Jerez

Un cuarto de siglo de la Feria que se hizo más larga

  • Con motivo de la Expo del 92, el Ayuntamiento propuso la instalación de casetas en el Hontoria durante el verano para atraer parte de su turismo

  • Salvo alguna excepción, fue un fracaso a nivel comercial y de imagen

Aquella España del 92 olía a nueva, una esencia de contradicciones, de tonadilleras y del Tratado de Maastricht que revolucionaría la forma de vivir. Fue el año de Curro y de Cobi, las mascotas de la Expo de Sevilla y de los Juegos Olímpicos de Barcelona. En el verano de hace 25 años el país ya asumía que llegaba una crisis económica con un trasfondo claro: el del gran dispendio de la modernización. Era la contrapartida de conectar la estación de Santa Justa de Sevilla y la de Atocha de Madrid en menos de tres horas. Bien sabe el jerezano que Jerez no se quedó atrás y se subió al tren de las transformaciones. Y no se hizo todo lo que se esperaba. El propio alcalde, Pedro Pacheco, propuso tras una visita al Tierras de Jerez, el famoso pabellón en La Cartuja, que Jerez albergara su propia Expo de los vinos.

Una de esas grandes transformaciones se produjo a nivel hostelero. De hecho, en los últimos días en los que Sevilla fue más internacional, cuando se acercaba la clausura, los hoteles de Jerez estaban llenos, hasta la bandera. No quedaba una cama. Y no sólo eso. El último domingo de la Expo, el transporte público quedó limitado a aquellos que habían tenido a bien comprar un billete con tiempo. Las taquillas de las estaciones de trenes y autobús habían vendido todo el papel. Desde La Parra volaron todos esos aviones que ya no cabían en el aeropuerto de Sevilla, y lo hacían llenos de turistas.

Y sin embargo, el mayor atractivo que se diseñó dentro de la propia ciudad para tan marcada fecha, fue un fracaso absoluto. Alcaldía propuso a un grupo de caseteros selectos, a los más señeros, que alargaran su estancia tras la Feria del Caballo del 92 durante el verano y el comienzo del otoño. En concreto, hasta el Día de la Hispanidad. Se quedó una docena de casetas. 'En pocas nos hemos visto para promocionarnos', pensaron en el Ayuntamiento. Gracias a las mejoras de las comunicaciones por tierra y aire, y gracias a que Jerez sería ciudad dormitorio para Sevilla de manera moderada, existían posibilidades de que las cosas salieran bien.

En principio, el Ayuntamiento se fue reuniendo con los hosteleros más importantes de la ciudad. Se les iba proponiendo involucrarse en el Tierras de Jerez. "Si te llevas las alcachofas a la Expo, te vas a hartar de ganar millones", recuerda Faustino Rodríguez (Bar Juanito) que le comentaron. "Y era verdad, pero yo no lo vi claro. Por aquel entonces no teníamos los asesores que tenemos ahora, implicaba muchas cosas, muchos controles para entrar allí con la comida muy temprano... Y yo al final no lo veía". Una cosa era decirle 'no' al Tierras de Jerez, pero otra era volver a decir que no a algo más sencillo.

La idea del evento la explicaba el propio Pedro Pacheco el día de la inauguración, un 19 de junio (semanas después de la Feria del Caballo, para que diera tiempo a desmontar las casetas que no se mantendrían). "En la medida en que se cumplan las previsiones de visitantes a la Expo, habrá mucha más gente en esta Feria", decía. "De hecho, ha venido mucha gente procedente de Sevilla y desde Tierras de Jerez intentaremos mandar gente aquí". Dos meses después, la apatía reinaba en el Hontoria. "Estamos deseando que llegue octubre para acabar", decía uno de los caseteros de forma anónima a este periódico por entonces. No hizo falta. Si bien no se quiso dar la imagen del fracaso y las casetas no se desmontaron, algunas fueron quedando vacías.

25 años después apenas nadie guarda fotos ni ganas de charlar sobre el tema. Con excepciones. "El último que se quedó hasta el 12 de octubre fui yo, que cerré como cada noche a las 12 con la Salve Rociera", rememora el hostelero Manuel Lugo (Bar Camino del Rocío). Mantiene lo que recoge la hemeroteca de aquel 92, "que esto es como una corrida de toros. Unos dicen que les encanta y otros que no van más. El resto te dirá que la Feria de la Expo fue un fracaso, pero no para mí. A mí me salió bien".

Difiere en eso de que solamente iban jerezanos al evento. "Venía gente de veraneo, yo llenaba. Allí estábamos muchos de los grandes hosteleros de la ciudad. Hicimos amistad porque cada noche nos íbamos a la caseta de uno o de otro. Y aquel año todos nos esmeramos cuando montamos la caseta en mayo porque tenía que durar luego seis meses. Hice una gran inversión y tuve mi clientela. Di bodas, comuniones, despedidas de soltero. Sí es verdad que las ventas que hacía allí no las hacía en mi bar, porque aquí tengo 8 mesas y allí 40. Los clientes se fueron al Hontoria". En cualquier caso, Faustino Rodríguez recuerda con cariño aquel año. "Pasé muy buenos ratos aunque no le ganara nada. Fue mi mejor pérdida", dice sonriente.

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