El crimen de Laura Luelmo

El ambulante Bernardo Montoya

  • Se dedicó a la venta de zapatillas en mercadillos

  • Cuenta con numerosa familia en Jerez

  • Vino a la ciudad hasta que rompió con su pareja

Edificio de la calle Mirabrás de Jerez donde residió el asesino de Laura Luelmo.

Edificio de la calle Mirabrás de Jerez donde residió el asesino de Laura Luelmo. / Miguel Ángel González

El Bar Zettelmeyer es una institución en esa zona donde la barriada de Icovesa de Jerez se funde con las casitas bajas del Polígono, las famosas Unidades de Viviendas de Absorción Social (UVAS). Curiosas siglas por cierto. Por allí son conscientes de que la calle que pasa ante ellos es una especie de frontera. En frente están las calle Fandango y Mirabrás, entre otras. Era en ésta última donde residió por épocas Bernardo Montoya, el asesino de Laura Luelmo.

La gente del bar lo conoce, pero sólo de cara. Hasta a los camareros les suena haberle servido alguna vez “pero con mucho tiempo de por medio. Vino varias veces y poco más. No tengo más que decirle”.

El grueso de la población de la barriada de El Carmen no lo conoce. Cuando llegaba para pasar un permiso penitenciario en Jerez lo hacía con tranquilidad, alojado en casa de la nieta de una de las históricas del narcotráfico local. Tuvieron un romance. Y lo vivían en Jerez, al lado del colegio Alfonso X ‘El Sabio’. Hasta que se acabó.

Vendía zapatillas por los mercadillos: “A nadie del barrio se le ocurría tocar la furgoneta”

El individuo en cuestión tiene familia en la ciudad. Los Montoya, como todas las familias, tienen miembros con mayores, menores o nulos problemas. El primer gran asunto en el que se vieron involucrados los Montoya en Jerez fue cuando en 1984 asesinaron al ‘Gordo Joselín’ en las inmediaciones del Bar Cantábrico, en plena Plazuela, ante la Ermita de la Yedra y ante la estatua de La Paquera si ésta hubiera estado levantada entonces. Lo cosieron a puñaladas por un asunto de drogas y un hermano menor se hizo responsable. ‘El Gordo’, todo hay que decirlo, llevaba una escopeta en las manos.

A la hora de buscar entre los Montoya hay de todo: desde artistas de primerísima fila a individuos que se han convertido en carne de presidio. Unos son familia, otros no, pero todos, como refiere el dicho “son primos”. Es decir, se conocen.

Muchos vecinos de la zona de Icovesa no salían ayer de su asombro al comprobar que el hombre que, al parecer, secuestró, mató y violó a Laura Luelmo, vivió entre ellos en el tiempo en el que salía de la prisión.

Responsables vecinales de la zona reconocieron a este medio su incredulidad a este respecto hasta que comprobaron por sus propios medios que lo que este medio les informaba era cierto. “Es duro este asunto”, destacó a este medio el presidente de la Asociación de Vecinos de Icovesa, Miguel Zarzuela, un hombre muy bien informado al que la noticia le cogió casi de sopetón.

Los vecinos de la zona comentan que en muchísimas ocasiones llegaba a la zona con una gran furgoneta blanca en la que almacenaba las zapatillas que en los días siguientes vendería en los mercadillos de la provincia. “A nadie se le ocurría tocar la furgoneta”, aseguran. Y eso que hablamos de una zona en la que abunda la gente buena pero en la que se da un mercadeo de drogas al menudeo que es muy preocupante.

La relación entre Bernardo y su pareja se rompió. Buena prueba de ello fue el hecho de que las visitas de Bernardo Montoya a Jerez se fueron espaciando y tan sólo se prodigaron entre los años 2015 y 2016. Cuando los hechos, el terrible asesinato de Laura Luelmo, acontecieron en El Campillo hacía ya cerca de dos años que no se pasaba por la ciudad.

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