"Me di cuenta que ya estaba de más en algunos camerinos de flamencos"

Juan Lara, que fuera capitán jefe de la Guardia Civil de Jerez a finales de los años 80, repasa su vida profesional y personal. La droga comenzaba a hacer ya estragos durante su etapa en la ciudad

El coronel de la Guardia Civil, Juan Lara, ante el cuartel jerezano de El Retiro.
El coronel de la Guardia Civil, Juan Lara, ante el cuartel jerezano de El Retiro.
José Padilla / Jerez

01 de marzo 2009 - 01:00

El coronel Juan Lara, casado, de 62 años, y con cuatro hijos, pasó a la reserva activa de la Guardia Civil en 2007. Atrás queda una larga trayectoria de servicio en el cuerpo (donde ingresó con 15 años como simple guardia), cinco al mando de la 2ª Compañía, la de Jerez; y dos misiones internacionales en El Salvador y Guatemala. Él se considera un "jerezano del Tesorillo (por su localidad natal del Campo de Gibraltar)" y no niega, perjura, casi, su gran afición al "flamenco, la Feria y El Rocío. Me dejaba mis vacaciones todos los años para esas fiestas. Qué le iba a hacer el resto del año, pero uno era y es así, aunque el cuerpo no está ya para muchos trotes. He engordado bastante".

-¿Qué recuerda después de esos años de servicio en Jerez?

-Fueron los mejores años de mi vida tanto a nivel personal como profesional. Vine al principio de 1983 con mucha ilusión, porque es un puesto muy importante dentro del cuerpo. Y descubrí un paraíso, por la gente que conocí, por el flamenco, por el fútbol. Llegó a tanto mi integración que fue socio de la peña 'Los Cernícalos' y muy vinculado a su junta directiva, y de la peña 'Los Cien' del Xerez Deportivo. Conocí el antiguo estadio Domecq y viví la 'mudanza' a Chapín. Iba a El Rocío e incluso tenía una caseta de Feria. Como digo, personalmente, magnífico, y también para mi familia, aunque me hinchaba a trabajar salvo esos días.

- Extraña relación, para quien no sea de Jerez o sitios cercanos, la un guardia y un gitano...

-Algunos amigos del cuerpo me hacían bormascon eso de qué hace un guardia civil con los gitanos y les explicaba que en Jerez no hay diferencias entre unos y otros. Y precisamente por mi afición al flamenco los gitanos fueron un apoyo decisivo para mi trabajo.

-¿Había muchos problemas cuando mandaba en Jerez?

-Fue la época de la constante ocupación de fincas por parte de los jornaleros del SOC. Teníamos una amplia demarcación, Jerez, Sanlúcar, Trebujena (donde eran muy combativos), La Barca. Algar... Todos los días tenía que ir la fuerza a un sitio u a otro. Yo le decía a Paco Casero, Diamantino... que no me dejan ni descansar los domingos y ellos me contestaban que usted tampoco a nosotros, que viene todos los días a echarnos. Intentaba llevarlo con mano izquierda y, la verdad, no hubo graves problemas. Llegamos a ser casi amigos de tanto vernos en los campos.

-Le debió tocar servicio durante la huelga de la Vid...

-No una, sino las dos. Pero la de 1991 fue tremenda, tremenda. 59 días que no se les deseo a nadie. Y digo 59 días y sus tantas noches. Había diferencias muy grandes entre las partes y, nosotros, como Guardia Civil, teníamos que vigilar por el cumplimiento de la Ley. Tenía muchísima gente en las viñas, en los lagares... Teníamos que hacer de noche convoyes para que se pudiera llevar la uva por los carriles. Un cirio todos los días durante 59. Yo ya tenía plaza en Cádiz pero me mandaron aquí . Y fue una experiencia muy dura ante la tensión que había. Y qué decir del circuito, que se estrenó prácticamente sólo con Policía Local, que era y es un cuerpo muy preparado.

-¿Había mucha inseguridad en su época de mando?

-No, y no creo que ahora haya tanto en esta zona. Entiendo que entre Policía Nacional, Local y Guardia Civil damos un buen servicio. Hombre cuando lo lea el pobre señor que lo atracaron en Montealto pues dirá qué co... dice este guardia. Pero insisto que creo que Jerez está bien controlada. Sí le reconozco que la delincuencia se ha vuelto mucho más violenta: en mi época eran delitos menores, como 'tirones', robos de cosechas, pues arrasaban con los garbanzos, con las naranjas, con el cable eléctrico, que se ha vuelto a poner de moda. Nunca, jamás, tuvimos una resistencia fuerte. También el PSOE acababa de ganar las elecciones por primera vez y el gobernador civil, Salvador Domínguez, nos pedía mucho diálogo. Y con lo que charlo yo... Creo que sólo tuve un crimen, el de la finca El Telégrafo, en esa etapa, y lo resolvimos bien.

-¿Pesaba la droga tanto como ahora en la sociedad?

-Desde luego, estaba introducida. Puede ser que luego se agravara. Ya le he dicho que soy muy aficionado al flamenco, que conocí y sigo conociendo a decenas de artistas (varios le saludan en la cervecería Avenida). Tenía una fuerte amistad con algunos de ellos y entraba en los camerinos. Pero, ya en mi época de mando, notaba que estorbaba ahí... No quiero que me mal interpreten los artistas, pero ellos saben que era así.Era y es una lacra.

- Una de las críticas ciudadanas más duras contra la Benemérita fue por el cierre de cuarteles en la zona rural.

-Se nos adjudican nuevas misiones, nuevas funciones, como esa existencia de una delincuencia mucho más violenta y especializada, como los delitos tecnológicos, informáticos... son muchos campos y tenemos prácticamente el mismo personal. Ante esos nuevos retos sacábamos los funcionarios de los puestos y los cerrábamos. Se me viena a la memoria cuando lo vecinos de San José de El Valle protestaron por el cierre del puesto. Ocuparon la carretera, a la altura del cruce de San Miguel y, claro, tuvimos que ir de Jerez a disuadirlos. Luego nos quedamos de piedra, y nos alegramos mucho, cuando vimos que llevaban una pancarta exigiendo que nos quedáramos en el pueblo. Yo se lo contaba al gobernador civil pero no se pudo hacer nada. Entiendo que los ciudadanos pidan más policías pero es insostenible económicamente poner uno en cada puerta de un chalé o negocio. Se trabaja, mucho y bien, con lo que se tiene.

-Por lo menos Jerez tiene un cuartel vistoso (la entrevista la hacemos frente al puesto):

-Sin ponerme medallas, fui yo quien lo impulsé. San Agustín carecía de todo: era una pena, por no decir una vergüenza. Me caía de pena cuando celebrábamos la Patrona: era una fiesta en aquellos entonces a la que venía muchísima gente, no sólo autoridades, aunque algunas nos dieron la espalda siempre, y , jopé, se nos quedaba la cara colorá... Tuve la suerte que un general amigo mío fue nombrado subdirector general de Infraestructuras y le dije que viniera a Jerez, que viera lo que era San Agustín. El se quedó... Me dijo inmediatamente que buscara edificios en condiciones. Yo le había echado el ojo a éste (por el cuartel de El Retiro) y tras varios meses de negociaciones con la promotora, que tenía problemas y estaba bajo administración judicial, pudimos mudarnos. Es un buen edificio y, además, reúne condiciones de seguridad, que era mi principal preocupación.

-¿Dónde prosiguió su carrera profesional?

-Me incorporé a Algeciras un Día de Los Inocentes. Me hacía ilusión también, porque soy de San Martín del Tesorillo, el pueblo de las naranjas. Las introdujeron los propios valencianos. De ahí salí a los quince años para ingresar en Valdemoro (un centro de formación de la Benemérita). A lo que iba: me encontré con una ciudad totalmente diferentes y con problemas muy graves en 1989: la droga entraba ya masivamente y la inmigración, que comenzaba. Eran las primeras pateras, que se llaman así porque eran unas barcas planas que usaban para cazar patos en sus países de origen, y empezaron a entrar. Era un servicio es, doloroso humanitariamente: si te caías o te tiraban entre Algeciras y Tarifa las posibilidades de supervivencia son prácticamente nulas por las corrientes y los acantilados. En fin, una tragedia humana.

-En Algeciras hay muchos problemas con la droga y también hay guardias implicados en casos de corrupción...

-La tentación siempre es muy grande, pero la honradez está demostrada en Algeciras. Cuando alguien se sale del tiesto se le detiene, y se le pone a disposición de la autoridad judicial y, si no tenemos pruebas para hacerlo, ya me encargaba de amargarle la vida. A mí me costó un grave problema, no con mis jefes ni con el gobernador civil, hacer unas declaraciones en que admitía que podía haber algún corrupto en el cuerpo. Incluso las asociaciones antidroga se me echaron encima por eso (era el año 1991). Pero eso de la corrupción era y es, el 0,001% del cuerpo, donde hay 72.000 personas. Y en un colectivo tan grande puede haber manzanas podridas.

-Tengo entendido que fue uno de los primeros en participar en misiones internacionales:

-Pedí destino en El Salvador, justo cuando acabó la guerra civil en ese país. Fue una misión preciosa que la ONU nos comandó. La zona donde hubo la guerra no tenía ni Policía, ni alcalde, nada de nada. Teníamos que administrar unos préstamos blandos para que los campesinos pudieran hacerse una choza. Y teníamos que tener mucho cuidado, a consecuencia de la guerra, con el problema de las fincas, que se abandonaron por la guerra y fueron ocupadas por otras personas. Los acuerdos de paz reconocían derechos tanto a propietarios como ocupantes y había que ponerlos de acuerdo. Y apenas veinte centímetros de tierra. Era un problema porque en ese país veinte centímetros de tierra, una hilera de maíz, otra de frijoles, era la comida de un mes. Los cochinos eran como los perros de la finca: nunca se iban. Ya le digo, una misión preciosa y más porque era de las primeras que hacíamos. La ONU se quedó tan encantada que nos pidió un fuerte contingente para las guerras de Yugoslavia, pero el Gobierno no podía: las necesidades son muchas, tenemos el gravísimo problema del terrorismo, ahora encima agravado con los integristas. Ahora estoy intentando plasmar esos recuerdos, los de Jerez, los de Algeciras, los del resto de mi vida, en algún libro, pero soy un pelín desordenado. Los abro, los cierro, los corrijo, pero nunca me quedo contento.

- Sólo las experiencias internacionales deben dejarle datos para una enciclopedia, ¿no?

-Algunas muy bonitas y otras muy desagradables: en El Salvador no hay clase media, hay muchas diferencias sociales: eso puede explicar los problemas tan graves, como una guerra, que ha sufrido. Guatemala es muy distinto: el 78% de la población es indígena y rechaza el desarrollo, tiene una especial relación con la Naturaleza. Nosotros nos teníamos que adaptar, ver las necesidades de unos y otros, y trabajar en el terreno, no desde el despacho. Lo peor eran los 'zancudos': unos mosquitos vampiros que les llaman así porque tienen las patas muy largas. Por poco me hacen volver a casa. Me duchaba con Aután, que era menos eficaz antes o es que no podía con los 'zancudos', cada media hora. A pesar del calor, porque la humedad es muy intensa en esos países, iba vestido de los pies a la cabeza. Terrible, terrible.. Los indígenas se cachondeaban de mí, jopé, que no exagero, que son vampiros.

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