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Los bellos acordes de Beigbeder grabados para la posteridad

  • Se cumplen treinta y seis años del mítico disco que José María Álvarez Beigbeder dirigiendo la banda de la Armada de Madrid

José María Álvarez Beigbeder recuerda cómo surgió esta grabación.

José María Álvarez Beigbeder recuerda cómo surgió esta grabación. / José Contreras

Se han cumplido treinta y seis años desde aquel día en el que José María Álvarez Beigbeder entró en la capilla gótica que hay en el cuartel general de la Armada en Madrid. Todos los días visitaba a la Virgen del Carmen que, como no podía ser de otra manera, presidía el altar mayor del oratorio. Se encontraba inquieto y por fin acertó a pedirle a la Virgen que le inspirara el arrojo suficiente para solicitarle al vicealmirante jefe, Lorenzo Rey Díaz, que le autorizara a dirigir una de las bandas más armónicas que tiene España para grabar un disco con las marchas de su padre, el gran Don Germán Álvarez Beigbeder. Ese fue el chispazo que inició toda una llamarada de acordes que quedarían registrados para la posteridad con dos grabaciones míticas que la banda de la AGRUMAD (Banda de Música de la Agrupación de Infantería de Marina de Madrid) editara en dos entregas con las maravillosas marchas de Beigbeder"El almirante me recibió y me dijo que tenía luz verde para llevar a cabo el proyecto. Mi padre era conocido en la Armada porque compuso el himno", recuerda ahora José María. Por aquel entonces, ocupaba la jefatura musical de las cinco bandas que mantiene la Armada Española. "Tenía muchas horas libres y de alguna manera quería grabar todo este patrimonio que mi padre había dejado para la Semana Santa. Porque las marchas de mi padre es de sus grandes aportaciones a la música que hizo. Por eso se escuchan cada vez más", afirma.

Alrededor de tres semanas duraron aquellos ensayos previos a la grabación. "Todo fue rodado. Y en ese tiempo nos preparamos para ir al estudio a grabar. La banda de la Armada mantiene una formación de setenta y cinco músicos, y mi padre había hecho los arreglos para veinticinco. Pero yo ya había hecho los trabajos previos para ensanchar las marchas sin tocarle un ápice del espíritu de cada obra. Así que el disco se grabó con cierta rapidez".

La banda de la Armada de Madrid es una de las más prestigiosas de toda España. "Siempre se ha presentado a los certámenes más importantes que se celebraban en Valencia pero fuera de concurso porque su nivel siempre estaba por encima del resto", afirma José María Álvarez Beigbeder. La formación estaba repleta de músicos profesionales, en su mayoría valencianos, que ocupaban plaza fija en Madrid. Esto les permitía compatibilizar otros proyectos y la gran mayoría de ellos también ocupaban plaza en las orquestas Nacional o en la de Radio Televisión Española. "Uno de los mejores bajos que he tenido nunca se unió a la grabación porque en las marchas de mi padre los sonidos profundos de los bajos son muy importantes", argumenta ahora el que fuera director de aquella grabación. Se trataba de un músico militar que ocupó plaza en San Fernando y fue rescatado por Álvarez Beigbeder para darle más empaque a las interpretaciones. Todo estaba ajustado hasta el más mínimo detalle.

La grabación se realizó en los estudios de RCA, en Madrid. Quiso el director que no se grabara con la percusión. "Lo decidí para sacar los matices a las marchas y la percusión sostiene el tiempo, pero resta a la hora de querer subrayar los realces tan importantes", afirma. Posterior a la grabación, donde cada músico controlaba el metrónomo metal del ritmo del compasillo, el batería de la orquesta de radio televisión, que también formaba parte de la Armada, grabó caja, bombo y platos. "Se nota esa importancia del ritmo en la grabación pero sin perder ningún aspecto", sostiene Beigbeder.

La edición salió a la calle en dos entregas bajo los títulos de 'Marchas de Procesión' y 'Marchas Lentas'. El trabajo discográfico se dispuso para que fuera presentado, precisamente, el 23 de febrero del año 1981. Por razones obvias, no se llevó a cabo el acto por los acontecimientos políticos que se vivieron en España. Pero el disco ya estaba en la calle.

Desde ese momento, aquellos dos discos de vinilo con sus portadas con las hermandades de los Judíos de San Mateo y la Borriquita, contenían, de manera sublime, el patrimonio musical de uno de los músicos españoles más geniales del pasado siglo. Su hijo había cumplido una promesa secreta que cada día le pedía a la Virgen en aquella capilla castrense. Posiblemente la grabación más emblemática de todas las editadas hasta el momento desde el ámbito de la música cofradiera. Las interpretaciones mantienen la tensión, los abismos de cada compás y el ámbito de su misterio entre las cinco líneas del pentagrama, como un guante de terciopelo. Una obra maestra por la que no pasa el tiempo y siempre está actualizada. "En estos años he recibido felicitaciones de todo el mundo. Hasta del continente americano", subraya el creador de este trabajo.

Su vida

El encuentro con José María Álvarez Beigbeder, que ha venido a Jerez -reside en Madrid- para escuchar las coplas que su padre le compusiera a la hermandad del Cristo de la Expiración, nos sirve para hablar sobre la vida del maestro. "Mi padre era muy exigente. Pero sin llegar a castigos. Sólo una mirada suya ya nos servía para coger el buen camino", destaca su hijo. Un hombre que tuvo dos puntales en su vida que, sin duda, marcaron su obra. "Por un lado era un hombre muy religioso. Yo creo que todas estas marchas estuvieron siempre bajo el amparo de la Virgen. Era muy mariano y la figura de la Madre de Dios le inspiraba siempre", comenta. Por otro lado, siempre quiso estar en Jerez. "Quizá eso no le benefició. Él es un músico universal. Pero sin duda le hubiera ayudado mucho salir de aquí. Viajar, hacer vida fuera que enriquece mucho a los artistas. Pero siempre prefirió Jerez y sus paseos", asegura.

José María Álvarez Beigbeder ha seguido profundizando en la obra de su padre. Ha necesitado, al menos, quince años, para armonizar obras religiosas de D. Germán para interpretarlas con orquesta y voces. "Ha sido un trabajo arduo y callado. Pero me siento orgulloso de ello", sostiene. Unas obras inmensas que esperan a ser una realidad, quizá, el próximo año con motivo de los cincuenta años de su fallecimiento.

Una efeméride que bien podrían celebrarse en Jerez, su tierra querida y natal, también, con un concierto extraordinario con sus marchas con la banda de la Armada de Madrid. Sería como rememorar la historia. Ya, en la agrupación musical, no quedan aquellos músicos que interiorizaron como nadie la obra de D. Germán bajo la dirección de su hijo. Sin embargo, sería como devolver el favor de esta ciudad a este monumento musical que ahora hace treinta y seis años que vio la luz. La luminaria maravillosa de una música eterna elevada a su máximo esplendor.

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