El cuatrero regresa

Una banda de ladrones de ganado ha dado tres audaces golpes en explotaciones de la provincia y 30 reses desaparecen como por ensalmo del férreo sistema de control

Vacas frisonas en una explotación vecina a la que se produjo el robo de Rota. Este era el tamaño del ganado que está desapareciendo en la zona.
Vacas frisonas en una explotación vecina a la que se produjo el robo de Rota. Este era el tamaño del ganado que está desapareciendo en la zona.
Pedro Ingelmo

15 de mayo 2009 - 01:00

En el camión calcinado que se encuentra en la cuneta de una carretera de Carmona hay asados para varias bodas griegas. Si lo que gusta es la carne muy hecha, claro. Dentro del camión hay media docena de figuras bovinas de carbón. Ocurrió a primeros de enero y fue la primera alerta. El camión había sido robado en Rota, pero no se sabe de dónde venían las reses. Quizá de varios sitios.

Sólo dos semanas después aparece otro camión en Carmona. Esta vez está intacto y no lleva nada en su interior. El trailer también es de Rota y pertenece a la empresa de los hermanos Gutiérrez, dedicados al transporte y que contaban con una pequeña explotación ganadera. Catorce becerros. Cuando Pedro Gutiérrez llegó a la mañana siguiente al campo donde duermen los camiones con las vacas, sólo quedaban tres. Tardó Pedro en que se le cerrara la boca del asombro. Habían robado once becerros de más de doscientos kilos cada uno en una noche y se habían llevado un camión para transportarlos. Nos enseñan la nave por donde entraron los ladrones. Un golpe profesional. "Cualquiera no mete once becerros en un camión. Esta gente sabe de ganado", dice Pedro.

Cuando pocas semanas después robaron seis becerros en Chipiona y la noche del pasado 23 de abril desaparecieron otras trece cabezas en Vejer, en la finca de Luis Morillo, la Guardia Civil tuvo la seguridad de que enfrente tenía una banda de cuatreros. Y no unos chapuzas. En el caso de Chipiona nunca se conoció el medio de transporte , en el caso de Vejer el vehículo no apareció en Carmona, sino en El Colorado.

Manuel Bernal es vecino de los Gutiérrez en Rota. Tiene una explotación con más de ochenta cabezas de ganado. Se ha trasladado a vivir allí, "es más seguro, siempre se irán a otro sitio que no esté vigilado". El afirma que ha habido más robos, a más pequeña escala, en Puerto Real y ha oído hablar de otros en Conil. La Guardia Civil no tiene noticias de ello, pero sabe que algo está pasando. Bernal piensa que lo que está pasando es que alguien está montando un mercado negro de carne, una red subterránea que tiene que contar con mataderos ilegales y compradores de carne ilegales.

A los investigadores esta tesis no les cuadra. Desde la alarma por el mal de las vacas locas la cabaña bovina vive en una burocracia que hace imposible que el mercado de la carne se mueva fuera del control, no como cuando, como cuenta Bernal, "si se te moría un becerro lo quemabas, lo enterrabas y ya está". No, no. Ahora existen unos libros, los veterinarios se multiplican para tener un conocimiento exacto de la población bovina y cada animal tiene su crotal en la oreja, el 'pendiente', y su número de identificación, su DNI. ¿Qué puede hacer una banda de cuatreros con, al menos, una treintena de cabezas? ¿A qué matadero va? ¿A quién se las vende? No es tan fácil esconder treinta becerros.

Fuentes cercanas a la investigación ponen un poner: ¿Y si realmente lo que está sucediendo es que nos encontramos ante una organización que cuenta con un ganadero con posibilidad de cambiar los crotales, de 'blanquear' el ganado negro? La rentabilidad es inmediata si consigues hacer pasar el becerro robado por becerro legal. Cada uno de estos animales se paga en torno a los 900 euros sin gasto alguno, sin tener que cebarlo, listo para la guillotina.

A Federico Vilaplana, presidente del Colegio de Veterinarios de Cádiz, esa teoría se le hace cuesta arriba. "Son tantos los controles, es tal la dificultad, que no se me ocurre cómo se puede hacer. Cada ganadero tiene que documentar la población de su explotación, no puede sacar animales, ya adultos, de la nada". Por la experiencia, en estos casos los veterinarios suelen pensar en el autoconsumo, en mataderos ilegales, como los que se desmantelaron hace un par de años en Extremadura y Sevilla, y en una red en negro de carne. Pero, aún así, Vilaplana reconoce que treinta becerros son muchos becerros.

Otros veterinarios apuntan una idea malévola, que, por ser malévola, les hace exigir el anonimato. "El único modo de que una organización pudiera 'blanquear' ganado robado sería tener alguien dentro... dentro de la Administración. Sería el único modo de conseguir crotales para cambiarlos". En ese caso, treinta becerros serían pocos becerros. No habría beneficios para tantos. "Pero te lo digo por decirte algo, porque no se me ocurre otro modo", explica el veterinario anónimo, que, a continuación, afirma con seguridad que "esto me parece igual de improbable".

Aún así, reconoce que "existe una legislación por la cual el transporte de ganado hay que hacerlo de una determinada manera, parando cada cierto tiempo, hidratando al ganado... ¿pero quién controla eso? ¿Se puede controlar todo eso?".

Pedro, que ya no tiene ganado después del robo, pone cara de escéptico y de 'tú no sabes nada'. "Dicen, dicen y dicen. Dicen que todo es imposible, pero aquí está la prueba de que es posible. Nadie utiliza a no menos de seis hombres que saben de esto y durante toda una noche meten apiñados once becerros en un furgón, construyendo rampas, utilizando bolsas de pienso para que el ganado pise sobre ellos y no se asuste y, de paso, no hacer ruido... No, no. Nadie hace eso si no sabe que lo que está robando tiene un comprador". Sostiene la mirada. "¿No?". "No, supongo que no".

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