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cierre obligatorio en Jerez

La derrota de la hostelería

  • Los bares y restaurantes de la ciudad se resignan a un futuro incierto tras un nuevo cierre que, ahora más que nunca, les pone contra las cuerdas

Camareros recogen la terraza la tarde de este martes en la Plaza del Arenal.

Camareros recogen la terraza la tarde de este martes en la Plaza del Arenal. / Pascual

Una tarde triste en una ciudad desierta a media tarde. Propia de un domingo en el que no hay nada mejor que quedarse en casa. En Jerez hay miedo y se palpa en las calles. Pocos viandantes. Algún vecino paseando al perro. Un pequeño grupo agenciándose un café exprés que puede ser el último en dos semanas. También los irreductibles, los que intentan apurar al máximo ese momento en el que aún pueden tomarse una copa antes de que, de nuevo, la ciudad quede sin comercios ni bares abiertos. Medidas antiguas, como cerrar de forma obligada a las seis, ahora se echan de menos.

El estado que presentaba la ciudad este martes era el de un enclave atemorizado. Enclaves tan populares para la hostelería como la plaza del Banco se mostraban desiertas. En la calle Arcos ni siquiera el popular freidor que gestiona Antonio Boina abría sus puertas en la sobremesa. Esperó para apurar la jornada por la tarde para que los clientes que así lo desearan se llevaran el tradicional pescaíto frito a sus hogares despachando en el mostrador. “Teníamos la esperanza de que nos dejaran. Pero no ha sido así. Los jerezanos pueden moverse libremente hasta el toque de queda pero no pueden desde este miércoles venir y llevarse una bolsa con nuestros productos. No lo entendemos. No nos queda más remedio que resignarnos. Hasta ahora, con lo que se despachaba podías ir tirando, con las nuevas condiciones es imposible”.

En la misma calle, en la crepería que se ubica frente a la Capilla de los Desamparados, aún se consolaban con que los restaurantes aún pueden hacer algo de caja con el servicio a domicilio. Es el consuelo que les ha quedado en unos tiempos que no se recuerdan tan duros ni siquiera en la tremenda crisis de principios de siglo. En Cristina, el Bar Cristina, junto a la San Juan de Letrán y la imagen de Jesús Nazareno, ofrecía idéntico panorama: clausura forzosa.

Había que esforzarse para encontrar actividad en un centro de Jerez muerto. Un paseo por el centro de Jerez dejaba a las claras que la resignación ya ha campado a sus anchas. Tan sólo en la calle Corredera se podían encontrar tres establecimientos abiertos, apurando la sobremesa tras los almuerzos. ‘Entre vinos y arte’, el Bar Corredera y el ‘Tabanco Corredera’ aún servían al borde de las cinco de la tarde, conscientes sus dueños de que llegaban dos semanas de pérdidas. Al igual sucedía en la plaza Plateros, donde apenas se mantenían abiertos la cafetería-pastelería ‘La Guinda’ y el popular ‘Tabanco Plateros’, con los que no se resignaban a apurar el cierre.

Si hay un enclave que es el reflejo de cuanto acontece en Jerez es, sin duda, la Plaza del Arenal. Allí, apenas dos bares abiertos. En ‘La Concha II’, Pepe Martín y Jorge lidiaban con semblantes cariacontecidos con la que se les venía en forma de cierre forzoso. No se cansaban de repetir que “nosotros no cerramos, nos cierran”.

La situación no es mala. “Es peor”. Pepe Martín confiesa que prácticamente debe esperar a alcanzar algún acuerdo con el ‘casero’, que le respete en estos tiempos infames. Reconoce abiertamente que “del primer cierre aún tengo deudas”, lo que provoca que la economía y la viabilidad del negocio se resientan como si un torpedo hubiera alcanzado la línea de flotación económica del bar.

Jorge, su camarero, dice sentirse en tal situación que “lo primero que haré mañana será pedir cita en Cruz Roja para poder garantizarme la comida”. Este es el panorama. El sector, dice Martín, echa en falta ayudas gubernamentales a unos negocios que como ninguno han pagado las consecuencias del coronavirus Covid-19.

Los hosteleros de la Plaza del Arenal hacen hincapié en un detalle especialmente importante; “Que sepamos no ha habido un solo caso de contagio en este lugar. Desde que estalló la pandemia no queremos clientes en el interior. Es más -añade Jorge, camarero de La Concha II- los echamos. Aquí se ha servido y se sirve en el exterior, en la terraza, con sus mesas separadas, y ni un solo caso se ha detectado”.

El único consuelo que les queda a los hosteleros (por buscar algo) es que enero es uno de los peores meses de negocio del año. “Pero es que antes teníamos la esperanza de empezar a remontar en febrero con el Festival de Jerez, la Semana Santa... Pero es que ahora nos hemos quedado sin nada”, destaca Paco Díaz, que hace días cerró sus dos negocios en la plaza del Arenal.

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