La costa, más cerca en el tren

La imagen de la sandía y el búcaro de hace años ha sido sustituida por las neveras y los móviles de última generación. Ir a la playa ya no es lo que era, pero la diversión con los amigos y familiares sigue vigente

Adolescentes con neveras y mochilas yendo hacia la estación de tren.
Adolescentes con neveras y mochilas yendo hacia la estación de tren.
Cristina Domínguez / Jerez

18 de agosto 2008 - 01:00

"Quillo, ¿pa' El Puerto o pa' Cádiz?". "No tío, mejor pa Valdelagrana". Y así, sombrilla, nevera y demás enseres imprescindibles para pasar un buen día playero, jóvenes y adolescentes aprovechan los días de la temporada estival.

Diariamente, la estación de trenes de Jerez recibe gran afluencia de niñas en minifalda y niños con bañadores hasta los tobillos, que con mochilas de grandes dimensiones y móviles en mano, esperan impaciente al colega de turno. "Quillo, ¿estás seguro que éste va a venir? Yo creo que se ha quedado dormido, como siempre".

Alguno que otro aprovecha la sentada en los escalones de la estación para deleitarse con el primer bocado del día. "Tío, ¿qué haces comiendo tan temprano?". "Que me he quedado frito y no me ha dado tiempo de desayunar". Ese manjar delicioso que no se pasa de moda por mucho tiempo que pase, parece ser el bocado deseado para todos aquellos que llegan a la playa, hartos de los transportes públicos, pero con un hambre canina.

Otros en cambio, empiezan a dar los primeros toques de balón en la explanada de la estación, intentando impresionar a las chicas que pasan por su lado, pero no parecen asombrar a éstas a pesar de los regates y las chilenas. Ellas andan más ocupadas en otros asuntos, como captar la atención de un chiquillo guapo o ponerse morenas. Esto se percibe en el hecho de que las jóvenes van a la playa con bolsos gigantescos, repletos de cremas y potingues, pero ausente de sombrilla. "Tía, este año me lo he propuesto y me quiero poner negra".

"Pero, ¿dónde estás? Te esperamos si quieres". Los móviles son otro de los instrumentos indispensables para contactar con los amigos, el novio, la novia o la abuela, que también se ha subido al carro de la última generación. En la estación se escuchan infinidad de melodías, canciones de verano antiguas y recientes que animan a bailar a cualquiera que las escucha. A los móviles se unen los mp3 y mp4 que harán el deleite de los más jóvenes a la hora de la siesta.

A las once y media de la mañana, diez minutos antes de que salga el tren, adolescentes que esperan a sus amigos empiezan a inquietarse, pensando que tendrán que esperar una hora más antes de llegar a la deseada costa. Dos minutos antes de la salida, llegan los más dormilones y rezagados, una carrera y un salto son suficientes para introducirse en el tren con ánimo.

Las primeras risas empiezan a escucharse ya en el tren. Las imitaciones de profesores y jefes y los chistes del curso pasado vuelven a repetirse en lo que es el comienzo de un nuevo día de playa. "Quillo, trae para acá, que tengo más hambre". Los paquetes de patatas y las coca-colas son las primeras víctimas en lo que se espera va a ser un día largo e intenso para disfrutar con los colegas.

Los niños, que no dejan ni por un momento el balón de fútbol, hacen malabares entre la pelota y las latas de refresco. Las niñas cotillean sin parar sobre quién ligó a quién la noche anterior y el nuevo, pero horroroso, novio de la que presume ser la más guapa e inteligente del grupo. "Tío, cuando lleguemos partiito, ¿no?" comentan los chavales. A lo que es inevitable que ellas contesten "si es que no tenéis otra cosa en la cabeza".

El día playero se presenta incierto. Lo que es indudable es que más de uno volverá con una insolación o la espalda como un salmonete. Otro, tendrá dolor de cabeza y un tercero estará harto de las llamadas de su madre preguntando a qué hora va a volver.

Lo que es indudable es que todos querrán volver a repetir el día de playa, porque a pesar de las esperas en la estación de tren y alguna que otra confusión con el autobús que lleva a la playa, todos han disfrutado al máximo, jugando a la pelota, a las cartas, tomando el sol y bañándose en el mar.

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