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Bodegas

Soñar un nuevo marco de Jerez

Luis Esteban, colaborador de Diario de Jerez, y el Hotel Jerez han brindado la oportunidad de reunir a un heterogéneo grupo de responsables institucionales y profesionales de ámbitos tan dispares como el jurídico, la banca, empresas y comercio…, pero que comparten su pasión por el vino, para intercambiar impresiones y opiniones de forma distendida en una amena cata de vinos de pasto y jereces sin más ánimo que disfrutar de este singular recorrido por las tierras albarizas y la uva palomino del marco de Jerez en grata compañía.

Septiembre es mes de vendimia, de celebración de la nueva cosecha, la excusa perfecta para descorchar unas botellas y deleitarse en este placer mundano de saborear los vinos que escriben la historia y la cultura del territorio que vertebran.

Vinos de pasto y de Jerez, empezando por Socaire 2020, vino blanco de Primitivo Collantes de la viña Matalián de Chiclana, fermentado en bota y envejecido durante dos años sin velo de flor.

Primitivo Collantes forma parte de la generación de enólogos agrupados bajo la asociación Territorio Albariza que abanderan la nueva ola de blancos del marco de Jerez, también conocidos como vinos de pasto, aunque no todo el mundo coincida en la idoneidad del nombre. El nombre, precisamente, forma parte del debate abierto en el seno del Consejo Regulador para, una vez descartada la entrada de estos blancos tranquilos en la histórica Denominación de Origen jerezana, buscar la forma de amparar y proteger a unos vinos, que al fin y al cabo, rescatan elaboraciones y tradiciones del marco de Jerez.

Meridiano Perdido, el segundo de los vinos en liza, da pie a abordar el crimen de la invasión de los energías renovables en el viñedo jerezano, en concreto en el Cerro Pelado, cuna de este vino del enólogo Joaquín Gómez Besser, miembro destacado también de Territorio Albariza y cuya familia, paradójicamente, vio rechazado su proyecto enoturístico de construcción de una bodega con vistas de 360 grados de la campiña por su impacto en el paisaje, el mismo en el que, sin embargo, se autorizó la instalación de los cinco gigantescos aerogeneradores del parque eólico El Barroso, uno de ellos junto al viñedo del que nace este vino.

Meridiano Perdido, que hace alusión al Meridiano de Cádiz, la línea imaginaria que sirvió de referencia a la navegación marítima hasta finales del siglo XIX, tiene algo de tratamiento en lías y de crianza bajo velo de flor tras su fermentación en bota, que le aportan estructura y potencia.

De Chiclana y Jerez damos el salto a Sanlúcar, cuna de la palomino con la que se elabora el tercer vino de pasto de la cata, un blanco pleno de salinidad y sapidez de la viña Lacave de La Gitana, obra del tándem Ramiro Ibáñez y Willy Pérez, entre los principales paladines de Territorio Albariza. Doce meses de madera bajo velo de flor intervienen en la elaboración de esta delicia etiquetada por De la Riva, la histórica marca que en su día perteneció a Domecq.

Las bodegas jerezanas también elaboraban en tiempos vinos espumosos como el elaborado por el método ancestral -fermentado en botella- por Forlong, la bodega portuense que regentan Rocío Áspera y Alejandro Narváez en Balbaína Baja y que ayuda a limpiar el paladar en el camino de vuelta a Jerez para rendir culto a los jereces de crianza oxidativa.

Botellas de vinos de pasto y jereces de la cata. Botellas de vinos de pasto y jereces de la cata.

Botellas de vinos de pasto y jereces de la cata. / Manuel Aranda

Cambio de tercio

De los vinos blancos tranquilos de añada y crianza estática al sistema de criaderas y soleras y crianza dinámica de los vinos de Jerez. La cata, acompañada de un sustancioso picoteo por cortesía del Hotel Jerez, prosigue con Tío Pepe Dos Palmas, un fino amontillado con ocho años de vejez media de la colección que muestra la evolución con el paso del tiempo del fino más universal de González Byass. Alguno de los participantes introduce el tema de los maridajes y de las copas en las que deben servirse -las opiniones son muy dispares, aunque el catavino clásico pierde adeptos-.

Acto seguido, Harveys Palo Cortado, plagado de sutileza y complejidad, introduce el debate sobre esta tipología de jerez y el misterio que lo rodea del que se hizo eco el cineasta José Luis López Linares en un documental que, en resumidas cuentas, sirvió más a la promoción del jerez que a desvelar el secreto de un vino destinado inicialmente a ser fino, y en el que por tanto interviene la crianza biológica, antes de desviarse en su camino hacia el oloroso.

El último vino previsto en la cata, Oloroso Ceonce, de la sanluqueña Bodegas Barrero -antes Sánchez Ayala-, procede del histórico pago de Balbaína para su envejecimiento posterior por entre seis y ocho años. El frío no le sienta bien inicialmente, hasta que se atempera y se abre en toda su plenitud y la finura que le otorgan los mostos de primera yema -generalmente destinados a finos y manzanillas- con los que se elabora.

El fino de El Puerto, la manzanilla de Sanlúcar y el oloroso de Jerez. El vino quizás más representativo de Jerez cerró plaza por partida doble al compartir Luis Esteban un regalo de Jaime Pemán, presente en la cata, una botella de Oloroso Blanquita, una solera de apenas tres botas establecida por su padre en 1959 en la viña Cerro Nuevo, residencia en su día del escritor José María Pemán. Redondo y contundente.

Así concluyó este agradable recorrido entre viejos y nuevos vinos del marco de Jerez, tierras albarizas y uva palomino, un paseo por una región vinícola en plena ebullición; una invitación a soñar un nuevo marco de Jerez y a cómo pueden ser sus vinos en el futuro.

Luis Esteban lo define como “una cata de un grupo de aficionados que nos ha permitido probar y aprender con la aportación de todos, intercambiar impresiones y abordar las inquietud del sector con un poco también de nostalgia”.

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