Los colores del otoño
En torno a Jerez
Un paseo por los castañares de Parauta
UN buen día, como todos los años, descubrimos que a la ciudad está a punto de llegar el otoño por que en los rincones de siempre empiezan a instalarse los puestos de castañas. Los delata el humo con el que impregnan el ambiente que forma en las noches frías una espesa neblina. Y el olor, ese inconfundible olor que tiene algo de recuerdos de infancia.
En el campo el otoño acude también a su cita ofreciendo el hermoso espectáculo que tiene lugar en las laderas de los valles de nuestras serranías. Es allí donde en los meses de octubre y noviembre los castaños dejan caer sus "erizos" y cambian de color sus hojas mostrando cuantos tonos puedan imaginarse entre el verde, el anaranjado y el amarillo.
Para disfrutar de esta explosión de colores, ahora que estamos ya en el corazón del otoño, les proponemos una visita por los alrededores de Parauta uno de los pueblos del alto Genal, cercano a Ronda, uno de los más visitados de la "Ruta de los Castaños".
Esta conocida ruta puede recorrerse de muy variadas maneras y los itinerarios que es posible trenzar entre los distintos pueblos que la integran, tienen un denominador común: los indescriptibles paisajes de la cabecera del valle del Genal donde los castaños y sus cambiantes colores son los auténticos protagonistas. Alpandeire, Faraján, Júzcar, Cartajima, Parauta, Igualeja, Pujerra… son algunos de las localidades a las que podemos acceder, bien desde la carretera que enlaza Ronda y Algeciras, bien desde la que une Ronda con San Pedro de Alcántara.
Esta última es la que hemos elegido para adentrarnos en la Serranía y, tras recorrer aproximadamente 12 km., nos desviaremos a la derecha en dirección a Parauta. Al poco, la carretera presenta una bifurcación: la de la derecha (MA-525) nos conduce a Cartajima, Juzcar y Alpandeire y la de la izquierda (MA-519), que es la que seguimos, nos lleva en un suave descenso hasta Parauta, donde termina.
El paisaje en estos primeros tramos está dominado por la imponente presencia de las cumbres calizas de la Serranía. A nuestra derecha quedan las faldas peladas de la Sierra del Oreganal presididas por la rotunda silueta del Almola, mogote rocoso de 1406 m. que se prolonga hacia el suroeste por una singular formación rocosa, Los Riscos, a cuyos pies se adivinan los pueblos de Cartajima y Júzcar -algo más escondido-, rodeados de castañares.
La carretera nos conduce hasta Parauta, que divisamos al poco con su blanco caserío en la ladera del valle. Paseando por las calles del pueblo nos llama la atención, junto al pintoresco cementerio, un caserón en cuya pared se lee "Castañas Genal", que nos delata ya una de las principales fuentes de riqueza del lugar. Bajando a la plaza pasaremos por la Fuente de la Alquería y tenderemos la oportunidad de asomarnos a varios miradores para disfrutar de las vistas del pueblo y del paisaje circundante. Un paseo por sus calles nos descubre rincones en los que nos cautivarán los pequeños detalles de la arquitectura popular. Aquí, una pequeña ventana, allí una curiosa chimenea, más allá una vieja puerta o un arco de ladrillo que da paso a una estrecha calle. En la pared de otra casa un azulejo relata la historia de Omar ben Hafsum, célebre caudillo muladí que encabezó una prolongada rebelión contra el poderío Omeya y que nació en una alquería cercana a Parauta. En una recoleta plaza, el restaurante El Anafe es un lugar ideal para disfrutar de los ricos platos de la tierra antes de dirigir nuestros pasos hacia la calle del Altillo, donde la estructura de un gran edificio cuya construcción quedó paralizada, nos da la pista del sendero que conduce al castañar. Se trata de un antiguo camino, con firme de cemento en su tramo inicial, que une Parauta con la cercana villa de Igualeja, uno de los más hermosos itinerarios que pueden realizarse en estas sierras para disfrutar de los colores del otoño entre castaños.
Estos pequeños enclaves de la serranía de Ronda vivieron durante siglos del monte y sus escasos recursos. Así lo refleja, por ejemplo, un curioso manuscrito de la Biblioteca Nacional, "Descripción de caminos y pueblos de Andalucía", de autor desconocido, escrito en torno a 1744. Al describir el "Lugar de Parauta" señala escuetamente: "Dista este pueblo de la ciudad de Ronda legua y media, cuyo camino es de sierras; del lugar de Igualexa, un cuarto de legua, y en su tránsito hay una cuesta arriba y otra cuesta abajo; al lugar de Cartaxima, un cuarto de legua. No son abundantes sus cosechas; los ganados que en él se crían son pocos y se componen de vacuno, cabrío y algunas yeguas; no tiene minas ni ríos; las sierras de su término son bajas; no hay ganado lanar ni oficio de manufactura; no tiene convento ni ermita." En el cercano pueblo de Igualeja, del que informa que tiene ciento cincuenta vecinos, esa viaja "guía" menciona sus viñas y ya hace referencia a sus castaños así como a la fuente en la que nace el río Genal. Un dato curioso se aporta con respecto al río: "el río Genal pasa por medio de este lugar, de cuyas aguas están privados los vecinos trece años ha por ir en derechura a la Real Fábrica de Hojalata que dista de este lugar una legua".
Se refiere este antiguo manuscrito nada menos que a la primera fábrica de hojalata de España, que se instaló en el cercano pueblo de Júzcar, en la otra ladera del valle, junto a Cartajima, y que a punto estuvo de acabar con los castañares del alto Genal. Aunque su construcción se inició en 1727, no empezó a producir hojalata hasta 1731, habiendo sido levantada en este lugar por reunir unas condiciones excepcionales. A la presencia de minas de hierro en las proximidades había que sumar las copiosas aguas del Genal, procedentes de los nacimientos de Igualeja, que se desviaron para mover los ingenios hidráulicos de la fábrica, privando de ellas a los campesinos de "aguas arriba" del valle. A todo ello había que añadir la abundancia de madera, imprescindible para la fabricación del carbón vegetal que precisaba en grandes cantidades los hornos de fundición. Pinsapos, encinas, quejigos... y castaños, sucumbieron al hacha y al carboneo para abastecer de carbón vegetal a la Real Fábrica de Hojalata de Júzcar durante las muchas décadas que permaneció abierta, siendo un auténtico "azote" medioambiental para el valle, cuyos castaños a punto estuvieron de desaparecer.
Pero volvamos al sendero, celebrando que aquella vieja fábrica de hojalata cerrara sus hornos para siempre a finales del XVIII, antes de acabar definitivamente con los castañares, como lo hizo con no pocos bosquetes de robles y pinsapos, de encinas y quejigos en los montes cercanos.
Caminos parecidos a los que vamos a recorrer, que serpean por las laderas de El Cerrito, pobladas de castaños, eran las únicas vías de comunicación entre los pueblos del valle del Genal a los que no llegaron las carreteras hasta bien entrado el siglo XX. Sobre esta circunstancia, Domingo de Orueta escribía en 1917, en su Estudio Geológico y Petrográfico de la Serranía de Ronda, lo siguiente ". La escasez de vías de comunicación entre este valle y el resto de la provincia es tal, que podemos afirmar el siguiente e inaudito hecho: de los quince pueblos que hay en el valle del Genal, nueve de ellos no han visto nunca una rueda; esto es, jamás ha llegado a ellos, porque no puede llegar, no ya un coche, sino ni un carro, ni aun los más toscos y sencillos. No existen carreteras ni caminos, sino veredas tortuosas y estrechísimas de pendientes extraordinarias, nunca reparadas, que suben y bajan por aquellos montes, del todo indiferentes a la curva de nivel. Para ir de Ronda o de la costa a cualquiera de estos pueblos, es preciso cabalgar horas y horas sobre un mulo o un caballejo del país, y precisamente del país: que sólo las caballerías criadas en él son capaces de cortar los malísimos y peligrosos pasos de tales veredas..." (pg. 111-112)
El lector curioso podrá comprobar cómo el primer mapa topográfico de la zona (la hoja 1065-Marbella del Instituto Geográfico y Estadístico, edición de 1917) presenta todavía en construcción la carretera de Ronda a San Pedro de Alcántara y pone de manifiesto la inexistencia de otras carreteras secundarias entre los pueblos del valle del Genal, más allá de los caminos de herradura y vías pecuarias, muy parecidas a los que ahora recorremos.
Dejamos ya la historia para adentrarnos por los caminos que unen Parauta e Igualeja y perdernos literalmente bajo las copas de los castaños que a ambos lados del sendero cubren nuestros pasos. Si tenemos la suerte de elegir bien las fechas, -desde finales de octubre a finales de noviembre- disfrutaremos de un inigualable espectáculo.
En las laderas se amontonan abiertos los "erizos", que es como se conoce a la capa coriácea cubierta de espinas que protege a las castañas. Un manto de hojas secas -ocres, anaranjadas, amarillas- cubre el suelo por todas partes y entre las copas de los castaños se filtra la luz del sol encendiendo aún más los colores de las hojas. En el fondo del valle se adivinan pequeños huertos y como telón de fondo, frente a nosotros, nos acompañan en nuestro recorrido los paredones calizos del Almola, del cerro del Malhacer, de los Pilares del Jarastepar o de Los Riscos, por cuyas laderas se adivina la carretera que conduce a Cartajima, cuyo blanco caserío se nos antoja colgado entre los frondosos castañares que lo rodean.
Tanto si llegamos hasta Igualeja, como si paseamos por estos senderos que se trazan en torno a Parauta, disfrutando del otoño sin igual de sus castaños, regresaremos después - como nos pasa a nosotros cada vez que venimos- con una sola idea: volver de nuevo el próximo noviembre. Para quienes no quieran esperar tanto, la primavera ofrece también una singular visión de estos parajes cuando los castaños exhiben sus flores masculinas que visten las copas verdosas con una singular coloración amarillenta.
Que ustedes lo disfruten.
Consultar referencias bibliográficas y reportaje fotográfico en www.entornoajerez.com
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