Caleidoscopio de emociones plásticas

Diario de las Artes

David Romero: Sala del Castillo (Chipiona)

Una imagen de la exposición de David Romero.
Una imagen de la exposición de David Romero.

CONOCÍ a David Romero en unos años en los que la Facultad de Bellas Artes de Sevilla buscaba, por todos los medios, entrar en los verdaderos esquemas de la Modernidad; intentando dejar atrás los resabios de un academicismo exacerbado que llevaba demasiado tiempo inmerso en las aulas, primero en el que fue Estudio de Gonzalo Bilbao y, después, en las de la calle Laraña.

Atrás habían quedado las recalcitrantes visiones de un arte que, muchos, todavía, querían que argumentasen los postulados de una tradición a la que se consideraba legítima y de obligada pleitesía. En aquellos años noventa, ya, había muy buenos y preparados profesores afectos a los planteamientos sensatos de la contemporaneidad y que marcaban rutas que podían ser seguidas con la emoción del que se siente inmediato al arte del momento. No obstante, había mucho que conseguir y, sobre todo, desterrar los ultramontanos postulados impregnados durante tanto tiempo en las conciencias artísticas y estéticas de los que manejaban la realidad creativa sevillana. Había mucha necesidad de abrir horizontes y muchos de aquellos jóvenes estudiantes estaban por la labor.

Otra instantánea de la muestra.
Otra instantánea de la muestra.

En aquellos espacios y en aquellos años, conocí a muchos que, más tarde, ocuparían muy buenos segmentos del mejor arte avanzado que se hacía en España -los hermanos Mp & Mp Rosado, Paco Lara Barranco, Pilar Albarracín, Paco Pérez Valencia, más tarde Rubén Guerrero, Miki Leal, Matías Sánchez o Fernando Clemente, por poner sólo algunos de los muchísimos que en la Facultad hispalense pusieron las definitivas fórmulas de lo que, entonces, se quería como absoluta modernidad. Desde un principio, encontré en David Romero un pintor serio, alejado de las alharacas tan usuales que existían en el medio artístico. Era un pintor joven con las ideas claras, con mucha pasión creativa y ávido de la inquietante emoción del arte por el arte.

En estos días presenta su obra en la Sala del Castillo de Chipiona. Allí ofrece una colección de piezas en las que hace gala de esa pulcritud compositiva que siempre ha animado la obra de este artista sevillano que es, además, sobrino del gran Juan Romero. Pintura llena de sentido donde las marcas cromáticas expanden todo su poder y abren las posiciones de una figuración – también de algo más - donde lo floral juega un papel definitivo. Pero no se trata de una simple muestra de pintura de flores, realizada con la mínima intención de un claro mimetismo sobre el asunto representado. Ni mucho menos, sería muy fácil y propio de los que empiezan o poco tienen que decir.

Otra de sus obras expuestas.
Otra de sus obras expuestas.

La obra de David Romero va, infinitamente, más allá, suscribe una relación entre el color, la forma y una geometría que redunda en un sistema racional donde todo está perfectamente implicado. Sus obras sí tienen un sentido, una profunda dimensión plástica, un juego formal que no se queda en la ilustración simple de un motivo. Sus piezas realizadas desde una técnica mixta con la acuarela y el guache ofertando sus complejas posiciones plásticas, suscriben, a veces en dos dimensiones para alcanzar, en otras, una bella tridimensionalidad, abren las perspectivas del mero relato figurativo, para quedar el motivo principal envuelto en un geometrismo colorista que, incluso, se abre a los imposibles, bellos y cambiantes argumentos de un poderoso caleidoscopio de suprema potestad cromática. Formas que se comprimen, que se expanden que van de mínimos a máximos ofreciendo una realidad que, muchas veces, son puras y enigmáticas abstracciones llena de la más absoluta esencialidad.

Algunas de las obras que pueden contemplarse.
Algunas de las obras que pueden contemplarse.

La exposición del Castillo de Chipiona, con el autor literalmente metido de lleno en la realización de obras cara al público, nos conduce por el trabajo de un artista que siempre ha sabido qué decir y lo ha hecho con un lenguaje sin cortapisas, lleno de entidad artística y asumiendo los postulados de una obra que no deja indiferente.

Esta comparecencia individual de David Romero, séptima en su historial, sigue ofreciéndonos la visión de un artista sereno y sensato, con los argumentos de un creador que busca, que no se detiene en los parámetros de lo fácil y que sabe, en todo momento, dónde situar la realidad de una obra poderosa, vibrante y llena de formulaciones plásticas y estéticas.

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