Historia

Alaska: la última conquista española en América

  • Gonzalo López de Haro, destacado explorador pariente de los Goñi jerezanos

Siendo verano, qué mejor que hablar de las gélidas latitudes de Alaska. Territorios y mares que pertenecieron a España.

Un oficial de la Armada Española, Gonzalo López de Haro, nacido en 1760 en San Fernando, fue uno de los principales partícipes que conquistaron, fortificaron, defendieron y crearon asentamientos en estas lejanas tierras. La familia de los López de Haro emparentó con los Goñi que se afincaron en Jerez. Eran gentes emprendedoras y cultas, muy relacionadas con las actividades y negocios marítimos, oficiales y profesores cuyas trayectorias vitales he desarrollado en el libro correspondiente de la serie ‘Historias, Mitos y Leyendas de los de Goñi’, que tengo publicados en Amazon.

Gonzalo fue capitán de fragata de la Armada Española, segundo director de la Escuela de Pilotos de Cartagena, explorador y excelente cartógrafo. Se encuentra incluido con justicia entre los últimos conquistadores. Realizó también numerosas expediciones por África, Asia y América durante los más de cuarenta años que permaneció en activo. Su ejemplar conducta y sus conocimientos de náutica, armamento, astronomía y cartografía le llevaron a ser uno de los hombres de confianza del virreinato de Nueva España, donde estuvo destinado la mayor parte de su carrera desempeñando importantes misiones en la costa noroeste de California y el alto septentrión americano.

Estas exploraciones se encuentran detalladas en un erudito artículo publicado en la Revista de Historia Naval, Año 2011, Nº 113, por la mexicana María Luisa Rodríguez-Salas Muro, doctora en Historia, titulado “Dos Expediciones de Altura al Pacífico Septentrional (1788-1790) y sus protagonistas Manuel Quimper y Gonzalo López de Haro”, que es accesible por Internet.

Esta eminente historiadora en su pormenorizada investigación detectó que Josepha Mª Bernarda Goñi Plou, nacida en Cádiz en 1793, era cuñada de Gonzalo, pues se casó en 1812 a los 19 años con su hermano Antonio López de Haro Moreno Lazo de la Vega, de 49, nacido también en San Fernando en 1763. Este oficial era médico cirujano y profesor de primera clase de la Armada, que participó en un importante hito de la Ciencia Médica moderna española como fue la fundación en Cádiz del Real Colegio de Cirugía. Institución en la que ejerció de profesor. Uno de sus hijos, Josef López de Haro y Goñi, que nace en Cádiz en 1820, fue teniente de navío y primer ayudante del Cuerpo de Pilotos del Departamento de Cádiz, carrera que por su nivel científico se puede considerar como una verdadera disciplina de Ingeniería. Como vemos, los López de Haro eran eminentes tanto en las Ciencias como en la Navegación.

Así pues, mientras Damián y Justo de Goñi Plou se trasladaron a Jerez para fundar las Bodegas de Goñi, su hermana Josepha permaneció en Cádiz con su familia muy relacionada con la Armada y la Marina en general, como era tradicional en esta familia.

Gonzalo López de Haro realizó sobre el año 1790 largos viajes, levantamiento de mapas y otras importantes acciones de descubrimiento y asentamiento por la costa del Pacífico de Norte América, desde California hasta Alaska. Entre otras acciones, fortificó el Puerto de Nutka para asegurar dichas posesiones y expulsar a los rusos, que la habían ocupado, lo que reintentaron varias veces. Esfuerzo vano, pues España cedió finalmente este territorio a los ingleses, a los que se lo arrebataron otra vez los rusos, quienes finalmente se la vendieron a Estados Unidos, de lo que supongo estarán hoy muy arrepentidos.

En aquella época, España tenía ya aseguradas sus posesiones en la Nueva España, lo que hoy es México y Estados Unidos, por lo que se iba subiendo poco a poco hacia el norte desde California, para la ocupación formal de toda la costa, ya que nominalmente una gran parte de los que hoy son los Estados Unidos nos pertenecía, aunque eran territorios que no había pisado ningún europeo.

Así, mientras la Armada iba cartografiando las costas, detectando bahías y posibles asentamientos que hoy son magníficas ciudades como San Francisco o Los Ángeles, por tierra se iba ocupando el territorio mediante el procedimiento de ir estableciendo misiones, como las nueve fundadas por el franciscano Fray Junípero Serra, entre ellas la de San Diego, para ir pacificando a los nativos, que eran por lo general tribus poco civilizadas, muy alejadas culturalmente de las que se habían encontrado anteriormente en México o el Perú.

Una conquista mucho más humana que la aplicada por los anglosajones, consistente simplemente en exterminarles y encima cantar estas bárbaras acciones como epopeyas dignas de Hollywood, cuando fue en realidad un verdadero genocidio que ha diezmado a los nativos, cuyos escasos supervivientes hoy se encuentran en su mayoría reducidos en reservas, avocados a la desaparición.

Por entonces, las autoridades virreinales españolas y la Armada ya tenían noticias de asentamientos de balleneros y comerciantes de pieles rusos que accedían a las costas de Alaska desde la cercana Siberia, bordeando las Islas Aleutianas, siguiendo el mismo camino que en la Prehistoria les llevó a poblar toda América de Norte a Sur.

Pero parecían no representar peligro alguno, ya que inicialmente eran de carácter circunstancial sólo para comerciar con los nativos por las pieles. También había ingleses con el mismo aparente fin, pues ya se sabe que en donde había alguna forma de enriquecerse a costa de España, siempre se encontraban supuestos piratas enviados por la Pérfida Albión que obligaban a que las naves españolas navegaran en grupos llamados convoyes, escoltados por buques de guerra para repeler en lo posible los ataques, actividades en las que otros oficiales de la familia Goñi se distinguieron.

Sin embargo, las cosas cambiaron de sesgo cuando en la primavera de 1773 la Corte de Madrid recibió apremiantes informes de nuestro embajador en Rusia, Francisco Antonio de Lacy, conde de Lacy, en los cuales comunicaba que los rusos tenían establecidas colonias comerciales en las costas septentrionales. Dos años más tarde, amplió sus informes afirmando que la zarina de todas las Rusias, Catalina II, estaba fomentando el establecimiento de asentamientos en las costas españolas para justificar la reclamación de aquellas tierras como propias.

La reacción española fue inmediata y dio lugar a organizar varios viajes exploratorios que contribuyeron decisivamente a conocer y reconocer las costas hasta los 60° N para afirmar la propiedad de aquellas lejanas tierras, en los que participó nuestro Gonzalo López de Haro, entre otros marinos españoles tanto peninsulares como criollos, acciones arriesgadas que sería imposible de resumir aquí, por lo que recomiendo al lector interesado acudir a las referencias citadas para conocerlas en detalle. Pensemos en las muchas novelas y películas épicas que se han escrito sobre la conquista de estos gélidos mares, como las de Julio Verne, realizadas por ingleses, noruegos y estadounidenses casi 100 años después con medios y naves de vapor muy superiores a las que los españoles pusieron en juego.

Las exploraciones españolas tenían como base de operaciones el apostadero de San Blas, en la costa occidental del Virreinato de Nueva España, que había ido incrementando su valor estratégico a partir de la colonización de las Californias. Su defensa, encargada al Batallón de Infantería Provincial (Milicias) de San Blas, pareció insuficiente. Este fue el motivo de la creación en 1787 por el rey Carlos III de la Compañía Fixa de Infantería del Departamento de San Blas.

Muy poco después se iniciaron las acciones marítimas programadas. Para ello fue comisionado Gustavo López de Haro, que llegó al apostadero de San Blas en 1789 partiendo la primera de las expediciones previstas. Iba al mando del alférez de navío y primer piloto, don Esteban José Martínez, quien mandaba la fragata ‘Princesa’, en tanto que López de Haro iba al mando del ‘San Carlos El Filipino’. La travesía, especialmente durante su primera parte, se realizó bajo un inclemente invierno. Descubrieron tierra a los 61°. Supusieron que se trataba del Puerto de Santiago, pero no pudieron entrar en él debido a los fuertes vientos reinantes. La tierra estaba cubierta de nieve y no encontraron habitante alguno.

Un poco más al sur tocaron la entrada del Príncipe Guillermo o de Cádiz situada cerca de los 60° N, donde tampoco encontraron establecimiento alguno. Bajo espesas nieblas, se dirigieron a las Islas Trinidad donde el mal tiempo separó a las dos embarcaciones. El ‘San Carlos’ continuó el reconocimiento de la costa para levantar mapas y, al poco tiempo, a pesar de la niebla, la lluvia y los fuertes vientos, encontraron un establecimiento ruso en un puerto de la Isla Kodiak. Posteriormente encontraron algunos más a los que mostraron el pabellón.

Con los mismos navíos y la misma tripulación se llevo a cabo la segunda salida: oficiales y marinos a bordo de sus respectivas embarcaciones abandonaron San Blas. Su misión específica era ocupar y fortificar el puerto de Nutka. Se enfrentaron a portugueses, norteamericanos e ingleses, presentes en esas costas. Todos ellos, a bordo de sus navíos, comerciaban con pieles con los naturales y astutamente intentaban hacerse con el puerto. Sin embargo, los españoles lograron ocuparlo y establecer en su punta sur un incipiente fuerte, el San Miguel, en el cual emplazaron 12 cañones de grueso calibre, con lo que quedaba enteramente defendido. Ante las intenciones de los extranjeros –especialmente el inglés Colenet– de establecerse en Nutka o en Clayucla, en la parte este del puerto, se decidió apresar al capitán inglés y a sus dos barcos, el ‘Argonauta’ y la balandra ‘Princesa Real’, y llevarlos de inmediato a San Blas.

Antes de la partida se suscitó un grave incidente. Los restantes extranjeros invitaron a todos los oficiales ingleses aprehendidos y a los españoles a una cena de apaciguamiento, cuya verdadera intención era aprovechar el momento para atacar el fuerte y hacerse con las naves. López de Haro sospechó sobre las verdaderas intenciones, por lo que aprestó los cañones de las naves españoles y los del fuerte, con lo que se impidió esta acción traicionera. A estas acciones y viajes siguieron otros de exploración, cartografiado y aseguramiento del territorio.

España cumplió su cometido histórico gracias a sus hombres, verdaderos héroes muchas veces anónimos que supieron conquistar, civilizar, poblar y difundir el español, una lengua latina modernizada, creando el mayor Imperio que ha conocido la Historia de la Humanidad, dando así continuidad al legado de Roma a lo largo y ancho del mundo. Y en esta ocasión hasta las lejanas e inaccesibles costas de Alaska en las que también ondeó nuestra bandera.

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