La cara oculta de la plaza de abastos

¿Se imaginan un bar sin servicios? ¿Son capaces de entender que en un hipermercado no tuvieran más remedio que coger el coche para cumplir con la llamada de la naturaleza? Resulta impensable, pero como se dice en muchas ocasiones, la realidad supera a la ficción.

Los comerciantes de la plaza de abastos carecen de servicios públicos. Junto a ellos, otros grandes perjudicados son los clientes, muchos de ellos personas que acuden a diario a hacer sus compras como es el caso de Cristóbal Garrido. "Aquí tenemos lo siguiente, vamos a ver cómo empezamos -manifiesta con ganas de enumerar el desastre que se encuentra a diario de la plaza-, para empezar, antes había dos cabinas de retretes (portátiles del tipo químico) que se los han llevado. En la pescadería, había otros dos, pero están atascados, y arriba, en el primer piso, hay otros dos que están en obras y no se pueden utilizar. Para colmo, hay que ver a quién se le ha ocurrido colocar un servicio ahí arriba, que da hasta pena ver a las señoras subiendo a duras penas la escalera con sus carritos con tal de hacer pipí...".

Ojalá fuera ésta la única queja de la plaza. Ni mucho menos. La suciedad de la plaza es evidente. Los cristales, que se antojan transparentes, soportan tal cantidad de polvo que parecen opacos. Pese a ello, hay funcionarios municipales que en cuanto perciben que hay periodistas dándole al ojo se apresuran a dar las pertinentes explicaciones, asegurando que "la limpieza no es cosa del equipo de trabajadores municipales de la plaza".

Las quejas de los comerciantes van mucho más allá de la satisfacción -o no, como es el caso- de sus necesidades fisiológicas. El viejo montacargas sigue chirriando sus oxidados muelles cada vez que baja repleto de mercancías rumbo a las cámaras. "Hay uno instalado, pero como no ha sido recepcionado por falta de dinero para abonar los pagos, sigue sin funcionar", aseguran a este medio fuentes de la asociación de comerciantes de la plaza. El otro montacargas duerme desmontado frente al puesto número quince, en la esquina que conforman dos de las tres galerías donde 60 puestos ofrecen al jerezano servicios de recova, verdulería, frutas y carnicería. Bajo él, tal y como ilustra la foto que preside este reportaje, se comprueba que la basura se acumula de una forma escandalosa. La situación ha llegado a tal punto que los pintores repasan las paredes hasta el lugar donde el enorme aparato desmontado se lo permite. El resto se queda sin pintar.

El estado de limpieza es una de las grandes quejas. Según los funcionarios de la plaza allí se limpia a diario, pero los comerciantes de la plaza -que prefieren que sus nombres no salgan publicados- dicen que apenas se pasa la escoba "y por encima, es como en la sala del pescado donde lo hacen todo a base de chorro de agua y cepillo y ya están dejando costras sospechosas. Son contratos de hace treinta años y, se quiera o no, esas cosas se notan".

Los comerciantes de los puestos entienden que este parón no deja de ser "una forma de presión de la constructora para que el Ayuntamiento le pague de una vez". Esos montacargas inutilizados deberían ayudar a transportar la mercancía hasta unas cámaras frigoríficas que tan sólo funcionan en parte. Hay dos que siguen sin funcionar, si bien los funcionarios que atienden la plaza juran que son innumerables las protestas de los comerciantes a la hora de pagar las tasas por ocupación de dichas cámaras. "Parece mentira -dijo uno de ellos a este medio- que por un euro protesten tanto en algunas ocasiones".

La pasada semana, la asociación de comerciantes de la plaza remitió sus quejas a la delegada de Medio Ambiente y Consumo, África Becerra, "que por el momento no nos ha contestado nada de nada". Mientras tanto, la plaza de abastos luce tanto en la sala del pescado como desluce en su perímetro de frutas y verduras.