Jerez

Más cornadas da la crisis

  • Jesuli de Torrecera, camarero por las mañanas, torero por las tardes · La bajada de festejos, la caída de la afición y el 'desplazamiento' de los jóvenes toreros por los grandes dibujan un planeta tocado de muerte

La crisis es como un enorme y monstruoso toro, enfurecido e inagotable, que pega pitonazos en cada esquina de los sectores de la sociedad. No distingue ni repara. Ni tiene consideración con nada ni con nadie. Y el mundo del toro no es ajeno: La crisis se ha instalado en este 'planeta', que ahora presenta un panorama de lo más triste y un semblante ceniciento.

Las causas son, fundamentalmente, económicas, pero también hay otras de menor calado: La crisis ha reducido el número de abonos y aficionados; y, con menos festejos, ha caído el número de plazas de tercera categoría; los empresarios no se la juegan tanto y se limitan a las grandes fiestas y grandes 'figuras', mientras que los ganaderos bajan los precios para dar salida contada a sus reses. Y, por si fuera poco, las corrientes antitaurinas -aunque puedan haber unido al sector- ya se ha extendido por países de Sudamérica. Bueno, ¿y dónde quedan esos valientes y esforzados toreros jóvenes que aspiran a figuras?

Jesús Fernández Fernández es Jesuli de Torrecera. Nació en 1980 en Jerez, pero siempre ha vivido en Torrecera, donde despertó su pasión por el toreo. Tras una intensísima y larga transición como novillero, desde 2004 es matador de toros. La que prometía ser una carrera de leyenda, ahora se ha roto a trozos. Jesuli está en paro, como muchos toreros de su altura. Todas las mañanas, acude al 'Bar Capricho' de la calle Córdoba a ayudar a su padre Antonio en la cafetería; por ahí se gana un dinerillo. Y las tardes, y esto es sagrado, las dedica al gimnasio, la tienta y el entrenamiento con sus trastos y capote. Camarero de día, torero de tarde. Quiere volver a pisar el albero. Al precio que sea.

-¿Cómo empezó todo?

- Mi padre regentaba el 'bar Torrecera' en la pedanía. Por allí acudía el mayoral de una finca, Rafaeli Lozano, que fue como mi segundo padre y que me daba clases de toreo a escondidas de mi padre. Mi padre es un gran aficionado, pero nunca quiso ver a uno de sus hijos en el toreo. Nos podía comprar una moto, un equipo de futbolista, pero de toros, ni palabra.

-¿Cómo era aquello?

- Muy divertido. Yo cogía un trapo, jugaba con él como con una muleta, caía las sillas del bar... Un desastre. A mí, la EGB no se me daba muy bien que digamos.

-Y aparece en la Escuela Municipal de Tauromaquia.

-Eso fue siendo muy pequeño. Apenas contaba con 7 años. Estuve durante mucho tiempo hasta mi primer debú de luces, en el poblado de Doña Blanca, con reses de Salvador Domecq. Cogí una oreja. Más tarde debuté con picadores en Alcalá de Guadaira en junio del 98 y, en años siguientes, comenzaron a salirme los festejos y novilladas. En 2002 fui primero en el escalafón nacional al participar en 55 novilladas, donde me dieron 82 orejas.

-Y llegaron las grandes tardes.

- Debuté en La Maestranza, y lidié novillos por toda España: San Sebastián, Madrid, Los Barrios, El Puerto, Marbella... varias temporadas que me prepararon para acabar con mi temporada novilleril y pasar a convertirme en matador de toros.

- Sevilla, 28 de abril de 2004. ¿Cómo recuerda esa tarde?

- Es una de las corridas que jamás olvidaré. Me acordé de mi padre y toda mi familia. Fue el día de mi alternativa, en La Maestranza, y fueron toreros de la talla de Enrique Ponce y el Juli quienes actuaron de padrino y testigo y nos tocaron toros de Zalduendo. Para mí, fue todo muy emocionante.

- Y siguió la buena racha.

- Las temporadas se sucedieron, acudía a nuevas plazas, estuve en Sudamérica... Sólo en 2004 salí diecisiete veces por la puerta grande. Y a medida que pasaban los años, veía que cada vez me llamaban menos.

- Y vio que se olvidaban de 'El niño del traje verde'.

-Ese fue un apodo que me pusieron porque siempre fue el traje verde mi color favorito a la hora de torear. Y el futbolista Joaquín, con quien guardo una buenísima relación, fue quien me regaló un traje verde, que me ha ayudado a triunfar. Yo siempre he sido muy maniático. Pero sí, es verdad, parece que se me hubiera tragado la tierra. El pasado año, las corridas fueron muy pocas. Te cambia la vida, tus amigos...

- ¿Y este año?

- Peor. Tan sólo me han llamado para dos festejos en un pueblo de Madrid. No toreo en mi tierra desde hace tiempo, pero quizás, lo que me ha dolido más es que no me volvieran a llamar para torear en El Puerto, donde cuajé muchísimas buenas faenas.

-¿Conoce a muchos toreros en paro?

-Sí. En la provincia y de mi edad, son muchos.

-¿Cómo es ahora su día a día?

- Me levanto a las cinco y media de la mañana. Desde las seis y hasta las tres de la tarde, vengo a ayudar a mi padre en el bar. Como y vuelta al entrenamiento. Tengo un preparador físico, entreno en el gimnasio, a veces voy al tentadero, toreamos vacas, hacemos tientas...

- Y de ánimo, ¿cómo andamos?

-Yo confío en mí, pienso seguir luchando. No quiero nada, solamente torear. Siempre he dicho que mi propósito ha sido quitar a mi familia de trabajar. Esa fue una promesa que me hice hace tiempo. Y la cumplo. Cuando comenzaba y logré reunir algún dinero, también le regalé a mi hermano Jonathan una moto, como le había prometido.

En el 'Bar Capricho' ya ha pasado el mediodía y el trajín del desayuno. Hay tranquilidad y contados clientes. Tras la barra permanece Antonio, siempre vigilante a la entrada de la clientela. Jesuli descansa. Mientras habla, manipula sin descanso el móvil .

- ¿Y eso?

- Va siempre conmigo, esperando alguna llamada para torear.

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