto desde el principio y seguimos porque es un buen hombre o es una buena mujer. La ausencia de amor no es causa de nulidad. Lo que nos interesa es el momento de contraer. Es el instante donde nos concentramos. Si ahí todos los elementos son correctos, lo que sigue es cuidarlo o no. No conozco a nadie que antes de casarse manifieste que piensa divorciarse en un futuro, ni que lo hace sin estar enamorado. No lo conozco. Si el contrato fue válido en ese momento de ahí depende que el proceso que sea favorable o no. ¿Hay algún matrimonio que no pase por crisis? En superarlas está el amor. Una cosa es la dificultad y otra la imposibilidad. ¿Qué camino no tiene dificultad?
-Este proceso supone escarbar y mucho en el alma de las personas, algo nada agradable para el juez.
-Es un hospital de campaña hay heridas. El juez hace de pastor, de médico, de consuelo, de consejero. Como dato curioso, en la sala de instrucciones, en nuestro cajón de la derecha lo que hay son clínex. Todo esto es remover toda una historia dura. La Iglesia tiene que ser ese hospital de campaña que ayude a la personas a curar sus heridas. Esa es la intención que tiene el Papa, transmitir a la gente que estén en una necesidad de conciencia y de moral, para que en este momento que leen esta entrevista acudan al obispado para mantener un encuentro y que no tengan miedo. Que a partir de ahora todas las personas son bien recibidas en el obispado cuyo número de teléfono, para más detalle, es el 956338800. Me siento orgulloso de que el Tribunal Eclesiástico, que tan mala fama le precede, se convierta en un verdadero hospital de campaña en medio del mundo. Me ilusiona la tarea.
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