Belén Fernández | Profesora de Danza

"Soy consciente de lo que marca un maestro, por eso me tomo tan en serio mi trabajo”

  • Apasionada por la docencia y la danza clásica, lleva desde 1987 formando a jerezanos en su academia de la calle Ídolos, un centro por el que han pasado ya muchas generaciones

Belén Fernández, en su academia de la calle Ídolos.

Belén Fernández, en su academia de la calle Ídolos. / Miguel Ángel González

Belén Fernández Camacho (Vigo, 1964) es docente por vocación. Con apenas 23 años abrió su primera academia de danza en Jerez, una academia que acumula nada menos que 37 años de vida y por la que han pasado ya numerosas generaciones de bailarines, bailarinas y todo tipo de músicos.

–Usted lleva casi toda la vida entre Cádiz y Jerez, pero sin embargo, nació en Vigo....

–Sí, yo nací en Galicia. Mi familia es gallega, pero en un momento dado, a mi padre le ofrecen un trabajo en Cádiz y nos marchamos allí.

–¿Y cómo empezó en la danza?

–Empecé con nueve años. Al principio no me gustaba, pero la insistencia de mi maestra, al final acabó por convencerme. Con ella, Emilia Zambrano, estuve en su escuela privada varios años salvo los dos últimos, que me fui a estudiarlos al Conservatorio de Sevilla, a la par que hacía toda la carrera de la Royal Academy porque a mi profesora le gustaba ese sistema.

–Habla con mucho cariño de su maestra...

–Sí, porque de alguna forma, ella marcó mi vida. Yo con apenas 16 años, cuando estaba en el antiguo BUP, ya daba clases en su academia. Y las daba a gente mayor y con más nivel que yo, porque mi maestra intuyó que para mandar y para organizar aquello, la que funcionaba era yo. Quizás también esa misma educación, me impulsó. Por esa razón, soy tan consciente de lo que puede marcar un maestro, por eso me tomo tan en serio mi trabajo, porque la seguridad y la inseguridad que puedes transmitir a un alumno...Ahí es donde no me gusta equivocarme, y lo que me agota más. A mí, mi maestra me orientó claramente a la enseñanza, y yo desde siempre he sabido que quería ser profesora. De hecho, cuando iba a cursos de ballet, como bailarina, apuntaba las cosas. Tengo libros de hace 40 años, y es muy fuerte.

–¿Se ha perdido quizás esa admiración o respeto por la figura del maestro?

–Bueno, creo que hemos ganado y hemos perdido. El respeto al maestro no es que se haya perdido, sino que lo estamos malinterpretándolo. Que el niño se sienta seguro para acercarse al maestro y decirle: ‘No me siento cómodo con este ejercicio o esta coreografía’, lo hemos confundido con la falta de respeto. Creo que si tanto los padres como nosotros, tomamos en valor lo que tenemos de bueno, y damos un toque de atención, el niño lo entiende perfectamente. Él entiende que eres más cercano que nuestros maestros antiguos, pero que el respeto no se puede perder. Y a los padres, igual. Yo en ese aspecto, no he tenido grandes problemas, pero sí que es verdad que la ventaja que tenemos de cercanía al niño, a veces es desventaja porque tú tienes que tener una pequeña autoridad, tanto yo como los padres, si no el barco se hunde. A mí me funciona muy bien, aclarar primero con los padres cómo es el niño y qué sistema educativo se le está impartiendo. En cuanto hago eso, ellos me entienden perfectamente. El maestro es el maestro, y si no hay un mínimo de respeto, aprendes menos. Aquí lo importante es el alumno, el aprendizaje y su formación completa. La danza no es más que un medio, como otro cualquiera, para que cada alumno llegue a su máximo, y eso es lo bonito.

“Los niños de hoy día son más despiertos e inquietos que los de antes, pero les cuesta más concentrarse”

–(....)

–Hay veces que ves bailar a un niño o niña y dices, ‘no baila tan bien’, pero para lo que ha logrado, yo me siento igual de orgullosa que el que está bailando a otro nivel, porque a lo mejor ese partió de una salida más arriba. Además, el arte y la cultura les aporta muchísimo en su vida, en las relaciones, en seguridad en sí mismo, en esfuerzo...Eso a mí es lo que me da vida, y hablo de la danza porque es lo que más me gusta, pero igual ocurre con el piano, que son disciplinas que requieren mucho esfuerzo para conseguir los objetivos. Ahí estamos nosotros para educar a ese niño o niña y ayudarles a conseguirlo.

–Con sólo 23 años decide montar su propia academia, ¿por qué? ¿No se veía dedicándose potencialmente a la danza?

–Bueno, la verdad es que cuando terminé de estudiar, yo vivía en Cádiz y me di cuenta que el sitio donde había menos danza clásica era Jerez, entre otras cosas porque aquí no había conservatorio. Entonces, le dije a mis padres que si me ayudaban, montaba una academia. Y así fue. De todos modos, no me aparté del todo de los escenarios, porque monté una pequeña compañía, ‘Danza 88’, donde estaban todas mis amigas. Ensayábamos los fines de semana y hacíamos muchos bolos. Aún así, lo que me llena de verdad es la enseñanza, y en ese sentido, soy una privilegiada.

–¿Para usted la enseñanza es algo vocacional?

–Por supuesto, estoy totalmente convencida. Yo recomiendo que lo sea, porque la enseñanza es dura, y hoy en día más, la sociedad ha cambiado mucho desde que empecé con la escuela.

–¿En qué sentido?

–Pues por ejemplo, que los niños de hoy son muy inquietos, les cuesta mucho centrar su atención en algo, y claro, o te apasiona o sinceramente es duro. Los niños de hoy son muy despiertos, tienen muchos estímulos, pero sí es verdad que cuesta trabajo la disciplina y concentrarse en algo. También ha cambiado mucho el estilo educacional de los padres. Te doy un detalle. Con las primeras familias con las que trabajé, nunca hacía una tutoría, yo le decía algo a los niños o niñas, y para adelante. La comunicación era directa entre yo, los niños y los padres. Hoy día es necesario concretar con los padres, porque creo que hay estilos educativos muy diferentes en cada familia y creo que hay que respetarlos.

–Es el reflejo de la sociedad actual, donde nos llega información y tecnología por todos lados...

–Es verdad, aunque tampoco hay que mirarlo todo de manera negativa, porque a mí por ejemplo, las nuevas tecnologías me ayudan también. Les digo a los niños un repertorio y ellos lo pueden ver en su casa en distintas versiones. Si estamos haciendo la coreografía del ‘Pájaro Azul’ de la Bella Durmiente, pueden ver mi versión y cuarenta más, y eso es muy enriquecedor. También ayuda a los padres, porque ellos a veces se meten en internet, y aprenden con ellos. Lo único malo es quizás que nos estamos acostumbrando a tanta inmediatez, que a ellos, sobre todo con la música o con la danza, al final les frustra que el aprendizaje no sea tan rápido. Porque está claro que tanto la danza como la música son técnicas de largo recorrido.

Otra imagen de Belén Fernández. Otra imagen de Belén Fernández.

Otra imagen de Belén Fernández. / Miguel Ángel González

–Convertirse en empresaria con sólo 23 años, cuando muchos todavía piensan en fiestas, debió ser difícil...

–Sí que lo fue, primero porque no tenía experiencia empresarial ninguna, tuve que ir aprendiendo sobre la marcha, y también porque justo después de montarla, me di cuenta que debía dinero a toda la familia (risas). Pero claro, bromas aparte, sin el apoyo que tuve de mi familia al principio, hoy no estaría donde estoy.

–(...)

–Al principio, sólo teníamos danza, pero me propusieron añadir música y bueno, así hemos ido creciendo.

–Entiendo que también, conforme uno crece, se tiene que seguir formando...

–Eso siempre. Date cuenta que aquí los niños entran con apenas 4 años y terminan cuando finalizan sus estudios académicos. Por eso, si ves que hay alumnos que quieren dedicarse a esto, evidentemente te tienes que formar mejor, y bueno, sinceramente, no me he dado cuenta de que han pasado 37 años desde que empecé.

La danza y la música no son más que otro medio cualquiera para que un alumno llegue a su máximo”

–Para esa gente que aún no se ha acercado a la danza ¿qué cree usted que les puede aportar?

–Muchas cosas, implica expresión corporal, música, teatro, artes escénicas, trabajo con tu cuerpo...Hay muchos padres que cuando llegan a la escuela, buscan una extraescolar que complemente la formación de sus hijos, y luego, algunos encuentran que les gusta y de ahí han salido artistas, bailarines, coreógrafos...Pasa igual con la música, creo que es muy enriquecedor.

–Después de 37 años formando a alumnos, ¿qué le enorgullece más?

–Muchas cosas. Lo primero es ver a alumnos míos en el teatro para ver un ballet. Para mí eso es lo más grande. Cuando voy a Villamarta y veo a una antigua alumna con su marido y sus hijos viendo el ballet, me emociona, porque es el resultado de nuestro trabajo.

Estoy convencida de que la enseñanza debe ser vocacional y hoy más, la sociedad ha cambiado mucho”

–En una ciudad como ésta, un poco particular, ¿ha sido difícil lograr un arraigo con la danza clásica?

–Bueno, igual que en todas las ciudades, no creo que Jerez sea diferente a otras. Lo importante, bajo mi punto de vista, es la continuidad, ir dando pasitos y eso va calando. Hoy día hay mucho alumnado que practica danza, tanto clásica como contemporánea. No creo que Jerez sea especial en ese sentido, y a nivel personal, me siento respetada y cómoda con la gente y las instituciones.

–¿Cómo ve Jerez a nivel cultural?

–No está mal, aunque siempre se puede mejorar. Creo que en los últimos años ha mejorado mucho, y por ejemplo, a nivel de música clásica se ha crecido bastante. Ahí los políticos deben ir sumando proyectos para irnos enriqueciéndonos unos de otros.

–¿Y la danza?

–Está claro que se puede mejorar, pero creo que lo que tenemos está funcionando. Villamarta ha traído dos ballets, el Cascanueces estuvo lleno y ahora el Quijote espero que se llene también. Luego, también funciona el Festival de Jerez, que no deja de ser danza.

–A una empresaria como usted, acostumbrada a trabajar con mucha gente, ¿cómo le influyó la pandemia?

–Creo que ha sido el momento más duro a nivel empresarial, tanto anímica como también económicamente. Porque claro, el niño que estaba un poquito dudoso, y que no tenía una dinámica de trabajo, ese alumno lo hemos perdido. Sin embargo, otros se han enganchado más, porque como dábamos clases online, ha habido niños y niñas que han encontrado en la danza y en el piano su medio para hacer algo distinto. Ha sido un parón difícil, porque era como un volver a empezar, pero bueno, creo que hoy día estamos casi como antes de la pandemia.

–Ahora acaba de terminar la primera parte del periodo de escolarización y la baja natalidad se hace notar. ¿Lo nota también usted?

–Está claro, cada vez hay menos niños y eso lo estamos notando, pero bueno, en ese sentido tenemos que irnos adaptando y quizás ahora toda esa carencia, la estamos paliando con el interés que se ha despertado por la danza y la música entre los adultos. Hay muchos adultos que han retomado su aprendizaje.

Abrí mi academia con sólo 23 años, y si no hubiera sido por el apoyo de mi familia, no habría logrado lo que soy hoy”

–En estas más de tres décadas, ¿se ha desilusionado mucho por ver a gente con condiciones que no las han aprovechado?

–Bueno, un poco, aunque quizás no es tan frustrante como parece. El último, por ejemplo, ha sido un alumno de origen holandés que llegó a entrar en el Het National Ballet, y ahora está de influencer a unos niveles insospechados. Pero bueno, sus conocimientos están ahí y forman parte de su vida, entonces, hay que respetarlo. Lo más bonito es ayudarles a conseguir sus metas, pero las metas son suyas, no mías. A mí me gustaría que todo el mundo bailase, me muero cuando bailan, pero si no bailan, me muero igual. Si se dedican a otra actividad, no pasa nada. El otro día, por ejemplo, una antigua alumna que es ahora profesora de Química, me decía que daba las clases igual que yo. Que te digan eso, te llena.

–(...)

–A mí lo que me duele es cuando quieren triunfar y no lo consiguen, porque pienso que la que he fallado, he sido yo. Eso sí me frustra, pero que ellos se dediquen a lo que les hace feliz, no. Date cuenta que la mayoría de niños se llevan con nosotros de 12  a 14 años, y de alguna forma intentamos que esa formación, les sirva para su día a día.

–Son casi como hijos suyos...

–(Risas) Sí, con decirte que a veces mis hijos se ponen celosos (risas). Yo además, si me llaman, voy, no lo puedo evitar. Ahora, por ejemplo, tenemos un alumno que lo han elegido en la escuela del Royal Ballet de Londres, pero como es tan difícil entrar, no le han dado estancia. Pues yo me voy a ir con él los quince días (risas). También tengo a cuatro alumnos que van a Rimini a un ballet, pues allí estaremos también.

–Al final, usted va siempre llevando la bandera de Jerez...

–Pues sí, es algo que llevamos haciendo desde hace años. Es más, muchas veces mi marido me dice, ‘tienes que poner en las camisetas de los alumnos la palabra Jerez’, y es verdad. Al año hacemos dos o tres salidas, y siempre llevamos el nombre de Jerez.

–Se ha planteado alguna vez, ¿qué hubiese sido de su vida sin la danza y la docencia?

–Sinceramente no (risas). No concibo mi vida sin ellas, aunque quizás, creo que me hubiera dedicado a algo relacionado con la cocina, que es otra de mis pasiones.

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