El curioso episodio de la Dama Millie
Bridget Amelia Swithinbank, secretaria de Don Guido Williams, llegó a ser condecorada por Isabel II por su labor de vicecónsul en Jerez Una inglesa singular en un mundo de hombres
Que retrocedan nuestras queridísimas y valiosas 'sherry girls' y den un paso adelante aquellas pioneras que, en el pasado más reciente, lograron desenvolverse solitas en un mundo vetado a las mujeres e hicieron del negocio vinatero un círculo más abierto y eficaz en las relaciones con el mercado foráneo.
En 1962, Rumasa ya disponía en La Atalaya de un departamento de relaciones públicas, tal y como hoy los conocemos. ¿Cómo olvidar mencionar a Fátima Ruiz-Lassaletta, la primera relaciones públicas que asomó en el Marco de Jerez? Pero Fátima, mujer sobresaliente en su trabajo, es merecedora de un tratamiento aparte, del que en otra ocasión nos ocuparemos. Porque por su singularidad, y aunque en un estrato de responsabilidad muy inferior a la de Fátima, quiero recordar en estas líneas a la británica Bridget Amelia Swithinbank, o Millie, como le llamaban los que le trataron y conocieron.
La niña Millie vio la luz en una ciudad tipo country side village, a las afueras de Londres, el Gran Londres, un 6 de mayo de 1913. Cursó estudios en el Saint James School de Enfield y, más tarde, se formó en contabilidad y taquimecanografía. Vivió la guerra, cómo no, trabajando en una fábrica de bombillas y ayudando en la retirada de los recintos de hierro que encerraba todos los jardines de Londres para su fundición y fabricación de armamento. Sin embargo, nadie que he consultado acierta a saber qué y quién le trajo hasta Jerez. Un jovencísimo Alfonso Roldán Piñero entró a trabajar en Williams & Humbert y comenzó a hacerlo bajo las órdenes de Millie. Hoy día, un hombre ya hecho y derecho, es director de la División Internacional de la compañía, donde aterrizó de la mano del irrepetible Beltrán Domecq González. Era hijo de Antonio, aquel hombre apasionado por el caballo que regentó durante años 'El Volapié'. Bien, Alfonso recuerda que pudo mediar en la decisión el propio Foreign Office y, entonces, aquella inglesa tan alta, tan elegante, de ojos clarísimos y pelo rubio, tan inglesa en fin, se vio de la noche a la mañana en sitio extraño en el sillón de secretaria del recordado Guido (Guy) Dingwall Williams, hijo de Alexander y Amy Humbert que ya en 1911 dirigía la empresa familiar. Don Guido casó en 1921 con Nina Milward, que le daría una única hija, Anne Christinne Williams quien, a su vez, contraería nupcias (¡y vuelve a aparecer este hombre!) con Beltrán padre en la boda más multitudinaria y de mayor famoseo que haya visto Jerez.
Cuando Millie pisa Jerez por vez primera estamos en 1952. Ha perdido a su marido y se presenta como una mujer tremendamente natural, con gran habilidad y diplomacia para las relaciones humanas. Además de secretaria, se hace cargo del departamento de visitas. Millie demuestra su rectitud, su afabilidad, su disposición a congeniar con nuestras gentes y un sentido del humor muy inglés, aunque su castellano era poco menos que aceptable. Algunos, sin embargo, ven en la inglesa a una mujer adusta, seria y quisquillosa, una británica que nunca quiso ser jerezana.
El 30 de octubre de 1959 ocurre un hecho desgraciado que conmociona a la compañía: Don Guido ha muerto. Millie seguirá dirigiendo el departamento de visitas, pero por iniciativa de su propio patrón, asumirá el cargo de vicecónsul británico que ostentaba Guido Williams. Puede que desde su nombramiento como vicecónsul honoraria de las Islas la vida de Millie le situara en un escalón superior y a ese trabajo se volcó, atendiendo a sus compatriotas a diario sin dejar escapar sus tareas hacia los visitantes. En un solo año, Williams recibía un aluvión de unas cuarenta mil visitas, labor ingente para Millie y sus auxiliares.
Por su dedicación y buenhacer desde el viceconsulado, que abandona a finales de los años setenta, la reina Isabel II le impone en junio de 1970 el título de Miembro del Imperio Británico. Beatriz Amelia Swithinbank se convierte en dama. Atrapada por el fino, la paella y el cocido, Millie tampoco descuidó sus relaciones con los hombres. Desde su llegada a Jerez, ya viuda, estuvo residiendo en el antiguo hotel de 'Los Cisnes' hasta que se cruzó en su vida un tal Mike Barnett, un ingeniero de caminos que planificaba entonces la base de Rota, con quien comparte relaciones en un hogar de La Canaleja para, más adelante, establecerse ambos junto a su perro 'George' en un piso de la plaza del Caballo. Muerto Barnett, se retira a vivir a un piso en la zona de 'El Paquete'.
Era enero de 1972 y otra marea sacude la bodega del Dry Sack. Rumasa adquiere la compañía en la Bolsa de Londres por una cantidad de mil millones de pesetas en una operación sorpresa coordinada desde Madrid. Contaba Millie que, tiempo después, coincidió en la bodega con Manuel Fernández García-Figueras, Manolo, a la sazón director general del Grupo: "La primera pregunta que le hice fue si quería Rumasa que el Consulado británico siguiera funcionando dentro de las bodegas. Pareció asombrado de mi pregunta y contestó: 'Seguirá, por supuesto'. Se me alentó a perseverar en mi tarea y me sentí muy feliz".
Millie volverá años después a Londres. Poco se sabía de ella hasta que en 1987, Alfonso Roldán acude a visitarla a una residencia de ancianos londinense. Lo explicaba así: "Advertí que perdía un poco la memoria. Le dije que había viajado desde Jerez a Luton, ciudad cercana a Londres. Ella se alertó: '¿Qué ocurre? -preguntó-. ¿Es que Williams ya no tiene dinero? ¡Cómo no volaste hasta Stansted!". Asistida por sus dos hermanas, Millie dejó de existir a finales de aquella década. Y, desde entonces, jamás se supo más de aquella atractiva inglesa apasionada por el vino, la paella y el cocido, que detestaba el tiempo perdido en las peluquerías y mantenía a rajatabla las costumbres anglosajonas.
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