Chipiona, bella localidad costera de la provincia de Cádiz, está situada entre Rota y Sanlúcar de Barrameda. Como indica el especialista Javier Maldonado en Rutas del vino en Andalucía (2006): ‘El cultivo de la vid y la elaboración de vinos ha tenido hasta hace pocos años un notable peso específico en su economía’.

Entre los dos últimos tercios de los siglos XVIII y XX tuvo ‘una importante función auxiliar en el Marco del Jerez, consistente en proporcionarle a las grandes bodegas de la zona mostos para sus criaderas y soleras, y arrope y color para abrigar y dar tono a algunos de los vinos de licor’.

Pero por lo que es conocida mundialmente Chipiona es por el vino que lleva su apellido: el Moscatel de Chipiona.

Bodega y despacho.

La firma vinatera distintiva en la elaboración de este tipo de vino son las de César Florido, una destacada familia relacionada con la vitivinicultura desde el siglo XVII, donde fundaron sus bodegas en 1887, tal como se lee en la fachada de una de sus bodegas.

Como activos ciudadanos y dinámicos empresarios, cuatro de sus miembros dirigieron la política local como alcaldes, promocionaron los atractivos turísticos de la población, las especiales propiedades de las aguas de sus playas, como por los productos de su huerta y el mar, que besa su costa.

Sorprende que la monografía dedicada a Chipiona, de la serie Los pueblos blancos de la provincia de Cádiz, y editada por la Diputación, recoja tan poca información sobre esta bodega y sus propietarios, personajes con una relevancia más allá de sus propias actividades comerciales.

Aún más si consideramos la escasa literatura generada por el vino moscatel de esta localidad vecina.

Del vino a la política

El moscatel de pasas es un vino muy especial. Se elabora con el mosto que producen las uvas pasas, secadas al sol en el campo después de vendimiarse. El resultado es un vino dulce, muy denso, de color caoba, ideal para postres, cercano a los Pedro Ximénez malagueños, cuya elaboración es también similar.

César Florido Romero, nacido en Chipiona en 1959, sexta generación de la familia, bodegueros que llegaron a Chipiona en el año 1640, es el actual propietario y gerente de las bodegas que llevan su nombre, señala que su bodega es la única que mantiene el sistema tradicional de elaboración de este vino con el soleo de la uva en el pasil, que es nombre que recibe el lugar donde se extiende la fruta.

Este método es único en la provincia, por lo que cree que es la clave de la dilatada lista de premios internacionales que han obtenido sus marcas: ‘En el concurso internacional de prestigio Challenger International du Vin, celebrado en Burdeos, con los moscateles dorado, pasas y especial, fuimos galardonados con la medalla de plata en 1998, la de oro en 1999 y de nuevo la de plata en 2000’.

Premios que se suman a los reconocimientos obtenidos por su participación en ferias, muestras y certámenes de finales del XIX y principios del XX, como los de Chicago, París, Madrid y Cádiz.

Como se lee en sus folletos promocionales: ‘la firma mantiene la producción y crianza de sus vinos en el casco antiguo de la ciudad, en sus tres bodegas, en cada una de las cuales tiene su propio despacho. Su actividad se centra únicamente en la elaboración de jereces y tienen especial fama sus moscateles’.

Vinos y etiquetas de las bodegas César Florido.

La empresa realiza en el sector vitivinícola su actividad agroalimentaria, desempeñando las operaciones de elaboración, crianza, envejecimiento y expedición de vinos.

Sus instalaciones están constituidas por tres núcleos diferenciados ubicados en el centro histórico de Chipiona: las bodegas de la calle Padre Lerchundi, donde se elabora y moltura las uvas, y fermenta los zumos obtenidos, planta de embotellado, almacenado de vinos envejecidos y dependencias administrativas.

El casco de bodega de la calle Ladislao Carrascosa sirve de almacén de parte de los vinos sometidos a la crianza biológica y envejecimiento, y el despacho cercano al emblemático castillo.

La compañía presume de tener las bodegas más próxima al oceáno Atlántico del Marco de Jerez.

Como indica el mismo César Florido, los miembros más sobresalientes de la familia no se limitarían a ser empresarios con fortuna, sino que jugarían un papel importante en la política local durante los siglos XIX y XX.

Mujeres bodegueras

En Chipiona, a la segunda de las instalaciones mencionadas, se la conoció popularmente como bodega de las Viudas, en alusión a María Dolores Cotro Florido y Encarnación Ramírez, viudas de Francisco Florido Castro y su hermano, Eduardo, que fallecieron muy jóvenes, en la década de los años veinte del pasado siglo.

Francisco y María Dolores, que eran primos, tuvieron cinco hijos, pero la repentina muerte de su marido, en 1928, la obligó a hacerse cargo del negocio hasta la mayoría de edad de su hijo.

Durante los turbulentos años de la guerra civil, y primeros del franquismo, la familia se ‘exilió’ a su hacienda de la Peña del Águila, lugar conocido por ser apeadero del tren de la Costa, que se mantuvo en funcionamiento hasta bien entrado los años 80 del pasado siglo.

Carta comercial de Viuda de Eduardo Florido, años 30.

Como dato curioso, hay que indicar que en ese tiempo las etiquetas y el papel para las cartas comerciales de la firma llevaban impreso la imagen de un águila posada sobre una peña, con las alas extendidas, y en una de sus patas agarrando una botella de vino.

Francisco Florido Castro llegaría ser alcalde de Chipiona, al igual que lo sería su hijo, César Florido Cotro, este último por un periodo de 15 años. Siempre se negó a ser designado Jefe local del Movimiento como adscrito a la Falange, una excepción en la España del general Franco, a la hora de acceder al cargo.

El actual propietario, y gerente, es César Florido Romero, que ya prepara a su hijo, César Florido Garrucho, en responsabilidades promocionales y de relaciones públicas.

Una saga familiar de bodegueros, y alcaldes, que se inicia con Francisco Florido Lorenzo, nacido en Chipiona en 1822, y que continuaría Eduardo Florido Ruiz de Cepeda, tatarabuelo y bisabuelo respectivamente de César Florido Romero.

Su tío, Francisco Cotro Florido, fue el iniciador del Festival del Moscatel, en el año 1966; y una rama en Sanlúcar, también vinculados al sector, está representada en la empresa Hnos. Florido, fundada en 1872.

César Florido venenciando sus vinos.

Recientemente, César Florido ha recuperado la manzanilla Pleamar, una década después de su desaparición. La bodega de un tío del bodeguero, Gaspar Florido, elaboraba esta manzanilla. Posteriormente se vendió la bodega de Pedro Romero, pero cuándo esta última firma desapareció dejó de comercializarse.

Se ha elegido un tipo de botella borgoña de 75 cl., y para el diseño de la etiqueta, María Díez, ha creado una elegante etiqueta de alegres colores donde las olas del mar domina el diseño.

De Delcast a Slogan

En 1951 el empresario jerezano Juan del Castillo Fernández monta junto a su hermano una modesta imprenta situada en un bajo de la calle Cruz. Aquella arriesgada aventura ha celebrado este año su 70 aniversario.

Logotipo de Delcast en su 50 aniversario.

En sus inicios fue conocida con la denominación de Delcast, donde se dedicaron a realizar trabajos tradicionales de imprenta, y en la actualidad Slogan etiqueta. Actualmente ocupan unas naves del polígono industrial el Portal, equipadas con modernos equipos digitales y de impresión para atender los diversos encargos que le solicitan, atendiendo encargos locales, nacionales e internacionales.

Desde sus inicios han manteniendo un carácter familiar, y aunque el hermano se trasladaría a Rota unos años después, sus tres hijos, Juan, en la actualidad jubilado, Federico y Jesús se mantendrían juntos en la empresa, siendo los hijos de estos, la tercera generación, los incorporados en el negocio.

Empleados de la imprenta Delcast, años 50.

El personal de los primeros años no superaría la docena, tal como vemos en la foto. En la actualidad se ha duplicado en número de trabajadores empleados en los diferentes cometidos de esta industria gráfica.

Hagamos un poco de historia. Veintidós años después de su creación, Delcast, lleva a cabo su primer traslado, a un edificio sito en la calle Muro, esquina con plaza del Cubo.

Interior de la imprenta.

Unas instalaciones más amplias, distribuidas en dos plantas, oficinas y producción. Aquí fue donde comenzó a centrarse en su principal negocio, la producción de etiquetas encolables para vinos, brandies y bebidas alcohólicas, como la elaboración de los famosos sacos para las botellas del Dry Sack.

La empresa crece con los años, y en 1988 realizan un nuevo traslado a las afueras de la ciudad, en la Hijuela del Membrillar, donde se ubica todo el negocio en una sola planta de producción y preimpresión, más una segunda de oficinas.

Sus trabajos serán reconocidos con los primeros premios, en la categoría de etiquetas, de los galardones Graphies de 1998 y 1999, certamen convocado por la revista especializada La Semana Gráfica.

Fachada de la empresa Slogan.

En el año 2000 se toma la decisión de construir una nave en la zona del Portal para especializarse en etiquetas de alta calidad. La planta tiene 2.500 metros cuadrados. Este cambio trae a la compañía una filosofía basada en la inversión continua y tecnológica.

Entre sus clientes del sector bodeguero del Marco, y la zona, hay que mencionar a: César Florido, Grupo Esteve, Fundador, González Byass, Williams&Humbert, Sánchez Romate, etc.