Jerez

Los que dejaron el pabellón bien alto

  • Media docena de empresarios de la provincia defendieron la oferta gastronómica de Tierras del Jerez

  • Recuerdan positivamente la experiencia pese a las muchas dificultades

Las 'casetas restaurante' del pabellón Tierras del Jerez tuvieron que echarse a las espaldas la oferta gastronómica a falta del desastre del restaurante principal que llevó un canadiense que acabó en busca y captura. Un compromiso que conllevó mucho desgaste y alguna que otra demanda. Con todo, coinciden en que la experiencia fue positiva.

venta antonio

Antonio García Archidona llegó a la Expo en el esplendor de su negocio de la carretera de Sanlúcar. Tanto fue así que Pacheco le pidió que se hiciese cargo no de una, sino de dos 'casetas', tras la fuga con nocturnidad y alevosía de un casetero extranjero en mitad del evento. "Aquello era otro mundo, la gente gastaba dinero alegremente", recuerda hoy. "Vendí lo mío -añade- y lo pasé bien, conocí a gente extranjera con la que aún mantengo contacto". Su hijo Manolo fue el encargado de "un negocio que abría a las diez y cerraba a las tres de la mañana, hasta el punto de que a veces nos tenían que echar los antidisturbios". Su restaurante contaba con la presencia de 'Pepe el cordobés', que atraía a muchos flamencos, entre ellos a Lola Flores "y había días que no cabía un alfiler". Antonio movía 16 empleados diarios en dos turnos. Su mejor recuerdo, "el día que vino la Reina a ver cómo se cocía el marisco". Lo peor, cuando mantuvo un pleito por las ventas. "Dijeron que recibíamos más mercancías de lo que declarábamos, pero no contaban con el material fresco que había que tirar cada día".

MESÓN EL COTO

Manuel Ruiz Méndez considera que la Expo fue un reto para un empresario entonces joven. "La experiencia fue maravillosa porque nos hizo salir de Jerez y montar un negocio día a día fuera de la ciudad, llevando mercancías hasta Sevilla". Su socio y hermano Francisco compartió con él una aventura que funcionó económicamente y que hoy es para ambos "un motivo de orgullo". Recuerda, como Antonio, el día en que la Reina se presentó en el pabellón y le prestó su chaqueta a Paco Pérez, el relaciones públicas, y también cuando se le ocurrió servir poleá. "Triunfamos con ese plato tan jerezano, la gente venía expresamente a probarlo", comenta. Otro momento especialmente emotivo para él fue cuando su hija conoció al entonces muy joven Alejandro Sanz.

El faro

José Manuel Córdoba guarda un hermoso recuerdo de la Expo 92. No sólo fue un buen negocio para el Grupo El Faro, sino que le permitió a él, personalmente, conocer a muchas personas y dar un paso adelante en el mundo de la hostelería que, a la postre, le permitió luego coger el Ventorrillo de El Chato. "Pusimos una portada de feria y fue un negocio estupendo. Trabajamos mucho pero fue gratificante. Tenía una carta pequeñita, con mucho pescado frito y guisos, ensaladas frías... Gasté 11.000 litros de aceite de oliva porque tenía seis freidores funcionando todo el día y le cambiábamos el aceite dos veces al día". Tenía a 18 personas trabajando en la Expo "en un piso grande, un bajo, con una señora que los cuidaba bien en materia de limpieza, ropa y demás. Así se ahorraban tener que venir a Cádiz salvo cuando estaban libres". Como el pabellón de EEUU estaba al lado, "dimos muchos banquetes tanto en el pabellón como en la embajada americana". Tan buena fue la experiencia que José Manuel que estuvo a punto de quedarse en Sevilla y montar un restaurante en Nervión, "pero la tierra me tiró más, mi padre, mi novia entonces, mi mujer ahora, y decidimos coger El Chato. No me arrepiento para nada, pero guardo buen recuerdo. Ojalá hicieran otra", acaba riendo.

pico de oro

María del Carmen Izquierdo, gerente del establecimiento chiclanero El Pico de Oro, recuerda una Expo 92 con una destacada afluencia de público en la caseta que su negocio montó en el pabellón. El éxito de esta iniciativa partió de su padre Juan Izquierdo, quien falleció en 2014. María del Carmen señala que la caseta del Pico de Oro "fue rentable" económicamente, pero también el trabajo fue bastante duro. En la caseta se colgaron motivos chiclaneros como la ermita de Santa Ana, el Arquillo del Reloj, el Castillo de Sancti Petri o el Ayuntamiento. Además, María del Carmen se acuerda que se tuvo que alquilar un par de pisos para acoger a los trabajadores y tuvieron que hacer cursos de formación para participar en el evento universal en el que se imponía controles "muy rigurosos" en cuanto a la entrada y salida de mercancías. El montaje del pabellón "fue muy precipitado y a lo justo", lo que generó aún más trabajo para tenerlo todo a punto. Pero lo importante para María del Carmen es que la presencia del local chiclanero "fue un reto profesional y personal para mi padre porque quería que su pueblo estuviera en este acontecimiento mundial".

Además, prestaron su oferta gastronómica Juan Hurtado (Gaitán) y Manuel García, entonces en el Club Nazaret.

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